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La fe de Abraham

(Martes 21-01-2020)
Pastor Javier Bertucci

Abraham antes de tomar cualquier decisión edificaba un altar, y esto tiene que ver con la vida de oración que debe tener cada individuo; a mayor responsabilidad, mayor necesidad de buscar la dirección de Dios por medio de la oración. Fue por medio de la oración que Abraham se sostuvo en el tiempo, especialmente cuando le prometieron un hijo que no llegaba, y que tuvo que esperar durante 25 años, pero que finalmente llegó.

Fue en el año 24 que Abraham recibió la visita de tres hombres de Dios, quienes representaban al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, para decirle que en el tiempo de la vida recibiría el hijo que tanto había esperado. Durante un largo tiempo Abraham tuvo que bregar con lo que nosotros también bregamos todos los días: falta de ver aquel milagro, de fe, frustración, decepción y todo lo que proviene como consecuencia de esa espera.

Ahora bien, durante el tiempo de espera podemos sufrir, llorar, pero jamás perder la fe.

Romanos 4:18: “El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia”.

Muchas veces la falta de esperanza tiene que ver con lo que nos rodea, es decir, con lo que vemos, tocamos y oímos. De alguna manera, lo que vivía diariamente Abraham lo llevó a un punto tan peligroso de dirigirse solo por lo que veía, oía y tocaba, porque cuando esta situación nos envuelve hace que nuestra esperanza empiece a desaparecer, y no hay otra forma de recuperarla, sino creyendo. ¡Todos los días debemos luchar para tener esperanza!

Jesús no estaba completamente seguro de morir en la cruz, si lo hubiese estado no hubiese dicho en el Getsemaní: “Padre, pasa de mi esta copa” (Mateo 26:39). Jesús nos mostró su posición o su forma humana en aquel lugar (Getsemaní), pero lo importante es que Él recuperó rápidamente su esperanza forjada y formada por medio de la oración, y nosotros también podemos hacerlo.

Jesús en un punto de su vida reprendió la tormenta al decirle: “Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza” (Marcos 4:39), pero otro día Jesús no le dijo a la tormenta que se callara, sino que camino sobre ella, y aún le dice a Pedro: “Ven”, invitó a uno de sus discípulos a caminar sobre aquella tormenta. Así que, no podemos poner un patrón de cómo Dios va a hacer el milagro, solo debemos creer en Él, y Él lo hará.

La desesperación nos puede llevar a tomar decisiones erradas, en las que nuestro ingenio, inteligencia y astucia nos pueden guiar a accionar, y lo único que nos puede separar de una decisión de esas es la oración. Muchas veces queremos llevar nuestras decisiones al altar para que Dios las bendiga, pero Dios está comprometido a bendecir solo lo que Él hace, lo que Él no hace no tiene por qué bendecirlo. Dios siempre va a bendecir lo que Él te dijo que hicieras, pero Él no puede bendecir lo que Él no te mandó a hacer.

Cuando vengamos a la Iglesia a orar no perdamos tiempo criticando al hermano ni pensando en cuántos están errados o pecando alrededor de nosotros, sino que seamos eficientes con nuestro momento de oración y vengamos a la casa de Dios a presentar nuestro corazón con humildad delante de Dios, y si hemos perdido la esperanza, volvamos a creer. ¡El servicio de oración debe ser aquel en el que recuperamos nuestra fe y esperanza!