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Dios siempre responde
Líder Martín Suarez y Líder José Mena
05-10-2021
Líder Martín Suarez
1 Samuel 1:3 Cada año Elcaná salía de su pueblo para adorar al Señor Todopoderoso y ofrecerle sacrificios en Siló, donde Ofni y Finés, los dos hijos de Elí, oficiaban como sacerdotes del Señor. 4 Cuando llegaba el día de ofrecer su sacrificio, Elcaná solía darles a Penina y a todos sus hijos e hijas la porción que les correspondía. 5 Pero a Ana le daba una porción especial, pues la amaba a pesar de que el Señor la había hecho estéril.
En esa época las mujeres llevaban honra al poder tener hijos, además que se veía como una bendición para la pareja. Por eso Ana se sentía tan desdichada, ella deseaba darle un hijo a su esposo el cual amaba y por causa de su infertilidad debía soportar las burlas de la otra esposa de Elcaná. Puede que muchos llevemos tiempo esperando un milagro y nos encontremos recibiendo las burlas de aquellos que lo ven imposible.
1 Samuel: 1:8 Una vez, estando en Siló, Ana se levantó después de la comida. Y a la vista del sacerdote Elí, que estaba sentado en su silla junto a la puerta del santuario del Señor.
Ana tenía revelación muy firme de quien era Dios, ella sabía a quién le estaba orando y que aun cuando su petición era imposible su Dios era capaz de hacerlo realidad.
Líder José Mena
Todos necesitamos en algún momento la intervención de Dios en nuestra vida, y es importante saber a cuál lugar debemos correr cuando las cosas se compliquen. Ana sabía que en la oración estaba su bendición, por eso fue y clamó en gran manera delante de Dios.
1 Samuel 1:12 Como Ana estuvo orando largo rato ante el Señor, Elí se fijó en su boca. 13 Sus labios se movían, pero, debido a que Ana oraba en voz baja, no se podía oír su voz. Elí pensó que estaba borracha.
La Biblia cuenta que la aflicción de Ana era tan grande que solo lloraba, ella movía sus labios, pero no salían palabras. Cuando nuestro dolor nos genera tantas lagrimas que no nos salen palabras podemos confiar que Dios entiende la oración que sale del corazón.
Líder Martín Suarez
1 Samuel 1:15- 17 No, mi señor; no he bebido ni vino ni cerveza. Soy solo una mujer angustiada que ha venido a desahogarse delante del Señor. No me tome usted por una mala mujer. He pasado este tiempo orando debido a mi angustia y aflicción. —Vete en paz —respondió Elí—. Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.
Los hombres no comprenden el dolor o la necesidad espiritual que podamos sentir, solo Dios puede suplir y entender nuestros ruegos. Ana se estaba desahogando con Dios, ella le confesó su dolor, su tristeza e incluso sus dudas; este es un principio poderoso que nos muestra que al caminar hacia nuestro milagro podemos expresarnos con Dios, porque Él es nuestro lugar seguro
.
1 Samuel 1:18-20 Con esto, Ana se despidió y se fue a comer. Desde ese momento, su semblante cambió. 19 Al día siguiente madrugaron y, después de adorar al Señor, volvieron a su casa en Ramá. Luego Elcaná se unió a su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella. 20 Ana concibió y, pasado un año, dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, pues dijo: «Al Señor se lo pedí».
Ana se fue a su casa y su vida continuó igual, pero vemos que estando en un momento de intimidad con su esposo, Dios se acordó de ella. Las oraciones que hacemos no se esfuman, permanecen presentes delante de Dios para que Él se acuerde de nuestra causa y se ponga a nuestro favor.
Debemos confiar y esperar que nuestras oraciones serán respondidas, porque todos nosotros somos el producto de la oración de alguien. La oración no caduca, queda puesta delante de Dios para ser respondida en el momento justo. Así pasó con Ana, su hijo llegó en el momento que era necesario.