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Espera un milagro

Pastor Javier Bertucci

Domingo 11-07-2021

1 Reyes 8:22-24: “Luego se puso Salomón delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel, y extendiendo sus manos al cielo, dijo: Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón; que has cumplido a tu siervo David mi padre lo que le prometiste; lo dijiste con tu boca, y con tu mano lo has cumplido, como sucede en este día”.

La primera razón por la cual podemos esperar un milagro, es porque no hay un Dios como el nuestro. Solemos basar nuestro milagro en cuanto oramos o en lo santo que podemos ser, pensando que los milagros se ganan, pero la realidad es que ellos se gestan por quien es Dios, y se obtienen porque Él cumple lo que dice.

Marcos 5:35: “Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?”

La fe nos permite visionar, imaginar y esperar un futuro diferente, por eso nunca debemos permitir que lo que el diablo hizo ayer, nos estorbe el futuro. A Jairo le dijeron que su hija ya había muerto, que no debía seguir luchando, y aun cuando Jairo estaba cerca de Jesús, las voces de derrota y fatalismo le hablaban. Podemos estar oyendo estas voces a pocos pasos de alcanzar nuestro milagro, por eso no nos debemos detener.

Marcos 5:35: “Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente”.

Jairo estaba tan cerca de Jesús, que Él pudo oír esa voz que intentaba desanimar a Jairo, y es por ello que le dijo que solamente debía creer. Necesitamos estar tan cerca de Jesús como para poder oír su voz diciéndonos: “No temas, cree solamente”. Nuestro trabajo es creer y confiar en lo que Dios nos dice, y Él de Jesús es accionar. Debemos decidir qué voz vamos a oír. Nuestro oído va a escuchar todo, porque es natural, pero debemos educarlo para que oiga solamente aquello que levantará nuestra fe, porque la fe viene por el oír.

Deuteronomio 28:1-2: “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios”.

El asunto se trata de prestarle atención solo a lo que Dios dice y prepararnos para recibir nuestro milagro. Así como una mujer embarazada se adecua para cuidar al bebé que se gesta en su vientre, un creyente que espera un milagro se adecua a las exigencias de un milagro. Aun cuando Dios es el gestor de nuestro milagro, debemos trabajar y ser responsables para recibirlo. Los milagros requieren un alto nivel de compromiso, Dios no cobra, pero nosotros debemos hablar con fe, orarlo, declararlo y actuar conforme a alguien que espera que su milagro se manifieste.

Isaías 60:1: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”.

Génesis 26:12: “Y sembró Isaac en aquella tierra, y cosechó aquel año ciento por uno; y le bendijo Jehová”.

Esperamos un milagro porque confiamos en la misericordia de Dios. David decía: “No me juzgues Dios de acuerdo a mis iniquidades, sino a tus grandes misericordias” (Salmo 25:7). Dios exige que nos levantemos para poder recibir nuestro milagro, Él necesita que actuemos en fe y sembremos aun cuando vivamos en temporadas de sequía. Isaac en Génesis siembra en tiempo de sequía, sin importarle lo que dijeran las personas, las noticias o lo que él mismo veía, y alcanzó el brillo, y la gloria de Dios nació sobre él, cosechando hasta al ciento por uno, a causa de que él decidió levantarse para recibir un milagro.

No podemos guiarnos por lo que escuchamos, porque aun cuando la Tierra este rodeada de tinieblas, la gloria de Jehová nacerá sobre nosotros. Pero necesitamos ser valientes para creer cuando nadie lo hace, para adecuarnos a nuestro milagro, para no escuchar las voces de negatividad; necesitamos ser valientes para ver la gloria de Dios reesplandecer en nuestras vidas.