Project Description

Pensando en la Cruz de Cristo

(Martes 19-05-2020)
Pastor Yobany Blanco

1 Corintios 1:18: “Porque la palabra de cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.”

La palabra de Cruz es la fuente del poder de la vida espiritual. Cuando no se habla bajo la revelación del Espíritu Santo y de la Cruz de Cristo, el creyente pierde poder en lo que es importante, es decir, en su vida espiritual. Necesitamos cada día de nuestras vidas la ayuda del Espíritu de Dios para que Él nos revele la vigencia y la obra de la Cruz en nosotros, y que no es solamente un acontecimiento histórico, sino que es un evento vigente, que produce una obra de transformación, libertad, sanidad, salvación, avance espiritual, y autoridad sobre la vida de cada creyente que piensa, medita y pide la experiencia de la Cruz cada día en su vida.

La obra de la Cruz no ha terminado, sigue vigente en el corazón de aquellos que en su espíritu y mente meditan en ella, y entienden que tiene un gran poder para librarles de la vida de la carne y del egoísmo, porque los enemigos no están tanto afuera, sino dentro de nosotros, y la revelación de la Cruz de Cristo tiene el poder de romper toda cadena y darnos libertad. Nunca nada nos va a ayudar tanto a avanzar en nuestra vida espiritual, como que tengamos revelación del poder del sacrificio, la sangre y la resurrección de Jesús, que es el fundamento de nuestra fe.

La revelación de la Cruz hace que nuestra fe tenga fundamento, sea efectiva, y que los frutos que manifestemos sean netamente espirituales, es decir, avance, conquista, victoria y bendiciones sobre nuestras vidas. Todavía hay muchos creyentes que viven atados bajo las redes del pecado y de las maldiciones, y precisamente la Cruz de Cristo vino a traer libertad del pecado y de toda maldición. ¿Por qué ganan terreno en nuestra mente: el orgullo, la vanagloria, el egoísmo, la avaricia, los pleitos y celos? porque el creyente no ha madurado en la palabra de la Cruz, que es el poder para romper con todas estas cosas, y que podamos manifestar el fruto del Espíritu, que es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, mansedumbre, sobre tales cosas no hay ley (Gálatas 5:19-23). Así que, es tiempo de que entendamos que no fuimos llamados a ser esclavos del pecado, cuando Cristo ganó para nosotros la libertad, la salvación, pero también la santificación.

En nuestro tiempo de oración debemos meditar en el sacrificio de Jesús en la Cruz, el cual tiene el poder de destruir dentro de nosotros toda atadura, y darnos autoridad sobre principados, potestades, demonios, y sobre el mismísimo Satanás, para que no interrumpa nuestras actividades espirituales. Cuando confesamos la obra de la Cruz sobre nosotros, empezamos a anular todo ataque del maligno.

Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó así mismo por mí.”

Cristo tomó nuestro lugar, y llevó sobre Él nuestros pecados en la Cruz del Calvario, se llama la obra sustitutiva de la Cruz, debido a que nosotros merecíamos estar en ese lugar, pero Cristo perdonó nuestros pecados, y murió en nuestro lugar, esa la primera obra de la Cruz, lo que hace que nos sintamos limpios y libres del pecado. Pero, la obra de la Cruz no termina allí, luego que un creyente recibe a Jesucristo, Satanás sigue buscando la forma de cómo traer pecado o cómo hacer deslizar al cristiano.

Hay una segunda obra de la Cruz, y es que ahora por la fe, dice la Palabra que estamos juntamente con Cristo crucificados, y ahora no necesitamos ir específicamente a esa Cruz, porque ya Cristo fue, pero por la fe ahora declaramos y creemos que la carne, el viejo hombre y naturaleza, han sido crucificadas con Cristo, y ya no vivimos nosotros, sino que Cristo vive en nosotros, por lo que mueren los deseos de hacer las cosas a nuestra manera.

Gálatas 5:19-21: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredaran el reino de Dios.”

Cuando no se tiene revelación de la Cruz, las manifestaciones que se van a ver son obras de la carne. Hay mucha gente que está como cuando se tiene un síntoma de enfermedad, que desean una pastilla para quitarse el dolor temporal, pero resulta que el síntoma simplemente manifiesta que hay una raíz de algo que no está bien, pero se toma la pastilla para creer que ya están sanos. ¿Qué hace la obra de la Cruz? Trata con la raíz de los problemas, no con el síntoma, porque debemos arreglar desde la raíz, que es la naturaleza carnal, es decir, crucificar la carne. Cuando se comiencen a manifestar los síntomas de la carne en nosotros, debemos decirle que con Cristo estamos juntamente crucificados, que la Cruz de Cristo ha hecho una obra para llevar nuestros deseos y placeres, y que no vivimos según estas cosas, sino que llevamos una vida santa, libre del pecado y maldad. Nuestra fe y convicción del sacrificio de la Cruz van a ser que las obras de la carne sean arrancadas, y que no tengamos que pelear con los síntomas.

Jesús dijo: “el que quiera seguir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Lucas 9:23). Un día que no meditemos en el sacrificio de Jesús en la Cruz, y la naturaleza carnal se quiere levantar, y llevarnos hacia el pecado, pero mirar la Cruz nos lleva hacia la santidad y nos transforma hacia la imagen de Jesús. Por la fe, la Cruz sigue vigente para quitar de nosotros el pecado, pero solo mirando la Cruz cada día, la carne y el orgullo pierden su poder.

2 Corintios 5: 16-17: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

Nuestro nivel de madurez espiritual se ve reflejado en nuestra vida de Cruz. Cuando vivimos una vida de Cruz andamos en vida nueva, no mirando lo viejo, porque si andamos en Cristo, nueva criatura somos. La Cruz nos devuelve nuestra imagen, identidad, naturaleza divina, nos regresa al diseño original de un hijo de Dios, más que vencedor, que ni el pecado ni el mundo pueden controlar, porque ahora nos domina Jesucristo y como somos nueva criatura, todas las cosas son hechas nuevas. La palabra de la Cruz tiene poder.

Romanos 6:5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”

La carne le teme a la Cruz, porque cuando declaramos que con Cristo estamos crucificados, se nos levanta un deseo de servir a Dios, nuestra voluntad se rinde ante el Padre, y queremos servirle cada día de nuestras vidas.

1 Pedro 2: 24: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.”

Cuando vemos la Cruz de Cristo y entendemos su obra, nos damos cuenta de que el pecado ya no puede controlarnos, y por esas llagas de Cristo en la Cruz podemos reclamar sobre nuestras vidas salud divina y la salvación. La obra del Cristo resucitado nos trae libertad y salvación cada día. Por medio de la Cruz recuperamos el dominio espiritual, la identidad de hijos de Dios, la autoridad sobre los recursos de la Tierra, regresamos al diseño de hijos de Dios con poder nacidos de nuevo. Cuando miramos la Cruz nadie puede decirnos que no somos importantes, pues, Jesús fue a la Cruz a pagar con el precio de su sangre y de su vida, porque nosotros somos valiosos, y contamos para Él. Es mirando a la Cruz cuando conocemos nuestro valor espiritual.

Colosenses 2: 14-15: “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.”

En esa Cruz Jesús recuperó la autoridad y venció contra el maligno. Si Jesús murió por nosotros, cómo nosotros no vivir para Él. Pidámosle al Señor que la palabra de la Cruz y el poder del Evangelio sean revelados a nuestras vidas, y que tengamos la experiencia de santificación, ¡que la carne que ha querido levantarse, se doblegue cuando veamos el sacrificio de Jesús en la Cruz!