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Viene una inundación de fuego
Encuentro Nacional de Pastores
Pastor Javier Bertucci
Viernes 19-08-2022
El fuego es algo característico del Espíritu Santo y no de Satanás, por eso el profeta Elías desafió a los profetas de Baal diciéndoles que hicieran descender fuego del cielo, y por mas que trataron, no lo pudieron lograr (1 Reyes 18:20-29). El fuego es característico del Nuevo Pacto por medio del Espíritu Santo, de manera que, pertenece a quien lo genera, es decir, a Dios. Satanás no puede hacer fuego, pero el Espíritu Santo es fuego, y apareció en el día de Pentecostés, en el Aposento Alto repartido en forma simbólica como lenguas de fuego; al parecer eran llamas sobre las cabezas de los que estaban en ese lugar y luego empezó una revolución en el mundo, un poder desatado que antes la iglesia no tenía (Hechos 2).
Si algo ha intentado hacer Satanás a través de la religión, es tratar de apagar el fuego, pero la sorpresa es que Dios puede iniciar un mover en fuego a través de jóvenes que no tienen reputación, pero quieren servirle con lo que saben hacer. Si quienes poseen mas edad no se dejan inundar por el fuego de Dios, Él va a hacerlo con los jóvenes, y ellos van a ir más allá de todos los que se opongan al poderoso avivamiento que viene de camino.
Lucas 12:49: “Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido?”
La única forma de mantener a una iglesia controlada, es apagándola, echándole la frialdad del legalismo, del control y la manipulación, pero el fuego es incontrolable.
Mateo 3:11: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.”
El deseo de Dios es que todos sean encendidos, desde entonces se supone que todos los que creen en Jesús deben ser llamas y antorchas encendidas, y no velas que humean. El fuego no hace acuerdos con la religión. Vale mas un predicador inundado con el fuego del Espíritu Santo, que tres mil apagados con el agua de la religión.
Nahum 2:3-4: “El escudo de sus valientes estará enrojecido, los varones de su ejército vestidos de grana; el carro como fuego de antorchas; el día que se prepare, temblarán las hayas. Los carros se precipitarán a las plazas, con estruendo rodarán por las calles; su aspecto será como antorchas encendidas, correrán como relámpagos.”
Esta nueva generación se cansó de aquellos que conocen su Biblia, pero no a Dios del todo, que son capaces de predicar normas y dogmas con gran habilidad para manipular e imponerlas, pero malos para poder discernir los tiempos de Dios, que sus mensajes pueden alimentar sus mentes, pero nunca sus espíritus, son predicadores de letra, no de vida, con sermones escritos a la luz de la teología y no a la luz del Espíritu Santo, por tanto, sus palabras y sus mensajes no producen vida en quien los oye.
Ellos son quienes han detenido el impulso de las antorchas, quienes han anulado la fuerza de los relámpagos, pero Dios se hastío y dijo: “Voy a levantar gente que dé lugar a la inundación que yo quiero traer”. Y cuando alguien se enciende en el fuego del Espíritu Santo no puede seguir apagado, no busca humo, busca fuego.
El fuego atrae fuego, y cuando estas personas encendidas empiezan a encender a otros, se empieza a propagar el Evangelio. El fuego del Espíritu Santo no es para sentarse alrededor a compartir y disertar sobre doctrinas, porque ellas no pueden cambiar al pecador, pero el fuego del Espíritu Santo sí puede cambiar a cualquiera que se deje inundar por Él.
Jesús vino a sumergirnos en el fuego del Espíritu Santo, porque una cosa es tener algo de fuego y otra echar llamas.
Levítico 2:9: “Y tomará el sacerdote de aquella ofrenda lo que sea para su memorial, y lo hará arder sobre el altar; ofrenda encendida de olor grato a Jehová.”
Nacimos en este tiempo y tenemos una carga y responsabilidad de encender e inundar con fuego toda esta generación, lo cual será olor fragante para Dios. ¡Y lo que Él está empezando nadie lo puede detener!
La iglesia de los Hechos no pudo ser detenida, porque era una iglesia encendida, bautizada e inundada en fuego. Nuestra fe cristiana fue llamada para encenderse y alumbrar las ciudades en las que está. Hoy las antorchas siguen encendidas con el fuego del Espíritu Santo para dar fuego y vida a todos los que la necesitan. Dios quiere a hombres y mujeres que no les importe lo que tienen y lo que son por hacer la voluntad de Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9).
La gente con fuego no le tiene miedo a nada, no pueden ser detenidos con facilidad, ellos van a buscar a la gente, no se quedan esperando a que ellos vengan. Los jóvenes tienen una gran capacidad para traer muertos a resurrección, tienen el llamado a hacer una revolución en la iglesia y lograr que sea inundada con el fuego del Espíritu Santo, tienen la capacidad de capitalizar el deseo de Jesús en la Tierra. ¡He venido a encender un fuego y deseo que todos sean encendidos y saturados con ese fuego! Necesitamos encendernos para que una vez que vayamos a nuestros lugares, podamos encender a otros, y así haya una revolución de fuego en cada lugar.
Hay un fuego que quiere avivarse en nuestros corazones, Pablo le decía a Timoteo: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2 Timoteo 1:6), indicando esto, que un fuego ardiendo enciende a otro fuego. Nuestras manos no son para empujar ni señalar a nuestro hermano, son para imponerlas sobre otros y encenderlos como un fuego también; y cuando no están encendiendo a otros, están adorando al fuego de Dios que es Jesucristo. Él dijo: “Vine a encender u fuego”, y nadie enciende un fuego si no es fuego.
Jesús era el fuego de Dios en la Tierra para encender a sus hermanos menores, y somos hermanos de Jesús, Él es el primogénito entre todos los hermanos. ¡Lo que viene nadie lo puede detener!