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Fortaleza en la debilidad
Pastor Francisco Barrios
Domingo 06-06-2021
Cuando conocemos a Jesús en el sufrimiento, lo podremos conocer en el poder de su resurrección. Todos queremos alcanzar la corona de gloria, pero pocos están dispuestos a cargar la cruz, y sin ella no conseguiremos la corona. El Evangelio es cruz, por eso es nuestro mayor símbolo. Jesús nos advirtió que atravesaríamos aflicción en este mundo, pero es preferible pasar el dolor con Dios de la mano.
1 Samuel 30: 1-6: “Cuando David y sus hombres vinieron a Siclag al tercer día, los de Amalec habían invadido el Neguev y a Siclag, y habían asolado a Siclag y le habían prendido fuego. Y se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el menor hasta el mayor; pero a nadie habían dado muerte, sino se los habían llevado al seguir su camino. Vino, pues, David con los suyos a la ciudad, y he aquí que estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas habían sido llevados cautivos. Entonces David y la gente que con él estaba alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar. Las dos mujeres de David, Ahinoam jezreelita y Abigail la que fue mujer de Nabal el de Carmel, también eran cautivas. Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; más David se fortaleció en Jehová su Dios”.
David fue menospreciado; al matar al gigante recibió fama del cumplimiento de la palabra de Dios para su vida, sin embargo, experimentó la persecución de Saul y debió escapar de su país. En el libro de Samuel descubrimos cómo enfrentó situaciones que no esperaba, se encontró con que las personas que él amaba habían sido secuestradas y tuvo que lidiar con ese dolor.
1 Samuel 30: 7-8: “Y dijo David al sacerdote Abiatar hijo de Ahimelec: Yo te ruego que me acerques el efod. Y Abiatar acercó el efod a David. Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él le dijo: Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos”.
David se sintió en un momento cansado, llorando hasta quedar sin fuerzas, el pueblo quería matarlo, y se debía a que estaban amargados. La amargura en nuestros corazones puede convertirnos en apedreadores de los hombres que Dios usa. David, aunque escuchó la voz de la crítica, fue corriendo a oír la voz de Dios; ahora bien, ¿a qué lugar estamos corriendo al escuchar la crítica? Debemos aprender a vivir solamente de la boca de Dios y así recibiremos la dirección precisa de a dónde movernos.
Debemos mantenernos fuertes en medio de la aflicción y no oír lo que el enemigo dice de nosotros; Jesús ignoraba la crítica de los fariseos y las opiniones de aquellos que intentaban alejarlo de su propósito, y cuando se sintió débil, fue a Dios en oración. Debemos seguir caminando a pesar del sufrimiento, no dejemos de predicar, de buscar a Dios, de ir a la iglesia, porque el sufrimiento nos asegura la corona de gloria.
2 Timoteo 2:11-13: “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; el no puede negarse a sí mismo”.
Hay dos clases de cristianos frente al sufrimiento, aquellos que no dejan de quejarse, amargarse y críticar, y aquellos que toman su cruz y siguen a Jesús.
Muchas veces, queremos las bendiciones, pero no luchar por ellas, ponemos excusas para no avanzar, sin conocer que, si deseamos reinar, Él nos va a procesar para sacar la necedad de nuestro corazón. Los procesos de dolor son necesarios para convertirnos en líderes, fue lo mismo que hizo Dios con David para evitar que su corazón se dañara una vez que fuera rey.
Sigamos caminando aunque estemos atravesando por el dolor; no nos detengamos ni por las críticas ni por las alabanzas. Lloremos, pero caminemos en lo que Dios nos mandó a hacer, sabiendo que estamos juntamente crucificados con Cristo, y que si le negamos, Él también nos negará. No dudemos, saldremos de esta temporada de llanto y reiremos; si seguimos siendo fieles alcanzaremos la corona de gloria. Si sembramos con sufrimiento, vamos a cosechar con alegría y danza.