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Por Su cuerpo

Pastor Javier Bertucci

Domingo 26-06-2022

 

 

La única forma en que recibimos sanidad, es por medio del cuerpo de Cristo. La sanidad no puede ser comprada con ofrendas o acciones, porque solamente Jesús puede habilitarnos para ser sanos. Jesucristo se llevó toda enfermedad con el sacrificio de la cruz, desde ese día, poseemos el derecho de vivir sanos. Recibimos sanidad por la gracia que se habilitó mediante el cuerpo de Cristo.

Muchos de los cristianos han aceptado la enfermedad como parte de sus vidas; pero esta, es solo un engaño del diablo y una autorización de la religión. Asumimos una enfermedad, cuando pensamos que es un castigo por el pecado. No obstante, ese tipo de pensamientos son solo un engaño de la religión, y una trampa de condenación establecida por el enemigo.

Isaías 53:4-6: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.”

Lucas 11:13: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”

Mateo 6: 8: “No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.”

Por lo tanto, la batalla por la sanidad se desempeña en la mente. Debemos dejar la condenación de lado, porque toda aflicción es culpa de satanás, quien, a causa de su odio, busca hacernos sufrir en la Tierra. No somos causantes del oprobio que vivimos, y ninguna enfermedad viene de Dios, porque para Jehová, es difícil ver a sus hijos sufrir. Él se conmueve con nuestras lágrimas y por amor a nosotros, entregó al único hijo que tenía, con el fin de vernos sanos y felices. Debemos cambiar el pensamiento de condenación, por uno de fe y victoria.

Mateo 15:17: “Le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas.”

Filipenses 4:7-9: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.”

Por su cuerpo, nuestra mente puede estar alineada al Reino de Dios, de forma que coopere con lo que el Espíritu Santo a dicho. La sangre que Jesús derramó, con la corona de espinas, tiene el poder de limpiar nuestras conciencias de obras muertas (Hebreos 9:14). La forma de sacar todo pensamiento negativo, es estableciendo uno positivo, que esté basado en la Palabra de Dios. Al aplicar esta fórmula, empezaremos a experimentar lo establecido en Filipenses 4:7, y es entonces cuando la verdadera paz inundará nuestra vida, y sobreabundarán pensamientos de bien.

Solo por medio del cuerpo de Cristo, podemos ver la gloria de Dios, y disfrutarla con seguridad. En el Antiguo Pacto, solamente el sumo sacerdote podía estar en la presencia de Dios, y aquellos que no entraban en perfecta pureza, morían en el acto. A través de la muerte de Jesús, tenemos completa libertad para entrar en el lugar santísimo. Desde ese día su presencia vive en nosotros, y estamos resguardados en su costado, junto a su corazón.

Juan 19:34-37: “Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.”

Éxodo 33: 20-22: “Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado.”

Hebreos 10:19-20: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne.”

Es por su cuerpo que hoy disfrutamos de Su presencia. Moisés nunca pudo disfrutar con plenitud de la presencia de Dios, porque la Ley lo impedía. Sin embargo, Jesús rasgó el velo que nos separaba de Dios, y por su sangre, podemos buscar el rostro de Dios cada vez que deseemos. Jesucristo puso su carne y su cuerpo para que existiera un camino vivo, uno donde podemos transitar con confianza y paz hacia el trono de gracia.