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Desesperados por la presencia de Dios

Pastor Yobany Blanco

Domingo 09-05-2021

Éxodo 33: 11-12: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo. Y dijo Moisés a Jehová: Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos”.

Aunque Israel atravesaba por un desierto, Moisés durante ese tiempo buscaba fervientemente el rostro de Dios. Hoy, también podemos atravesar por desiertos, y lo que debemos hacer en esos momentos es buscar la presencia de Dios, es durante ese tiempo que se levantan hombres como Moisés, que su principal arma es la presencia de Dios.

El único que puede guiarnos, cuidarnos y direccionarnos, es Dios, pero solamente anhelar su presencia en tiempos de desierto podrá asegurárnoslo. Nuestra búsqueda de la presencia de Dios debe ser constante, no podemos tenerlo como una segunda opción, y menos en los momentos más difíciles, porque quien desea desesperadamente la presencia de Dios, le es concedido el anhelo de su corazón.

Los corazones son probados en el desierto, es allí cuando Dios ve lo que abunda en nosotros. Moisés sabía que ni la queja, ni la murmuración atraían a Dios, que solamente la gratitud atrae Su presencia, y que ella nos da identidad y autoridad para sojuzgar. En la presencia de Dios recibimos lo que Él es; y todo lo que necesitamos es concedido solo si le buscamos.

Dios llama a Jesús “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17), y para ese momento no había hecho el primer milagro, pero caminaba en obediencia y en comunión con el Padre; su secreto siempre fue caminar en la presencia de Dios aun cuando el diablo intentaba alejarlo de su Padre.

El diablo intentó tentar a Jesús en un desierto para alejarlo de la voz de Dios (Mateo 4:1), así como hizo con Adán, pero Jesús sí resistió, y por eso tenemos un Nuevo Pacto. Cuando el diablo se acercó a Adán, lo hizo para desenfocarlo de todo lo que tenía e inducirlo al pecado, en consecuencia, esto alejó a toda la humanidad de la presencia de Dios. El pecado no nos permite estar delante de Dios, por eso la sangre de Cristo fue la forma en que el Padre nos acercó a Él nuevamente, Dios abrió de nuevo la puerta que se había cerrado por medio del sacrificio hecho en la Cruz del Calvario.

Romanos 3: 23-25: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”.

Salmo 25:14: “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto”.

La presencia de Dios está disponible para todos, pero solo los que temen a Dios, guardan sus mandamientos y le anhelan con hambre y sed, son los que acceden a ella. Lo que deseamos, es nuestra prioridad, la intensidad con que buscamos a Dios demuestra nuestras ansias de Él. David nunca dejó que la vida de rey lo alejará de anhelar la presencia de Dios, para Él era mejor estar un día en la casa de Dios, que mil fuera (Salmo 84:10), manifestaba que: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía” (Salmo 42:1a).

Cuando una persona busca la presencia de Dios, hace que muchos se acerquen también a Él; así que si una Iglesia ama la presencia del Padre, puede conseguir que una nación encuentre a Dios. Esa presencia en nuestras vidas asegura un pacto de protección y salvación para nuestra familia, y solo podremos sobrevivir a un desierto, cuando tenemos esa presencia en nuestras vidas, solo así lo vamos a conquistar, y las puertas de la tierra prometida se abrirán para nosotros.