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Jesús quiere salvarte

Pastor Javier Bertucci

Domingo 29-05-2022

 

Lucas 5:12-13: “Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.”

En la Ley estaba prohibido que un judío tocara a alguien enfermo porque lo volvía inmundo. Cuando llega Jesús a establecer un nuevo pacto, de gracia, esta ley cambia, porque ahora hay una conexión directa entre Dios y los hombres. Cuando el leproso fue tocado por Jesús, recibió la sanidad y santidad de forma inmediata, porque en el Nuevo Pacto, todos los que sean tocados por Jesús son cambiados para bien.

Marcos 9:7: “Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.”

En el monte de la transfiguración, Dios habló y dejó claro que ahora debemos oír a Cristo, estableciéndose que a partir de ese momento nuestra guía será el nuevo pacto de gracia. El Padre le dejaba claro a Juan, Jacobo y Pedro que ya no viviríamos según la Ley y los profetas, sino empezar a vivir bajo la Gracia.

Romanos 8:32: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”

Dios desea sanarnos; Él es mayor que nuestra enfermedad. Dios entregó a su único Hijo sin ningún arrepentimiento, y si fue capaz de entregar algo tan preciado como su Hijo, podemos estar seguros de que, Él no nos negará la sanidad. Quitémonos la idea de la cabeza de que la sanidad es algo difícil de obtener, porque menospreciamos el gran sacrificio que fue para Dios dar a Jesús, cuando pensamos que Él nos enfermó o aceptamos que una enfermedad como parte normal de nuestra vida.

La misma compasión con la que Jesús sanó a miles de personas hace más de dos mil años, es la que siente por nosotros hoy en día. En Lucas vemos que Él tocó a todos esos enfermos, siendo que con solo una palabra de su boca podía sanarlos, así como lo hizo con el siervo del centurión, pero Jesús se empeñaba en tocarlos y compartir con ellos un rato. Todas estas acciones nos muestran el nivel de compasión que tiene Jesús, Él siente el dolor de tus lágrimas, le duele de ver tu agonía y tu tristeza. Con esa misma misericordia y compasión que Jesús siente, es que seremos sanados, porque Él no es ajeno a nuestro dolor.

Toda enfermedad es un oprobio de Satanás, y seremos sanados porque el Padre desea que vivamos con abundancia y libertad. Jesús nos va a liberar de toda opresión, porque por eso murió en una Cruz. Quien tiene a Jesús, tendrá una larga y abundante vida, porque Él va a sanar nuestras emociones, de forma que estaremos conectados con la mente de Cristo. Como consecuencia, viviremos con la confianza de que Él es nuestro mayor seguro.

Hebreos 9:13-14: “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”

El libro de Hebreos nos deja en claro que tan solo una gota de la sangre de Jesús tiene el poder de sanarnos de forma completa. Todos los que son limpios por la sangre de Cristo encuentran restauración mental, emocional y física, además son renovados en su alma.

Las sanidades se creen, no se ganan. A Dios no le importa qué has hecho o cuánto has pecado, para Él todos sus hijos califican para recibir un milagro, lo único que necesitamos es la confianza en que Él desea hacerlo, que su amor y misericordia es tan grande, que no dejará que la enfermedad nos agobie.