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La Ley vs. la Gracia

Pastor Javier Bertucci

Domingo 20-03-2022

Muchos pastores usan la Ley y la Gracia como formas de manipular a su congregación. Si un pastor predica Gracia y Ley, busca generar en el pueblo una dependencia hacia él. Quien predica la Gracia genera un camino para que la iglesia sea únicamente dependiente de la Gracia de Dios. Fue gracias a la entrega de Jesús que tenemos posibilidad de entrar en un nuevo pacto de Gracia, que nos permite tener la identidad de hijos.

No podemos mezclar Ley con Gracia. Los cambios que deben surgir en una persona tienen que provenir de una relación con Dios, no por la imposición del reglamento de una iglesia. Siempre que intentemos vivir por Ley, estaremos despreciando la Gracia obtenida por el sacrificio de Cristo. Debemos decidir en cuál pacto vamos a vivir. Si elegimos la Gracia, entonces tenemos que enfocarnos en todas las promesas dadas para quienes viven por ella.

Romanos 5:17: “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.”

Con la muerte de Jesucristo empezó el imperio de la vida para todos nosotros. Fue por su muerte y resurrección que se nos entrega la justicia y gracia de Dios, porque nuestra propia justicia no bastaba. El diablo nos ha hecho pensar que cuando pecamos, perdemos la justificación y toda condición de hijo, pero esta idea dice que el pecado es más poderoso que la sangre de Cristo. La Biblia claramente establece que cada vez que pequemos, abogado tenemos para con el Padre.

Romanos 5:18-19: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque, así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.”

Romanos es sencillo al explicar que por uno (Adán) toda la humanidad fue condenada; sin embargo, por uno (Jesús) fuimos restituidos y justificados. Dios nos da como regalo su justicia y gracia por lo que Jesucristo hizo, y es por la bondad del Padre que cuando nos presentamos ante Él, no ve nuestros pecados, sino la sangre de Jesús.

No podemos desear aplicar la Ley a nuestra conveniencia. Si deseamos “justicia divina” que haga pagar a quienes nos lastiman, entonces debemos estar dispuestos a recibir exactamente lo mismo cada vez que cometamos un pecado. Si oramos por la salvación del perdido, no puede haber un deseo en nuestro corazón de que Dios castigue a nuestros enemigos.

Vivir en el pacto de la Gracia nos tiene que transformar para ofrecerla de la misma manera en que se nos ofreció a nosotros, además, nos pone en línea con el deseo del Cielo para la raza humana.

Romanos 5:20-21: “Pero la gracia se introdujo para que el pecado abundase; más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.”

Hubo un tiempo en el que reinó el pecado y la muerte, pero ahora vivimos el tiempo de la gracia y la justicia. Todos los días pecamos, pero, sucede que hemos minimizado ciertos pecados para no sentirnos tan culpables; sin embargo, para Dios todos los pecados tienen el mismo valor, y es únicamente la Gracia la que puede obrar en nosotros para gestar cambios positivos y radicales.

La Ley se trataba de lo que el hombre “no puede” y de lo que “sí puede hacer”, pero la Gracia se trata de lo que Jesús es, de su vida, su sacrificio y su victoria para con nosotros. Al final, por la Ley se debía acudir a una expiación para que el pueblo no muriera por sus pecados, y todos los litros de sangre de toros y machos cabríos servían para limpiar de forma temporal a Israel. No obstante, la sangre de Jesús tiene el poder de limpiar permanentemente el cuerpo y la mente de todo aquel que acuda a ella.

En la Ley se castiga los pecados por varias generaciones, pero en la Gracia, Dios es propiciador de misericordia, y extiende su Pacto por generaciones. Elegir una vida en el pacto de Gracia, es conocer que es por el sacrificio de Cristo que tenemos acceso a ella; es valorar esa Gracia al buscar trabajar en nuestros errores, y es saber que cada vez que pecamos, la sangre de Cristo nos limpia, y por la Gracia seguimos siendo hijos de Dios.