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El corazón de un adorador

Líder Alfredo Aponte

Martes 22-06-2021

Marcos 14: 3-9: “Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella. Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”.

Adoración es saber que somos instrumentos de Dios. Un adorador es quien se olvida de sí mismo para entregarle todo a quien adora. La mujer del frasco de alabastro quebró el recipiente que contenía lo único de valor que poseía, derramando así sobre Jesús todo el perfume. La más grande adoración siempre será derramar todo lo que tenemos por dentro de valor para Jesús.

La palabra “adoración” significa actitud de reverencia y humillación total, esta es la posición que busca Dios en los adoradores, por eso Él no rechaza a quienes se quiebran y se humillan en su presencia. Jesús se entregó primero a nosotros, sin esperar nada a cambio, más allá de que su amor sea correspondido, y cuando le correspondemos, entregamos adoración. Esa actitud de inclinarnos y besar el borde de Su manto en medio de la aflicción, es lo que Dios quiere, que le adoremos en todo momento, en cada acción que hagamos.

Hebreos 5:7: “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente”.

Cuando nuestro clamor está acompañado de adoración, el Cielo no puede ignorarlo. Si nuestra actitud de oración es de reverencia, seremos oídos y nuestro milagro nos será otorgado. Jesús fue escuchado en su momento de aflicción, debido a que Él se negó a sí mismo para hacer lo que Dios le pedía, ese es el corazón de un adorador.

Dios quiere que oremos desde la posición de adoradores, olvidándonos de todo a nuestro alrededor. Conectemos con Dios solamente, a través de una actitud de reverencia y humillación para besar sus pies, en entrega de todo lo que poseemos como lo hizo la mujer del frasco de alabastro, quien entregó todo lo de valor que tenía.