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La Ley vs. la Gracia: El don de la justicia
Pastor Javier Bertucci
Domingo 27-03-2022
El apóstol Pablo fue el mayor expositor de la gracia, llegando a tener experiencias sobrenaturales que le dieron un mayor discernimiento de Jesús y del poder del Espíritu Santo. La Ley, al contrario, nos ofrece solo carnalidad, reglas y manipulación. Pablo les escribe a los romanos para comentarles, que a él se le fue revelado el misterio oculto de la gracia, por medio de la cual somos justificados (Romanos 3:24).
En la Biblia hay muchas escrituras en las que el apóstol Pablo defiende y afirma el pacto de la gracia. Es necesario entender este pacto, porque de lo contrario el sacrificio de Jesús sería en vano. La Ley intenta hacernos creer que por pecar estamos desechados; sin embargo, el pecado no tiene la capacidad de descalificarnos, pero el sacrificio de Cristo puede calificarnos para su propósito.
Juan 20:25-27: “Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.”
Jesús estaba salvando a Tomas del terrible pecado de la incredulidad, porque no creía ni en Jesús ni en su pacto de gracia. El amor de Jesús es tan grande que puede llegar a manifestarse para salvar a una persona, Él es capaz de hacer cosas especiales por nosotros, incluso sin merecerlas, porque su amor es gracia.
Romanos 5: 5-9: “Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.”
Fuimos justificados por la sangre de Cristo, y lo único que debemos hacer es recibir el don de justicia, que es el hijo de Dios. Ese don de justicia es un regalo que debemos recibir y agradecer, porque al adquirirlo somos salvos, convirtiéndonos en la justicia de Dios en Cristo por la vida de Jesús.
Romanos 5:12-13, 15: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.”
La humanidad tiene en su genética el pecado, y Pablo afirma que la Ley era la única que evidenciaba el pecado. No nos equivoquemos al pensar que nuestros errores nos quitan el regalo de la justificación, porque ningún pecado tiene mayor poder que el don de la justicia. Todos los que deciden recibir la abundancia de la gracia y el don de la justicia reinarán en vida.
Romanos 5:18 “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.”
Si le restamos poder a la gracia, despreciamos el sacrificio de Jesús por nosotros. Con Él somos justificados para ahora vivir bajo el reinado de Cristo y la gracia. El legalismo resalta el pecado y la gracia levanta a Jesús. Por eso, siempre que Jesús menciona nuestro pecado, es para hacernos entender que su deseo y plan está por encima de cualquier error que podamos cometer.
La Ley siempre será inferior a la gracia, porque ningún pecado es mayor que el propósito de Dios sobre nosotros. La obediencia siempre será el resultado de un corazón agradecido por la inmerecida gracia. Cuando Jesús nos da el don de justicia se genera en nosotros un deseo de vivir para Él, nos apartamos del pecado porque deseamos servirle, todo en gratitud a lo que Él hizo por nosotros.