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Fuego y leña

(Domingo 22-11-2020)

Pastor Javier Bertucci

Jeremías 5:14: “Por tanto, así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos: Porque dijeron esta palabra, he aquí yo pongo mis palabras en tu boca por fuego, y a este pueblo por leña, y los consumirá”.

Hay un pueblo listo para ser encendido con las palabras de nuestra boca; ahora bien, cuando Dios hace que un pueblo sea hecho leña, no hace referencia a destruirlo o acabarlo, sino de cambiarlo y que sea afectado por medio de las palabras de nuestra boca, entonces, la responsabilidad que Dios da, la entrega completamente a aquellas personas en las que ha puesto sus palabras como fuego. Nadie más tiene el poder de generar un cambio, sino la Iglesia de Jesús, porque solo a nosotros se nos ha dado la capacidad de poder tener fuego en nuestras palabras, pero, Dios no solo nos ha dado la responsabilidad, sino también la habilidad para encender a otros, y si nosotros seguimos escondidos en cuatro paredes sin entender el grado de responsabilidad que tenemos, no solamente en este momento, sino en la historia de la humanidad, vamos a seguir dándole la espalda al plan de Dios. No hay manera de que se gesten grandes cambios si los que podemos hacerlos, no lo hacemos; no podemos quedarnos inertes ante la crisis que sufre este pueblo, y no solamente es la acción y predicación, sino la responsabilidad que debemos sentir para que Dios haga una intervención en este país que nos permita conseguir un futuro, desde esa posición de responsabilidad, la Iglesia tiene el poder y la habilidad para generar la influencia con sus palabras y traer a la gente esperanza, si no asumimos, un ángel ni Dios van a venir a hacer lo que a nosotros nos corresponde hacer.

Nuestro Señor Jesús jamás hizo algo buscando la aprobación de la gente, porque si estamos buscando la aprobación de la gente, no seríamos siervos de Dios (Gálatas 1:10); Pablo etendió que lo que hacía, debía ser realizado desde una convicción, y no de una influencia externa. Dios está contando con gente valiente, dispuesta a cumplir su voluntad a pesar de los ataques, y oposiciones de gente que no tienen en su corazón ningún tipo de solidaridad. El sistema nos ha intentado anular, y nosotros hemos cooperado, ese sistema no quiere que brillemos, que seamos luz y sal (Mateo 5:13-14), sino que nos mantengamos encerrados en lugares, sin influencia. Si Dios ha encendido con fuego nuestras palabras, y no las hablamos, mañana seremos responsables de que la leña no haya ardido, ni se haya encendido en fuego.

Una buena parte de la Iglesia ha dejado atrás su responsabilidad, por asistir cómodamente los domingos a la Iglesia, y no ha accionado de acuerdo al requerimiento de Dios y a las convicciones internas. Sin convicciones somos como las hojas que lleva el agua sin rumbo, que son tiradas en cualquier lugar, pero alguien con convicciones bíblicas cristianas, es un ancla para su familia y país. Debemos entender que nuestra responsabilidad en la sociedad es más que un trabajo y que un pago de impuesto, es una influencia constante en la sociedad para lograr encausarla en una vía de desarrollo integral, y no que el pueblo sin conocimiento se desvoque hacia la muerte. Muchas veces estamos orando para que Dios haga algo, mientras que nosotros no hacemos nada, es absolutamente irresponsable pedirle a Dios que haga algo, cuando nosotros no estamos dispuestos a hacer nada, Dios rechaza la cobardía como cualquiera de todos los pecados capitales, Dios no puede caminar con cobardes, porque Él es valiente, y lideriza valientes que no están dispuestos a detenerse, y dice nuestra Biblia que solo los valientes arrebatan el Reino de los cielos (Mateo 11:12).

Como Iglesia nacimos en fuego y orando, no en debilidad o en cobardía, esa es la característica natural de ella, y ese fuego representa una actitud. Con pasión debemos predicar a Jesús, servir a la gente, abrazar una causa o una visión y llevarla hasta las últimas consecuencias, no se trata de seguir jugando a la Iglesia, sino de ser la Iglesia de Jesús, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Efesios 1:23), la sal de la Tierra (Mateo 5:14), la luz del mundo (Mateo 5:13), y la cabeza de los montes (Isaías 2:2), estamos llamados a ser grandes, no pequeños, y si no hemos alcanzado esa grandeza, es causa de que los líderes se han conformado con pequeños grupos para manejarlos y controlarlos. La Iglesia debe pasar a ser la fuerza de cambio más poderosa de todo el planeta.

Hechos 2:3: “Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos”.

La primera manifestación en fuego de la Iglesia no es un bautismo en agua, sino en fuego, es una manifestación sobrenatural donde se posa sobre nosotros una lengua encendida en fuego. Cuando Dios empieza a levantar un movimiento, la primera  característica es la pasión, y esa pasión tiene que ver con una causa que tiene que ver con el Cielo, y este pueblo está listo para el avivamiento, porque ha sufrido y ha llorado, y por eso va a ser recompensado.

Estamos pasando por un momento importante, decisivo y determinante para el futuro, y se requieren valientes, osados, atrevidos, visionarios, que se desagan de sus egoísmos y ambiciones para ponerse sobre algo más grande, la influencia de un pueblo. Necesitamos gente con fuego, con pasión y determinación, gente que entienda que su responsabilidad va más allá de una reunión dominical, y que debemos ponernos al frente de los cambios que nuestra sociedad necesita, si no lo hacemos, alguien lo hará, y seguramente será con antivalores. Cuando el Padre decidió enviar fuego a la Tierra, envió a su hijo Jesucristo, luego a su santo Espíritu para encender a la Iglesia.

Estamos pasando por un momento importante, decisivo y determinante para el futuro, y se requieren valientes, osados, atrevidos, visionarios, que se desagan de sus egoísmos y ambiciones para ponerse sobre algo más grande, la influencia de un pueblo. Necesitamos gente con fuego, con pasión y determinación, gente que entienda que su responsabilidad va más allá de una reunión dominical, y que debemos ponernos al frente de los cambios que nuestra sociedad necesita, si no lo hacemos, alguien lo hará, y seguramente será con antivalores. Cuando el Padre decidió enviar fuego a la Tierra, envió a su hijo Jesucristo, luego a su santo Espíritu para encender a la Iglesia.