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La fe hace la diferencia

Pastor Javier Bertucci

Domingo 02-05-2021

La ciencia puede explicar cómo se crea la vida, pero nunca ha encontrado el por qué de ella; es exclusiva de Dios, y es por gracia, no depende de nosotros, sino de Él. La vida del creyente es de fe, y su tiempo en la tierra es para cumplir el propósito de Dios, no solo para acumular cosas; la verdadera vida es la eterna, no los 70 ó 80 años que duremos acá.

2 Corintios 4:13: “Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos”.

La fe no puede ser empujada o manipulada con actos físicos, ella es un espíritu que viene por el oír la palabra de Dios, podemos admirar la fe de alguien, pero nunca la podremos copiar, porque ella es distinta en cada persona. La forma en cómo se vive, demuestra si se camina o no en ella.

Alcanzamos milagros por la fe, pero deben creerse desde el corazón. Tener versos en la cabeza es conocer, pero si los tenemos en el corazón, ocurrirán milagros.

1 Juan 5:4: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”.

Fuimos llamados a vencer, porque hemos nacido de nuevo como hijos de Dios, y tenemos la fe para ser siempre victoriosos, el problema está en que usemos realmente esa fe. Tener el diseño de vencedores no significa que siempre vamos a ganar, significa que pase lo que pase aprenderemos y veremos lo bueno de las circunstancias, y eso no es una derrota, porque todas las cosas nos cooperan para bien (Romanos 8:28).

Si vemos el caso de María, Dios le dio una palabra por medio de un ángel (Lucas 1:31), pero fue cuando ella creyó, que se hizo el milagro en su vientre (Lucas 1:38), si no es así, María no hubiese quedado embarazada. Si creemos la palabra de Dios, esta nos dará a luz un milagro, porque ella es la semilla, y es nuestra fe la que nos garantiza el nacimiento de él.

1 Juan 5:5: “¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”

Es cuando reconocemos a Jesús en todo el esplendor de quién es Él en nuestra vida, que obtenemos y aseguramos nuestra victoria. Él es quien sostiene nuestra vida, es la mayor prueba de amor que Dios pudo darnos, es nuestro sanador, justificador, Señor y compañía diaria, esto consolida nuestra fe y victoria, porque conocemos quién es Jesús. De esto depende nuestra victoria, porque es allí cuando entendemos que nuestro triunfo significa Él.

Habacuc 2: 4-5: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; más el justo por su fe vivirá. Y también, el que es dado al vino es traicionero, hombre soberbio, que no permanecerá; ensanchó como el Seol su alma, y es como la muerte, que no se saciará; antes reunió para sí todas las gentes, y juntó para sí todos los pueblos”.

Puede que con mucho esfuerzo alcancemos las cosas que deseamos en este mundo, pero la gracia, bondad y misericordia de Dios no lo obtendremos con objetos, solo la fe y una relación con Dios pueden agradarlo.

La Biblia dice: “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6); debemos tener claro que la fe se nos es dada a todos, pero el tamaño de esta dependerá de qué tanto la usemos. A diferencia de los humanos que crecemos hasta un cierto punto, la fe puede crecer tanto como la ejerzamos.

2 Tesalonicenses 1:3: “Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás”.

La fe se puede heredar. Si generamos fe, nuestros hijos pueden recibir la fe que nosotros tenemos, y si nuestros padres no son gente de fe, podemos adquirirla de nuestros pastores o líderes, no hay ningún tipo de objeción del Cielo cuando tenemos demanda de la fe de alguien.

2 Timoteo 1:5: “Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también”.

La fe no duda, así que debemos orar creyendo que realmente obtendremos lo que deseamos. No oremos pensando que posiblemente lo tendremos, nuestra oración debe elevarse con una fe que sabe que recibirá lo que pide.

Santiago 1:6-7: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor”.

Debemos orar desde el punto de fe que no duda y que nació para ganar, desde la fe que vence al mundo, que crece y se puede heredar. Solo orando desde esta forma, obtendremos grandes victorias en medio de la angustia, victorias de sanidad, económicas y de prosperidad.