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Ora a Dios, aunque todo parezca Imposible
(Martes 03-11-2020)
Pastor Francisco Barrios
El mejor momento para orar, es cuando la noche está más oscura, porque dice la Biblia: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20). Clamar en un momento de dificultad, es un acto de fe, y Jesús nunca defrauda la fe de aquellos que se atreven a creer en Él. Orar y pedir a Dios cuando todo parece imposible, es un acto de rechazo, de rebeldía a las circunstancias que nos rodean, que nos quieren dominar y mantener en derrota.
Salmo 27: 1-5: “Jehová es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado. Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré: que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para buscarlo en su Templo. Él me esconderá en su Tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto.”
David no escribió el Salmo 27 cuando todo en su vida estaba bien, ni cuando se sentía en la cumbre de su éxito, lo escribió cuando estaba en el valle de sombra de muerte. Cuando oramos, entramos en intimidad con Dios, y Él promete cuidarnos y colocarnos en alto, porque Dios no va a desechar nuestra fe, y a permitir que seamos avergonzados. Una de las grandes características de la crisis cuando llega a nuestras vidas, sea a través de enfermedades, deudas, problemas familiares o matrimoniales, es que definen lo que realmente hay en nuestro corazón, porque muchas veces nos pasamos la vida dando gracias a Dios, pero es solo porque nos va bien, pero cuando nos va mal, ¿será que podemos mantener nuestra confianza, confesión y oración a Él?, la crisis va a definir si podemos mantener nuestra postura en momentos de dificultad. Hay personas que cuando las aflicciones les tocan, ya no quieren ir a la iglesia ni orar, se sienten desanimados y decepcionados de Dios, quieren un Dios solo para el éxito y para la cumbre, pero Él está buscando una clase de discípulos que camine por fe y no por vista (2 Corintios 5:7), que tengan confianza en el panadero, y no en el pan; en el Dios de los milagros, y no en los milagros.
Job mantuvo su fidelidad en el momento en el que todo parecía imposible, y Dios le multiplicó al ciento por todo lo que había perdido, todo lo que el enemigo le quitó (Job 42:12). Lo mismo sucederá con nosotros, no importa lo que se perdió o murió, Dios lo va a restituir si en el momento más oscuro, colocamos nuestra fe, esperanza y oración en Él, aunque todo parezca imposible. Dice la Biblia: “Dios da fuerzas al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ninguna” (Isaías 40:29), así que, si no tenemos fuerzas para orar, comencemos a hacerlo y Dios nos aumentará las fuerzas, dicen también las Escrituras: “si fueres flojo en el día de trabajo, tus fuerzas serán reducidas” (Proverbios 24:10), quiere decir, que si estamos en medio de una gran dificultad, y allí no queremos ni buscar a Dios, aun la poca fuerza que tengamos, nos será reducida, pero si en medio de ese momento decidimos orar y clamar a Dios, nuestra fuerzas serán aumentadas, y tendremos éxito. Hay quienes los problemas lo alejan de Dios, no seamos de esa clase de creyentes.
Ana, cuenta la Biblia, que no podía tener hijos, y era ya de edad avanzada y estéril, y en la cultura de aquel tiempo, una mujer que no tenía hijos era considerada pecadora, es decir, perdía honra y derechos sociales, así que esta mujer vivía siendo molestada por otras que sí podían tener hijos. Ana era la esposa de un buen sacerdote, y sufría mucho, así que una día, en medio de su angustia, se reveló contra esa circunstancia, y se fue al templo de Dios, se tiró de rodillas y comenzó a orar muy fuerte, como nunca lo había hecho antes, su clamor fue realizado con tanto esmero, que el sacerdote pensó que estaba ebria, pero Dios la oyó, y al siguiente año Ana estaba abrazando a un hijo. (1 Samuel 1:1-20).
2 Reyes 20: 1-5: “En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y el profeta Isaías hijo de Amoz fue a verlo y le dijo: –Jehová dice así: “Ordena tu casa, porque vas a morir, ya no vivirás”. Entonces él volvió su rostro a la pared y oró así a Jehová: «Te ruego, Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado fielmente delante de ti y con corazón íntegro, que he hecho las cosas que te agradan». Y Ezequías lloró amargamente. Y antes que Isaías saliera hasta la mitad del patio, le habló Jehová a Isaías y le dijo: «Vuelve, y dile a Ezequías, príncipe de mi pueblo: “Así dice Jehová, el Dios de David, tu padre: He oído tu oración, he visto tus lágrimas y voy a sanarte: dentro de tres días subirás a la casa de Jehová.”
No nos rindamos, es preferible morir creyendo, que vivir dudando. Ezequías no se rindió, aunque el decreto venía de un gran profeta de Dios, mantuvo su oración y esperanza, y Dios le oyó y vio sus lágrimas.
Marcos 5:21-23,35-42: “Al pasar otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió a su alrededor una gran multitud; y él estaba junto al mar. Y vino un alto dignatario de la sinagoga, llamado Jairo. Al verlo, se postró a sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: –Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y viva. Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del alto dignatario de la sinagoga, diciendo: –Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al alto dignatario de la sinagoga: –No temas, cree solamente. Y no permitió que lo siguiera nadie sino Pedro, Jacobo y Juan, hermano de Jacobo. Vino a casa del alto dignatario de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Entró y les dijo: – ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino dormida. Y se burlaban de él. Pero él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. Tomó la mano de la niña y le dijo: – ¡Talita cumi! (que significa: “Niña, a ti te digo, levántate”). Inmediatamente la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y la gente se llenó de asombro.”
Marcos 10:46-52: “Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él, sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo, el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino, mendigando. Al oír que era Jesús nazareno, comenzó a gritar: – ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos lo reprendían para que callara, pero él clamaba mucho más: – ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarlo; y llamaron al ciego, diciéndole: –Ten confianza; levántate, te llama. Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Jesús le preguntó: – ¿Qué quieres que te haga? El ciego le dijo: – Maestro, que recobre la vista. Jesús le dijo: –Vete, tu fe te ha salvado. Al instante recobró la vista, y seguía a Jesús por el camino.”
Hoy muchos tenemos la oportunidad de que Dios nos oiga, y solamente debemos hacer lo que hizo Bartimeo, clamar a Dios. Algunos se cohíben de clamar a Dios porque creen que su situación es imposible de resolver, y el desánimo les grita que dejen de clamar, haciéndoles creer que no merecen ser oídos por Dios, pero la realidad es que debemos orar aunque todo parezca posible, y ser insistentes en nuestro clamor, así como lo hizo Bartimeo. No nos rindamos nunca, porque fe mueve la mano de Dios. ¡Mantengamos nuestro clamor aunque todo parezca imposible!