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El pacto de la gracia

Pastor Alfredo Aponte

Domingo 27-02-2022

Malaquías 4:1-2: “Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.”

Dios ha predestinado un día para todo, y tanto el día en que nos fue dada la promesa, como el día en que se cumplirá, están escritos en el cielo. La Palabra de Dios es eterna y verdadera, Él ha escrito todo lo que nos ha prometido, para darnos la seguridad de que un día la va a cumplir.

Malaquías nos muestra que Dios no soporta a los soberbios, ni a los altivos. Cuando Jesús estuvo en la Tierra podía comer con publicanos y pecadores, pero nunca soporto la actitud de los religiosos, quienes actuaban con soberbia y despreciaban a los demás. Dios puede sacar la soberbia de nosotros, y cuando lo haga arrancará la raíz de nuestro corazón, y cortará las ramas que son las consecuencias de este pecado. Este es uno de sus pactos hacia nosotros.

La religión tergiversó el significado de tener “temor a Dios”, cuando la Biblia refiere la palabra “temor” hace alusión al respeto, valor y amor que debemos poseer hacia Dios. Todos los que poseemos el verdadero temor hacia Dios, seremos amparados por la justicia, la salvación y el amor.

Hebreos 10:16: “Este es el pacto que haré con ellos. Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré.”

La Ley no fue creada para ser cumplida, sino para recordarnos que somos pecadores, débiles y que siempre vamos a necesitar de Dios. El único que pudo cumplir la Ley fue Jesús, porque Él es la Ley. En Hebreos, leemos que Dios colocó en nuestro corazón y en nuestra mente esta ley, para que la meditemos, esto quiere decir que el único que puede cumplir la Ley vive en nosotros.

Hebreos 10:19: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne.”

Levítico 11:45: “Porque yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo.”

Jesús es el dador del Pacto de gracia. Siempre que pecamos, nuestro error es lanzado al fondo del mar. Gracias al sacrificio de Cristo, Dios puede vernos limpios y libres de toda atadura, por lo tanto, tenemos un camino para acceder a la comunión con el Padre. Es por medio de ese libre acceso a la presencia de Dios que Él empezará a trabajar en nuestras debilidades, para así ser cada día más como Jesús.

A medida que pasamos tiempo en la presencia de Dios, que transitamos por ese camino hacia su trono de gracia, empezamos a ser transformados a la imagen de Cristo Jesús. Dios es el único que logra la santidad, y al morar en nosotros nos hace santos, justificados y nos perdona de todo pecado.
Viene el día que veremos su presencia cara a cara, que pasaremos al gozo de nuestro Señor, y ese día sabremos que alcanzamos la meta, porque la gracia de Dios arropó.