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Mi milagro no está muerto
Pastora Rebeca de Bertucci
Martes 28-09-2021
Juan 11:17: “Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro”.
Dios no nos trajo hasta aquí para que retrocedamos, sino para que venzamos las circunstancias. Puede que hayamos dado por muerto nuestro milagro, que esté encerrado en una tumba, y que la gente nos vea como fracasados por tener años esperando, pero Dios viene para decirnos que no temamos, que Él está con nosotros como poderoso gigante. Debemos convertirnos en personas magnéticas, que atraigan con su fe y oración, el milagro.
Juan 11:21-22: “Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará”.
Cuando Marta vio a Jesús, sintió que Él los había abandonado, pero ella realmente no tenía revelación de quien era Jesús. Esa es una gran dificultad que nos separa de nuestro milagro, debemos tener conocimiento del gran Dios, de su bondad y bendición.
La religión nos enseña que si no vivimos en una oración constante y una súplica incesante, nunca recibiremos un milagro, pero Jesús tenía de frente a una Marta que estaba tan angustiada, que seguramente por todo el afán, no había orado o ayunado. Esto no significa que no debamos ayudar, al contrario, debemos hacerlo, pero no podemos ponerlo como un parámetro para que Dios haga un milagro.
Juan 11: 23-25: “Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”.
Se nos debe revelar una relación con Jesús, a tal punto de decir como Job: “Aunque Él me matare, en Él esperaré” (Job 13:15), tenemos que declarar: “Aunque no reciba mi milagro, en Él esperaré”. Por encima de nuestra humanidad, las contradicciones o dudas que tengamos, debemos amar a Jesús; tengamos presente al Señor en todos nuestros caminos. Poseemos un Dios que nos levanta y nos toma de la mano para guiarnos en nuestros caminos, pero no conocemos que Él es así, que ya lo dijo en su Palabra, y por eso no accedemos a sus promesas.
Juan 11: 28: “Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama”.
Jesús nos llama hoy a tener una mejor relación con Él, a profundizar en la intimidad. Dios nos dice que dejemos las preocupaciones de lado y nos acerquemos confiadamente al trono de la gracia, porque Él nos ayudará con cada debilidad.
Juan 11:29-33: “Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él. Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió”.
Hay que aprender a relacionarnos con el Espíritu Santo, quien es nuestro ayudador. La actitud de María, a diferencia de la de Marta, cambió todo, porque ella le adoró y se humilló ante Jesús con solo verlo. Esto conmovió a Jesús, porque siempre que un hombre o una mujer de Dios pide humildemente, Jesús se conmoverá. La dependencia tan enorme que tenía María de Jesús, cambió todo, incluso, cuando las palabras de María fueron las mismas que las de Marta, fue distinta la reacción, porque venían de un corazón adorador.
Juan 11:38-41,43: “Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!”
Llega un punto en el que estamos tan ocupados sirviéndole a Dios, que sabemos que ya oramos por ese milagro, y que está caminando hacia nosotros, por eso nace una actitud de agradecimiento por lo que vamos a recibir. Jesús ya dio la orden de que quitaran la piedra que estorbaba nuestro milagro, solo debemos creer que veremos la gloria de Dios. Jesús le dice a nuestro milagro hoy: “Ven fuera”, porque nuestro milagro ha resucitado y está vigente hoy.