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El derecho a ser escuchado
Pastor Francisco Barrios
Martes 17-05-2022
Tenemos a un Dios que está atento a nuestro dolor, porque todo lo que es importante para nosotros, lo es también para Él. Jesús es la personificación de la ternura del Padre para con nosotros. Cuando la Biblia habla de que Dios puede ser amor (1 Juan 4:8) y fuego consumidor (Hebreos 12:29), se refiere a que Él representa el equilibrio perfecto entre la ternura y la corrección.
Lucas 18:10-12: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Cuando Jesús enseñó sobre la actitud que debemos tener al orar mostró dos ejemplos, siendo un publicano lo peor de la sociedad, y un fariseo uno de los hombres más importantes de esa época. En su parábola, el fariseo oraba desde la suficiencia de sus propios méritos, esperando que por sus acciones ganara el derecho a ser escuchado. Por otro lado, un publicano oraba desde el reconocimiento de sus errores y amparándose bajo el amor y la gracia de Dios.
Romanos 5:17: “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.”
Según la Biblia, aquellos que reciben la gracia, reciben la justicia de Dios. Se nos ofrece gracia sin medida, pero debe ser recibida, y solo nosotros podemos decir cuánta gracia vamos admitir. Cuando recibimos gracia, avanzamos a un nuevo nivel de oración; porque entendemos que nada de lo que el Padre nos ha dado, nos lo hemos ganado, sino que Él por su infinito amor, nos lo otorga.
Lo que nos da el derecho de ser oídos, es tener nuestra fe anclada en lo que Jesús hizo por nosotros. No basemos nuestro cristianismo en todas nuestras capacidades, porque eso significa que vivimos bajo la Ley. Dios desea sanarnos, liberarnos y ayudarnos, solo nos pide que confiemos, porque a medida que vemos su bondad, iremos abriendo nuestras manos para recibir su gracia.
Hebreos 4:16: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”
El Dios en quien creemos está sentado en un trono de gracia, en Él alcanzaremos misericordia. Cuando recibimos la gracia de Dios, empezamos a vivir una trasformación; dejamos atrás malas actitudes, vicios y debilidades. Dios nos oye cuando nos acercamos a Él con méritos, sin embargo, su deseo es que sepamos que cuando entramos a su presencia por la gracia, seremos eternamente bendecidos.