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El Evangelio glorioso de Jesús

(Domingo 31-05-2020)
Pastor Javier Bertucci

El Evangelio es glorioso por sí mismo, la Biblia declara que son “buenas nuevas” o “buenas noticias de salvación” (Lucas 4:18), y es por ello que debe contener lo que su traducción exige; si alguien prédica malas noticias, puede ser condenación o acusación, pero no es Evangelio, porque este debe contener palabras que conduzcan al hombre a la salvación. La segunda gran característica del Evangelio es que es glorioso, porque es de Jesús, y Él es glorioso, así que posee gloria en sí mismo, no necesita aditivos; y ese ha sido el problema que hemos tenido en la Iglesia, querer ponerle aditivos de salvación a algo que ya lo contiene todo. Y finalmente, este glorioso Evangelio no es nuestro, es de Jesús, y como es de Él, pues Él es el centro, la base y la cabeza de este mensaje de salvación.

Lucas 8:1-3: “Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.”

A Jesús lo acompañaba una serie de señoras de alto poder adquisitivo y que no tenían ningún tipo de relación con Judas (quien era el tesorero oficial de Jesús), al parecer esas mujeres financiaban todas las necesidades de Jesús, y aparentemente las de sus doce discípulos, razón por la cual Judas siempre tenía una bolsa llena de dinero, que eran los aportes que daba el pueblo común, es decir, la gente agradecida con el ministerio de Jesús por ser sanados, salvados o ayudados, parecía ser esta una cantidad de dinero importante, de la cual Judas logró sacar dinero para comprar propiedades sin que nadie lo notará, aunque Jesús sí. Hay gente que está con Jesús, pero no es por lo que Él hizo ni por lo que Él es, sino por lo que puede darles al predicar su Palabra, y eso es un grave error, usualmente esas personas no están comprometidas con Jesús ni con su glorioso Evangelio, sino con sus intereses personales egoístas. Que siempre podamos servir a Dios con un corazón humilde, con uno que pueda darle satisfacción y gloria a nuestro Señor Jesucristo.

El desarrollo del ministerio de Jesús y de la predicación de Su Palabra, según los eruditos: 90% fue en la calle, 10% en la sinagoga, es decir, el 90% del tiempo en el que Jesús predicaba la Palabra del Reino de Dios lo hacía en la calle, se movía de ciudad en ciudad y de aldea en aldea anunciando la Palabra de salvación, y así los doce con Él. Ahora, en la calle Jesús era aplaudido, admirado, respetado, amado, y en el templo era odiado, criticado, objeto de deseo de homicidios y asesinato basados en un sistema religioso obsoleto. Ahora bien, Jesús nos da una gran enseñanza, y es que su glorioso Evangelio no pertenece a un templo, a una organización ni una persona, sino que pertenece a todos los que quieran oírlo, por lo que no puede estar secuestrado en alguna organización ni por ningún tipo de sistemas. Jesús fue entregado a la raza humana para que todo aquel que en Él crea no se pierda más tenga vida eterna (Juan 3:16), y esa es la razón de este glorioso Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, no hay otra razón de ser.

El glorioso Evangelio de nuestro Señor Jesús se detalla en los cuatro evangelios, en el Nuevo Testamento, en la calle, no en el templo. La razón por la cual la Iglesia se ha estancado ha sido porque se ha escondido en templos y se ha olvidado de la calle, de la influencia que se genera con el mensaje, y con personas caminando y predicando en la calle, y se ha profesionalizado desde lugares bien adecuados, pero que en cuanto a la predicación del glorioso Evangelio de nuestro Señor Jesús tiene enormes limitaciones.

Nuestro deseo debe ser siempre eficiente para lo que nuestro Jesús nos ha llamado, para su Reino y para su corazón. Jesús nos dio una enseñanza muy práctica, porque el templo tiene sus limitaciones, y aunque Dios lo aprueba, no es lo las más eficiente al final del día; si la Iglesia abandona el trabajo de calle será para ella y para el Reino de Dios un retroceso inminente, recodemos que el templo es parte del Reino, pero no es el Reino. Lo más importante de la Iglesia es que pertenezca al Reino de Dios, y que sirva a los intereses de nuestro Señor Jesús, a sus directrices y prioridades, y una de ellas es la salvación del perdido, la cual es la principal.

Una de las cosas que Jesús hacía en la calle era servir a la gente, Él manifestó una forma de ministerio con una fe tan pura que no necesitó pedirle una ofrenda a nadie, cuando le exigieron pagar sus impuestos pudo haber levantado el dedo y haberle pedido a una de esas mujeres que le acompañaban, o a Judas, pero no lo hizo, Jesús le dijo a Pedro: “Ve al río, lanza un anzuelo y al sacar un pez, abre su boca y verás que tendrá una moneda en su boca; sácala y tráela, porque eso va a alcanzar para pagar tus impuestos y los míos, y que Judas se encargue de pagarle los impuestos a los demás” (Mateo 17:27). Pedro por su trabajo y por ser obediente, Jesús le pagó sus impuestos, a los otros los dejó que dependieran de la línea horizontal común, pero al que le obedeció, es decir, a Pedro, le pagó los suyos.

Jesús andaba de aldea en aldea y de ciudad en ciudad haciendo cosas como sanar enfermos, liberar gente de demonios, alimentar con panes y con peces, es decir, la preocupación de Jesús constante era la gente, no era Él ni el dinero, sino la gente, y lo muestra muy claramente cuando adentrados en un desierto le dice a sus discípulos: “Estoy preocupado por la gente, porque tienen tres días que no comen, así que sería bueno ubicarles aquí y darles de comer” (Mateo 15:32-39), y les dio de comer con algunos panes y peces que fueron multiplicados, debido a que la razón por la cual fueron benditos, era para darlos, si la razón hubiese sido guardarlos y amontonarlos, no se hubiesen multiplicado.

Un verdadero pastor se preocupa por sus ovejas, si no lo es, simplemente verá a sus ovejas para quitarles la lana, como lo hace el propietario de ellas, pero no el pastor. Un pastor puede querer tener mil ovejas, pero si no ama a mil, nunca las podrá tener, si la gente primero no ocupa un lugar en nuestro corazón no podrán ocupar las sillas de nuestro templo. El éxito es el resultado de una serie de valores y principios que son ejecutados y vividos, no es resultado de un golpe de suerte, sino que Dios dejó delante de nosotros la vida y la muerte, el bien y el mal, (Deuteronomio 30:15), y Él recomienda escoger la vida para que vivamos Dios nos dejó valores y principios para que nosotros transitáramos en ellos y así tener éxito, no podemos tener éxito si no ponemos en práctica esos valores.

Jesús es el propietario, dueño, Señor y cabeza de la Iglesia, y los pastores y líderes somos servidores de Jesús, y por medio de esa revelación de servicio, servimos a la gente con el mismo amor que debemos hacerlo para Dios. Jesús servía a la gente con amor y respeto, tanto así que cuando estuvo con ellos en ese desierto se preocupó porque comieran. Para Jesús sigue siendo prioridad la raza humana, por ello no podemos olvidarnos de la gente, porque Él servía a todos sin distinción, no hacia Jesús ningún sectarismo.

El asunto de servir a la gente debe ser hecho desde la posición de servidor, y Jesús lo hizo un día lavando los pies de sus discípulos, y les dijo que el no vino para ser servido, sino para servir (Marcos 10:45), Jesús en práctica lo hizo, no solo con los discípulos, sino con la gente, al menos la Biblia registra que lo hizo dos veces cuando alimentó a las multitudes que le seguían, y también cumplió con la manutención de todos los discípulos que le servían.

Tenemos que regresar a la esencia del glorioso Evangelio de Jesús, usemos este tiempo para meditar en ello, incluso auto exhortarnos si no estamos practicando este glorioso Evangelio de forma correcta, no le echemos la culpa a Dios de cosas que no las tiene ni nunca las tendrá, Él es bueno y misericordioso. Si practicamos mal el Evangelio no nos pueden salir bien las cosas, porque todo lo que el hombre sembrare, eso mismo segará (Gálatas 6:7). Las cosas que nos salen mal, en vez de quejarnos y buscar culpables, reconozcamos lo que estamos haciendo mal, corrijamos para hacerlo bien y entonces habrá buenos resultados.

Las fuentes de acciones de la gente no es la mente, es el corazón, es posible que estemos haciendo las cosas bien, pero con una mala motivación, podemos estar haciendo el mejor servicio en el templo, pero podemos estar haciéndolo para el líder y no para el Señor, el error no está en la acción, sino en la motivación, y en esto es muy importante el corazón. Hay que practicar de forma correcta este glorioso Evangelio.

Mateo 25: 31-46: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; entonces apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y fuisteis a verme”. Entonces los justos le responderán diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos, o desnudo y te vestimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?”. Respondiendo el Rey, les dirá: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Entonces dirá también a los de la izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles, porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis”. Entonces también ellos le responderán diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te servimos?”. Entonces les responderá diciendo: “De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis”. Irán estos al castigo eterno y los justos a la vida eterna.”

El servicio a la gente es parte de la ecuación para la salvación. La práctica del Evangelio de Jesús está basada en amor, respeto y misericordia, y por supuesto la humildad que debe estar ante todo.