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Tres maneras de responder a la gracia de Dios

Vigilia JEF

Pastor Francisco Barrios

Miércoles 23-06-2021

 

Juan 13:21-23: “Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y declaró y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba. Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús. A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es? Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto. Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres. Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche”.

Cuando hablamos del significado de la palabra “gracia”, nos referimos al amor de Jesús. Si a alguien se le otorga gracia, quiere decir que recibió el amor inmerecido de Dios. La gracia es bondad en exceso, es un escandaloso amor, ¡la gracia es Jesús! Judas, Pedro y Juan fueron tres hombres que respondieron de forma distinta al amor en exceso de Jesús.

Judas, en la última cena entrega a Jesús con un beso para luego ir a ahorcarse. Todos sentimos repulsión hacia él, debido a que es representante de la traición misma, sin embargo, cada persona tiene algo de Judas, y lo despreciamos porque refleja la semilla de pecado en nosotros. La diferencia entre Judas y nosotros, es que él rechazó la gracia de Jesús prefiriendo correr a un árbol que a los pies de Cristo. Vemos el remordimiento de Iscariote, pero no vemos su arrepentimiento; porque el remordimiento está basado en nosotros, en la vergüenza o en la tristeza que sentimos por lo que hicimos, pero el arrepentimiento es sentir que defraudamos a Jesús, dándonos cuenta que se sacrificó por nosotros, y que lo que hacemos nos aleja de Él. Debemos correr a Jesús cuando pequemos, de lo contrario, eventualmente nos terminaremos ahorcando.

Juan 13:36-38: “Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; más me seguirás después. Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti. Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces”.

Pedro, hace una promesa muy atrevida sobre su compromiso de estar con Jesús, aunque termina negándolo. Muchos de nosotros prometemos cosas a Jesús, y al igual que Pedro, lo defraudamos para luego escondernos. Pero, lo peor que podemos hacer es alejarnos de Dios pensando que ese sería un castigo, ya que Dios es el único que puede repararnos. Debemos entender que Jesús no nos aleja de Él, nosotros somos quienes nos alejamos, y eso será en vano, porque nuestro futuro está solamente en Jesús. Más adelante, Pedro fue alcanzado por Jesús en medio de su aislamiento, y así mismo ocurrirá con nosotros cada vez que rompamos una promesa con Dios, seremos alcanzados por su amor.

Juan, quien estaba callado en el pecho de Jesús, al final lo acompañó en el momento más difícil de su vida. Vemos que en el libro de Juan se le llama “discípulo amado”, y esto no es por arrogancia de su parte, él se considera el discípulo amado porque tuvo revelación del amor y la gracia de Dios. Él entendió que Dios lo amaba, que aun cuando tenía fallas, y su ministerio no era como el de los demás, Jesús lo amaba. Si no se nos revela el amor de Jesús, nada podremos dar. Si comprendemos el amor de Dios, nos será más fácil dejar aquello que Él nos pida.

Todos en algún momento hemos actuado como Pedro, Juan y Judas, y a su vez, en el camino nos encontraremos con personas que también actuarán como ellos, lo importante es dar gracia de lo que por gracia recibimos, dejar las piedras de la condenación de lado y convertirnos en una extensión del amor de Jesús, pero para ello necesitamos que se nos revele Su amor. Si entendemos el sacrificio de Jesús, no abusaremos de la gracia, porque comprenderemos que al hacerlo, abusamos también de Jesús, debido a que Él en sí mismo es gracia.