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El poder de la obediencia de Cristo en la oración

Pastor Francisco Barrios

Martes 13-12-2022

En el Antiguo Testamento la fe estaba determinada por cuánto se obedecía. En Deuteronomio 28 se habla de todas las bendiciones por obedecer, y más adelante de las maldiciones por no hacerlo. La fe estaba colocada en la capacidad de cumplir los requerimientos de la Ley. Ahora bien, en el Nuevo Pasto, Dios nos revela a través de Jesús un nuevo tipo de obediencia.

Romanos 16:25-26: “Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe”.

La obediencia estaba oculta hasta que Jesucristo apareció y ahora ha sido dada a conocer.
Romanos 5:19: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”.

Hoy somos justos no por nuestra obediencia, sino por la de Jesús. Antes nuestra justicia estaba condicionada por cuánto obedecíamos, pero como no pudimos cumplir los requisitos de la Ley, vino uno que lo hizo por todos, y pagó la deuda que debíamos cancelar.

Cuando oramos enfocados en nosotros mismos, la obediencia ya no es a la fe de lo que Jesús hizo. Nuestra fe debe estar enfocada en que Jesús obedeció, y que, gracias a su sacrificio, todas las cosas nos serán dadas. Mientras sigamos enfocados en cuánto obedecemos, nuestra fe será débil, porque nuestra capacidad para obedecer es poca, en cambio, cuando ponemos nuestra fe en un Dios grande, será fuerte.

2 corintios 10:4-5: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.

En nuestras vidas el enemigo ha introducido fortalezas espirituales, que son esquemas de pensamiento de falsas enseñanzas, que se levantan contra el conocimiento de Dios, pero los contrarrestamos cuando nos centramos en la obediencia de Cristo.

Filipenses 3:9-10: “Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”.

Muchas de las acciones que desarrollamos a favor de otros están impulsadas por un deseo de auto justicia, creemos que por ello vamos a merecer el cielo. Es hora de dejar de mirar nuestras obras al presentarnos ante Dios, e ir ante Él con un corazón humilde.

Todos lo que se acercaron a Jesús para pedir un milagro no lo merecían, y nosotros tampoco lo merecemos, pero nuestra fe debe estar puesta en la bondad de Jesús, porque Él es bueno.