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Bienaventurados los pobres en espíritu
Pastor Javier Bertucci
Sábado 19-02-2022
Ayuno nacional
Mateo 5:2-3: “Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Existe una gran diferencia entre un pobre en espíritu y alguien con un espíritu pobre, cuando una persona es de espíritu pobre se rinde fácilmente ante las pruebas, no tiene fuerzas y es pusilánime, falto de carácter y personalidad espiritual. Sin embargo, la Palabra declara que los pobres en espíritu son bienaventurados, porque a ellos les corresponde por herencia directa el Reino de los cielos.
Una persona pobre en espíritu es aquella que reconoce su incapacidad natural para lograr por sus propias fuerzas todo lo que Dios le pide y conoce su gran necesidad de ser guiada por El Espíritu Santo. Los pobres en espíritu son conscientes de que tienen que buscar de Dios para recibir dirección y obtener la ayuda que necesitan, nunca se considerarán autosuficientes, porque entienden que están perdidos sin el Espíritu Santo.
Jesús vino al mundo para dejar un legado y una enseñanza de vida, para demostrar que Él siendo 100% hombre pudo vencer todo pecado; una persona pobre en espíritu comprende que está en esta tierra para seguir el ejemplo de Jesús, para amarle y vivir para Él. Su línea de comparación siempre será Jesucristo, siendo Él su ejemplo de vida y todo lo que desea ser.
La diferencia que hay entre una persona que entregó su vida a Jesús y un inconverso no radica en la manera que se viste o habla, sino en la forma en que ama a Dios, porque de ese amor nacerán todos los cambios que deba hacer para agradar el corazón de Cristo. Los pobres de espíritu son moldeables, amables, tiernos y bondadosos, ellos siguen la dirección de Jesús, aman, toleran, perdonan y muestran la verdadera fe, la cual es vivir y amar a su Salvador.
Son los pobres en espíritu los que logran marcar vidas, debido a que ellos fueron marcados, se convierten en canales de Dios porque le aman y su razón para actuar siempre será la convicción de que viven para Dios. El mismo apóstol Pablo afirmó que el Cristo que vivía dentro de él dirigía sus palabras, pensamientos y acciones (Gálatas 2:20), por eso decidimos ser cristianos, para ser direccionados por Él.
Son una clase de personas que desesperan por Dios, por estar en su presencia, personas que admiten sus debilidades e incapacidades cuando están delante de su Padre. Si deseamos amar a Dios como lo hace un pobre en espíritu, debemos buscarlo y dejar atrás todo interés personal; cuando amamos verdaderamente no nos mueve cualquier tipo de conveniencia, sino la pasión y el querer vivir junto a quien amamos.
En la búsqueda del corazón de Dios empezamos a verlo no solo como el Salvador, sino como nuestro amor, como el amante de nuestra alma, y es en ese punto que empezamos a vivir un cristianismo verdadero, uno que nace del amor hacia el Dios a quien le servimos. Busquemos ser pobres en espíritu, porque el dinero no nos asegura una estadía en el cielo, anhelemos la presencia de Dios desesperadamente, reconozcamos nuestra necesidad imperante de ser ayudados por Él; porque si lo buscamos desesperadamente en la Tierra, lo encontraremos cuando vayamos al cielo.