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Por este milagro oraré
Pastora Rebeca Bertucci
Martes 18-01-2022
Quien sueña no deja de visualizar lo que cree, y aunque muchas veces venga el espíritu de derrota sobre él, se vuelve a levantar, porque conoce que los milagros no caducan y suceden cuando alguien se atreve a creer.
1 Samuel 1:12-14: “Ana oraba a Dios en silencio. Elí la veía mover los labios, pero como no escuchaba lo que decía, pensó que estaba borracha. Por eso le dijo: —¿No te da vergüenza estar borracha? ¡Deja ya la borrachera!” (TLA).
Debemos ocuparnos de nuestro milagro y dejar de estar pensando en lo que está haciendo nuestro compañero; es necesario desconectarnos de los demás para conectarnos con Dios. No vivamos de lo que dicen los demás, vivamos nuestra vida para Jesús, y Él, quien comenzó una buena obra en nosotros, la perfeccionará (Filipenses 1:6). La crítica que hacemos a otros estorba nuestro milagro, y aún más cuando se trata de los ungidos de Jehová; David nos enseñó al respecto, dice en 1 Samuel 24:6: “Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová”, y también declara la Palabra en Marcos 9:42: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar”.
1 Samuel 1:15-16: “Pero Ana le respondió: —Señor mío, no crea usted que estoy borracha. No he bebido vino ni cerveza. Estoy muy triste, y por eso estoy aquí suplicándole a Dios que me responda” (TLA).
Llega un punto en el que conocemos que hay cargas que no podemos llevar, pero en ese momento debemos orar a Dios y decirle: “Tu Palabra dice que no nos colocas cargas que no podamos llevar” (1 Corintios 10:13), y que tenga misericordia de nosotros, nos ayude y nos libre, y Él responderá a la humildad, sencillez y sinceridad de nuestros corazones. Alguien que cree no tiene rival, porque la fe nos hace alcanzar aquello que se ve imposible. Quien ha sido fiel a Dios y le ha servido con todo el corazón a pesar de las dificultades, recibirá su milagro.
1 Samuel 1:17: “Entonces Elí le contestó: —Vete tranquila, y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido” (TLA).
Ana creyó la palabra que le dijo el sacerdote. Veremos errores en nuestros líderes, porque no son perfectos, pero también habrá frutos dignos, y debemos tomar la decisión de creer o no, en el caso de Ana, ella decidió creer.
1 Samuel 1:18-21: “Y Ana le dijo: — ¡Usted sí me comprende! Dicho esto, Ana regresó a comer y dejó de estar triste. A la mañana siguiente, Elcaná y su familia fueron al santuario para adorar a Dios, y después de eso regresaron a su casa en Ramá. Tiempo después, Elcaná y su esposa Ana tuvieron relaciones sexuales, y Dios permitió que ella quedara embarazada. Cuando nació el niño, Ana le puso por nombre Samuel, porque Dios contestó su oración. Al año siguiente, cuando llegó el tiempo de ir al santuario para presentar la ofrenda acostumbrada, Elcaná fue a Siló con toda su familia para cumplir su promesa” (TLA).
Ana se llenó de gozo, porque dice la Palabra que el gozo del Señor es nuestra fuerza (Nehemías 8:10). Si estamos esperando nuestro milagro no debemos estar tristes, recordemos que vivimos por fe, no por vista (2 Corintios 5:7). No nos olvidemos de Dios cuando hayamos recibido nuestro milagro, siempre tengamos presente el lugar del que Dios nos sacó, porque las grandezas no pueden dominar nuestros corazones, nuestras vidas tienen un dueño y se llama Cristo, caminamos para Él y nada debe estorbarlo.
No permitamos que nada impida nuestro milagro, recordemos que no debemos criticar a los demás, respetar a las autoridades, y oír a nuestros profetas para que seamos bendecidos. Dice la Palabra en Salmo 91:7: “Caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará”.
1 Samuel 19: 23-28: “Elcaná le dijo: —Haz lo que te parezca mejor. Que el niño se quede contigo hasta que pueda comer solo. Y que Dios cumpla su promesa. Ana se quedó con su hijo, y lo cuidó hasta que el niño comenzó a comer solo. Fue entonces cuando Ana lo llevó al santuario de Siló. También llevó como ofrenda un novillo de tres años, vino y veinte kilos de harina. Después de presentar en el altar al novillo, Ana y su esposo le entregaron el niño al sacerdote Elí. Y Ana le dijo: «Señor mío, hace tiempo yo estuve aquí, orando a Dios. Yo le pedí este niño, y él me lo concedió. Por eso ahora se lo entrego, para que le sirva todos los días de su vida». Y todos ellos adoraron a Dios” (TLA).
¡Oremos por el milagro que tanto hemos estado esperando!