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El obstáculo para mi milagro soy yo

Pastora Rebeca de Bertucci

Martes 11-10-2022

 

Necesitamos tener corazones humildes para recibir nuestro milagro, como dice la Biblia: “contritos y humillados” (Salmo 51:17). Entre los obstáculos que nos impiden recibir de Dios está nuestra forma negativa de enfrentar la vida, el no emprender con la confianza en la palabra que recibimos del Cielo. Si queremos ver la gloria de Dios sobre nuestras vidas y hogares, debemos cuidar nuestras conversaciones de lo que no edifica.

Mateo 22:34-40: “Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.

Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos no es tarea sencilla, por eso es que se nos hace fácil señalarles y juzgarles.

Mateo 5:38-44: “Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.

Nuestra naturaleza pecaminosa nos hace actuar muchas veces en contra a lo que dice la Palabra de Dios, pero precisamente esto ocurre para que nos demos cuenta de cuán vulnerables somos y entendamos que debemos depender de Jesús. Estamos llenos de errores y debilidades, por eso necesitamos la gracia de Dios; lo peor que podemos hacer es escondernos detrás de una apariencia de santidad, debemos humillarnos y reconocer nuestras faltas. Alegramos al Cielo cuando nos humillamos ante los pies de Jesús. ¡No podremos alcanzar nuestro milagro si vivimos juzgando y señalando a nuestros hermanos!

Mateo 5:21-22: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”.

Necesitamos ir de rodillas a la presencia de Dios y pedirle que nos ayude, porque sin Él no podremos alcanzar nada. No podemos ser santos a través de nuestros propios medios, es a través de Dios que podemos lograrlo. Cada día accedamos al trono de la gracia a través de la sangre de Jesús. Estamos llenos de debilidades, pero si nos acercamos a su presencia, Él nos ayuda, liberta y cambia.

Marcos 10:13-15: “Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

Quitemos todos los obstáculos que nos impiden obtener nuestro milagro y tengamos un corazón puro, así como lo tiene un niño, quien depende de sus padres, obedece lo que se le ordena y lo hace con un corazón genuino. Logramos quitar los obstáculos que nos impiden alcanzar nuestro milagro teniendo el corazón como el de un niño. ¡Seamos como niños para poder entrar al Reino de los Cielos!