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Echando fuera la condenación

Pastor Javier Bertucci

Domingo 13-06-2021

Una de las armas más eficientes que el diablo utiliza para destruirnos, es la condenación, con ella nos hace creer que decepcionamos a Dios, y que ya no podemos ser usados por Él, lo que nos puede llevar a separarnos de la iglesia y de Dios, pero la Biblia explica que no hay condenación para quienes están en Cristo. Solo por medio de la oración podemos vencer cualquier espíritu de condenación.

Romanos 8:1: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.

Debemos alejar la condenación del cuerpo de Cristo, porque todo el que condena a otros, se mueve en la misma línea que el diablo, y Jesús vino a dar vida y vida en abundancia (Juan 10:10).

Juan 8: 7: “Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.

La condenación no coopera con la salvación de Jesús, refuerza el rechazo y ayuda a Satanás a alejarnos del propósito y a la restauración del Espíritu Santo.

Salmos 138:8: “Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos”.

Siempre va a haber perdón, restauración y misericordia para nosotros. Podemos pensar que ciertas acciones nos autojustifican delante de Dios, pero ese pensamiento solo desvaloriza la sangre y el sacrificio de Jesús en la cruz; nuestras buenas acciones agradan a Dios, pero no nos hacen santos, al presentarnos ante Dios debemos hacerlo por medio de la sangre de Cristo y no por nuestras acciones, de lo contrario, no accederemos al trono de la gracia.

Este pensamiento de autojustificación lastima a la Iglesia, porque quienes viven en este pensar, pueden creer que están calificados para evaluar a los demás, llevándolos en críticas al supuesto perdón, lo que aleja la obra del Espíritu Santo, y su misericordia que nos lleva en amor al arrepentimiento. Si no corregimos la condenación en nosotros, podemos destruir llamados y propósitos.

Filipenses 1:6: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.

Pablo afirma en su carta a la Iglesia de Filipo que solo el Espíritu Santo puede trabajar en nosotros para perfeccionarnos, y no hay nada más poderoso que alguien que desde su imperfección habla de un Dios perfecto; esto significa una completa derrota para Satanás, que es definido como el acusador. Jesús es todo lo bueno y lo amoroso, si seguimos su camino, no podemos tener condenación en nuestra boca. Aun cuando podemos ser pecadores, esto no nos debe impedir hablar de Su amor, porque hablamos de Él cómo Dios y no de nosotros mismos.