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Los templos vacíos

(Domingo 26-04-2020)
Pastor Javier Bertucci

Mateo 24:1-2: “Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.”

La fe no viene por asistir a un templo, viene por la relación y la obediencia a la Palabra de Dios. Para hacer un evento con 20 mil personas se necesita invertir una gran cantidad de dinero, pero a través del internet se pueden conectar miles de personas sin necesidad de tantos recursos.

Esta crisis mundial va a traer un reacomodo, y debemos desear esa transformación y ese cambio, y de esta manera, cuando todo esto pase, que volvamos a nuestros lugares, al levantarse esta cuarentena, no tendremos la misma percepción ni prioridades.

El templo no se va caer ni se va a descuidar, pero no tendrá la misma prioridad que tenía antes de esta pandemia. Detrás de los templos hay mucho orgullo y arrogancia de los pastores.

Nuestro deseo en este tiempo debe ser agradar a Dios, y cumplir aquello para lo que fuimos salvos y llamados. No nos debe importar la reputación ni nada más, sino cumplir la voluntad del que nos llamó.

Tengo que reconocer que por muchos años este templo ocupó mi primera prioridad. El mantenimiento de esta iglesia es enorme, y para un domingo de servicio se requieren 500 personas para atenderlo, pero, aunque tengamos templos enormes debemos entender que Dios no necesita administradores de edificios, sino hombres de Dios. Un templo lleno de gente no garantiza que toda la gente esté llena de Dios.

Si estamos plantados en la visión de la eternidad con nuestro Señor, y estamos aquí para una eternidad con Él, es importante el servicio, pero más importante el corazón con que se hace, porque si el corazón está perturbado por las cosas de este mundo, entonces no lo estamos haciendo correctamente. Nuestra intención debe ser colocar en primer lugar a Dios y sus prioridades. Cuál es el fin que buscó con mi servicio a Dios, que me vean los demás o que me vea Dios, y sea Él quien me aplauda.

La gente es lo que es espiritualmente no por el momento que pasa en el templo, sino por la vida que vive fuera del templo. El templo no da fe, solo puede reunir gente, pero la fe la da una relación íntima con Jesús y sus Palabra. No importa cuánto podamos predicar, si quienes oyen nuestro mensaje no deciden vivir esa palabra, su fe será minúscula.

Dios nos está demostrando algo con los templos que están vacíos, esto es contra nuestra voluntad y deseos. Si nuestra motivación fue levantar un templo para recaudar dinero, debemos saber que esa nunca será la voluntad de Dios, la obra del Padre es para generar dignidad, y esa dignidad no va relativa al tamaño del templo, sino a la sinceridad del corazón.

Nuestra relación con Dios es lo más importante, Él no habita en templos hechos por mano de hombres, sino el corazón de ellos (Hechos 17:24). Para Jesús lo más importante es relacionarse con la gente, es llenar el cielo de gente, y no los templos.

Si no entendemos las prioridades de Dios, en vano trabajan los edificadores (Salmo 127:1). El orden es el siguiente: primero Dios, segundo, la gente, y de tercero puede ser, tal vez, el templo. Pero Dios en la ecuación es lo más importante.

Hemos estado errados en el nivel de importancia que le damos a los templos, Dios no busca templos hechos de concreto, busca frutos de labios que confiesen su nombre (Hebreos 13:15). En la Biblia no encontramos que el templo sea de importancia en este Nuevo Pacto más que la gente.

Los templos son encubridores de orgullo, arrogancia y prepotencia de muchos líderes, no siempre, pero sí muchas veces, sin contar que en ocasiones los templos son utilizados por sus organizaciones para manipular a los pastores a sus propios intereses.

Este mensaje ha venido como consecuencia de predicar en este enorme templo vacío. Ahora bien, hoy estamos frente a una gran realidad, y lo mejor es ver nuestros corazones con verdad, humildad, y entender que necesitamos reorganizar nuestras prioridades.

Dios nos aclara en su Palabra que nosotros somos el templo y la morada del glorioso Espíritu Santo de Dios (1 Corintios 3:16). Así que, cuando salimos de las cuatro paredes que conforman el templo, el Espíritu Santo se va con nosotros, y el templo queda verdaderamente vacío.

El lugar que hemos establecido para reunirnos para alabar a Dios tiene importancia, pero no debe ser el objeto de nuestro servicio, debido a que es solo una herramienta. Lo más importante que hacemos para Dios es edificar a la gente, servirles y ayudarles a que sean salvos.

Es inmoral desde el punto de vista espiritual colocar al Dios que decimos amar de segundo lugar, y tener en primer lugar lo que hemos elegido como templo. También puede llegar a acontecer que coloquemos la estructura del templo por encima de la gente.

Hay personas que colocan condiciones para poder asistir a un templo, por ejemplo, que tenga sillas cómodas y aire acondicionado. Muchas veces hemos dado más importancia a la estructura que a la gente.

Dios no habita en templos hechos de manos de hombre, según el Nuevo Pacto Dios vive en nosotros por medio de la fe, (1 Corintios 6:19) y es allí cuando viene el Espíritu Santo a reacomodarlo todo dentro de nosotros. Nuestros corazones son la prioridad de Jesús.

Quien comenzó la buena obra en nosotros (El Espíritu Santo), no descansará hasta perfeccionarla, (Filipenses 1:6).

Hoy podemos entender que el templo es una herramienta que está en tercer o cuarto lugar, y que lo verdaderamente útil y confiable a nuestro Señor Jesús, es tener como prioridad la gente y la edificación de la gente, sino seríamos grandes fracasados.

Juan 2:19-21: “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Más él hablaba del templo de su cuerpo.”

Cuando Jesús se refirió a destruir el templo en las Escrituras, tenemos que entender que Él no tenía la intención de destruir verdaderamente el templo, sino de centrar la atención en su cuerpo, que era el verdadero templo, y que en tres días sería levantado nuevamente. Esa es la única motivación del Padre al enviar a su Hijo a morir en la Tierra.

Dios no está aquí por templos de concretos, sino por los templos de carne, nosotros somos templos del Espíritu Santo y la Iglesia de Jesús.

Hoy este templo de concreto puede que esté vacío, pero el templo de nuestro corazón debe estar lleno de amor por la salvación del perdido y por la presencia de Dios.

En medio de esta crisis y al terminarse debemos estar rebosando del Espíritu Santo, de amor, de perdón y pasión por la voluntad de Dios, y todos habremos vencido. Dios tendrá una victoria en el cielo y nosotros en esta Tierra.

Al pasar esta pandemia la presencia de Dios será más poderosa, nuevas puertas se abrirán y recursos vendrán, porque este momento está siendo propicio para que sean reacomodadas nuestras prioridades. Es importante que podamos sintonizarnos con este reacomodo de Dios. Reacomodemos las prioridades de nuestro corazón.

Seamos humildes para reconocer nuestros errores, y entendamos que, aunque hoy se vea mal, debemos seguir declarando que vienen días de gloria, y de avivamiento.

En los próximos días debe acontecer que el mundo sea influenciado con el poderoso mensaje de Jesús. Pablo decía y los que hallamos quedado, lo recibiremos en el aire (1 Tesalonicenses 4:17), él tenía la concepción de que Jesús venía en su tiempo, y nosotros debemos trabajar para ver el poderosamente avivamiento que viene, y trabajar muy duro para que sea en nuestro tiempo y podamos verlo. Pero, al mismo tiempo Dios va a hacer ciertas cosas que son necesarias para justicia.