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Necesitamos al Espíritu Santo
Pastor Javier Bertucci
Sábado 13-03-2021
Salmos 73:28: “Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas sus obras”.
Para nosotros como Iglesia representa un grave problema hacer planes que traten de sustituir al Espíritu Santo, sepamos que a Él siempre le corresponde darnos la dirección y guía, y no solo dentro de la iglesia, sino también de manera personal. Debemos ser dirigidos por el Espíritu Santo, porque cuando empezamos a utilizar lineamientos que no provienen de Él, se corre el peligro de caminar de forma independiente, y es tan peligroso, que puede acabar con el propósito de Dios en nuestras vidas y congregaciones.
El día del bautismo de Jesús en el río Jordán, el Espíritu Santo descendió en forma corporal, como una paloma, y se posó sobre Él (Lucas 3:21); por 30 años Jesús hizo todo lo que le correspondía, pero nunca comenzó un ministerio sin el Espíritu Santo. Las habilidades, dones y estrategias pueden cooperar a un fin, pero si seguimos el ejemplo de Jesús, nos damos cuenta que no hizo nada, hasta que el Espíritu Santo vino sobre Él; es un error intentar hacer algo sin Su dirección.
El Espíritu Santo puede ser sentido y está presto para todo aquel que lo desee en su vida. Tenemos el derecho a pedirle a Dios que queremos sentirlo. Él no solo quiere habitar en nosotros, sino que quiere manifestarse con poder, así que tengamos experiencias con Él.
Hechos 2:3: “Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos”.
Lo que ocurrió en el pentecostés fue visible y emocionalmente sobrenatural, así comenzó la Iglesia, no comenzó en un seminario o en un evento, comenzó orando y siendo llena del Espíritu Santo; en esa condición tiene el poder de impactar a las naciones y a toda la raza humana. Tengamos una dependencia absoluta de Él, hagamos las cosas cómo y cuándo Él desea.
Lucas 12:49: “Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido?”
El Espíritu Santo no puede ser considerado como un humo, un aceite o una electricidad, es una persona que está dispuesta a estar a nuestro lado todos los días, hasta el fin del mundo, que además tiene el poder de encendernos como una antorcha para que podamos alumbrar en medio de nuestra casa, comunidad o país; nadie puede hacer esto por sí mismo, solo por medio del Espíritu Santo.
La llenura del Espíritu Santo se logra por medio de una búsqueda constante, a causa del hambre y la sed de la Iglesia por Dios, depende del deseo intenso en cada persona para tenerlo. Jesús no quiso traerlo como una religión, una historia, o una doctrina, aunque el Santo Espíritu está involucrado en todas ellas, no es ninguna de esas cosas, Él es el poder ejecutor del Cielo en la Tierra, y cuando está con alguien, lo enciende y lo transforma, convirtiéndolo en un agente de luz para disipar las tinieblas, porque Él le da fuego al que lo quiere.
Jeremías 5:14: “Por tanto, así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos: Porque dijeron esta palabra, he aquí yo pongo mis palabras en tu boca por fuego, y a este pueblo por leña, y los consumirá”.
Muchas veces queremos aprender tanta palabra y olvidamos que las palabras sin el fuego del Espíritu Santo no funcionan; y en ocasiones, cuando oramos pedimos muchas cosas, pero se nos olvida pedir ser llenos del Santo Espíritu.
Lucas 11:11: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?”
Una persona llena del Espíritu Santo es lúcida, es aguda en su pensar y palabras, tiene brillo en su rostro y la habilidad de procesar información con mayor eficacia que otro que no lo tiene.
Lucas 3:21: “Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también fue bautizado Jesús; y orando, el cielo se abrió”.
Una de las herramientas más poderosas para que el Espíritu Santo nos llene, es la oración. Jesús estaba orando, el cielo se abrió, y el Espíritu Santo descendió. Orando podemos hacer que el cielo se abra sobre nuestras vidas, y es a través de esa influencia que podemos lograr que toda nuestra familia y seres queridos sean sensibles a la presencia de Dios, puede afectar el ambiente de nuestro hogar para que la unción y el poder de Dios estén presentes.
El Espíritu Santo siempre está esperando por nosotros, acudamos a Él para que nos halle; cuando reconocemos que lo necesitamos, Él viene. Aunque vive dentro de nosotros, es una persona con la que podemos relacionarnos cada día, así que no nos quedemos en la mecánica, pasemos al espíritu; no nos quedemos en la obediencia, pasemos a la expectativa de que algo tiene que pasar. Cuando reconocemos nuestra necesidad imperante por el Espíritu Santo, ocurre como en el verso de Juan 14:16: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”.
El nivel de búsqueda en nosotros puede crecer, podemos pasar del pedir, al rogar, y del deseo, a la desesperación por el Espíritu Santo. Cada día nuestra relación con Él puede mejorar, todo radica en cuánto queramos de Su presencia, pero es nuestra decisión buscarlo y desearle; y a medida que vayamos profundizando, tendremos mayor lucidez espiritual, sabremos qué quiere Dios y nada nos sorprenderá, porque quienes viven con Dios, nada le sorprende.
De 500 personas que estaban en el Aposento Alto, solo 120 recibieron al Espíritu Santo, porque 380 de ellos se dedicaron a cosas, que según ellos eran más importantes. Si para nosotros lo más importante es Dios y el Espíritu Santo, eso es tener lucidez espiritual.
Los que quieren ser llenos del Espíritu Santo, son aquellos que protagonizan la historia de sus vidas, familias y país, y que no solo se dedican a observar.
Hechos 1:14: “Todos éstos perseveraban unánimes, en oración y ruego, con las mujeres, y con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos”.
Lucas 3:22: “Y descendió el Espíritu Santo sobre él, en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”.
La oración, la humildad y la obediencia de Jesús trajeron al Espíritu Santo sobre su vida; además, en este momento el Padre le ancló su identidad como Hijo, diciéndole: “Tú eres mi Hijo amado”. Cuando el Espíritu Santo viene sobre una persona, le da identidad, ahora conoce con certeza lo que es, y por eso tiene derecho a la sanidad, justicia divina, y que al orar, el cielo se abra. Y, si a la oración, la humildad y la obediencia le sumamos el ayuno, estaremos en un nuevo nivel de comunión con Dios.
El Espíritu Santo tiene el poder de renovar nuestras vidas día a día, porque cada mañana son nuevas sus misericordias (Lamentaciones 3:23), la Biblia, según el idioma hebreo, traduce que “cada mañana son renovadas las células de tu cuerpo”, es decir, el Espíritu Santo no solo transforma nuestro hombre interior, sino que también regenera las células, por medio de su poder.
Si vivimos en la presencia de Dios, tenemos el derecho de vivir plenamente; además, ser espirituales nos da acceso a las promesas eternas, pero es nuestra decisión.