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Cómo hacer oraciones poderosas

Pastor Francisco Barrios

Martes 06-12-2022

 

Santiago 1:2-6: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”.

Lo más valioso que tenemos según la Biblia, es nuestra fe, ella tiene mayor valor que el oro y la plata (1 Pedro 1:7), por ello satanás siempre va a buscar atacarla. Es también el motor que mueve a Dios y el requisito para que podamos recibir nuestro milagro.

Hebreos 11:1: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.

La condenación y la culpa son las armas predilectas de satanás para frustrar nuestra fe. Ahora bien, cuando vamos a orar, ¿qué estamos esperando recibir?, allí radica el problema, creemos que vamos a recibir de acuerdo a cómo nos hemos comportado, es decir, según nuestras obras.

Mateo 15:21-28: “Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”.

Nuestra fe no debe estar basada en el currículo de obras que poseemos ni en la capacidad moral propia, sino en la misericordia, gracia y favor de Dios; no en lo que nosotros somos, sino en lo que Jesús es. Al momento de orar va a venir el acusador, es decir, satanás, con el objetivo de recordarnos cuántas veces le hemos fallado a Dios, y nuestra conciencia sabe que siempre que hacemos lo malo, merecemos castigo.

La conciencia nos lleva a exiliarnos de Dios, a estar bajo condenación, lo que nos lleva a esperar lo peor y a que nuestra fe no tenga sustancia, por consiguiente, no hay poder para un milagro ni tampoco agradamos a Dios. Es hora de que liberemos nuestra fe creyendo en el sacrificio de Jesús, y es tan sencillo, que nos parece imposible y lo menospreciamos, ya que se trata solamente de confiar que Él ya pagó.

Hemos escuchado que Dios perdona nuestros pecados, pero que debemos asumir nuestras consecuencias, esto es un engaño de satanás, porque dice la Biblia que “el castigo de nuestra paz fue sobre Él” (Jesús, (Isaías 53:5); el precio fue cancelado, entonces no tenemos por qué nosotros volver a pagar la misma deuda. No aceptemos consecuencias de pecado, porque nos aclaran las Escrituras que ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Romanos 8:1).

Es cierto que merecemos la muerte, pero gracias a que Jesús clavó en la cruz el acta de los decretos que nos era contraria, hoy somos perdonados, y no tenemos que cargar la culpa.

Hebreos 10:12-22: “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos, después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, 20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”.

La conciencia de pecado tiene prisionera la fe, así que hoy liberemos nuestra fe, porque ya Jesús pagó la deuda.