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La fe que provoca un milagro
(Domingo 18-10-2020)
Pastor Yobany Blanco
Isaías 55:8-11: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos, así mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mi vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.”
Hay una enorme diferencia en la forma de pensar y actuar de Dios, y la de nosotros, y aunque parece tan lejano lo que Dios es y puede hacer con respecto a nosotros los hombres naturales, existe un medio, un puente que nos puede traer lo sobrenatural que está en el pensamiento y el corazón de Dios, a nosotros, que conecta lo eterno con lo temporal, hay un medio de comunicación y una conexión a través de la cual podemos recibir lo que Dios tiene en su corazón, y hoy vamos a conocer cómo funciona.
Los miedos y la duda no deben paralizar nuestra fe. Es peligroso que la fe en nosotros sea paralizada porque las circunstancias temporales o naturales nos gritan que es imposible lograr aquello que estamos creyendo; la incredulidad es dejar de creer lo que Dios ha dicho. Estamos tan cerca de un milagro, en la medida en que nuestro oído está abierto para recibir la palabra que Dios está enviando a nuestro corazón, porque cuando el oído se abre para oír la palabra de Dios, la fe se levanta para recibir un milagro. Cuando Dios quiere enviar un milagro a nuestras vidas, desde sus pensamientos y corazón envía una palabra que cae como la lluvia, y así como ella cae sobre la Tierra y la hace germinar y producir, lo mismo sucede con un corazón que empieza a recibir una palabra fresca del Espíritu Santo. La Palabra de Dios nos dice que lo imposible, será posible con el poder de Dios en nuestra vida, que no hay límites y que Dios es capaz de hacer con su mano lo que promete con su boca. Cuando la palabra de Dios toca un corazón, la fe se levanta, y cuando esto ocurre, la palabra produce milagros.
La palabra de Dios debemos creerla, pero luego de creerla, debemos confesarla, porque nuestro milagro no nace en lo que los hombres y las circunstancias dicen, sino en lo que Dios habla desde su boca y corazón; si le creemos a los hombres, no tendremos más que enfermedad, pobreza, miedos, temor e inseguridad, pero si creemos lo que sale de la boca de Dios, tendremos un milagro cerca a nuestra vida. El milagro pasa de la boca de Dios, por la fe, a nuestra boca, de esta manera podemos provocar nuestro milagro. La Biblia está llena de promesas para los hijos de Dios que creen en Jesús, que se han arrepentido de sus pecados, y confiesan la Palabra de Dios. No podemos permitir que nada ni nadie nos desconecte de la palara que sale de la boca de Dios.
Necesitamos pedirle a Espíritu Santo que nos de hambre y sed por la palabra de Dios, dice la Biblia que así como el ciervo brava por las corrientes de las aguas cuando está sediento, así nuestro corazón debe estar gimiendo y desesperado por Dios (Salmo 42:1). Cuando Dios nos habla sobre nuestra circunstancia, nos da la palabra para nuestro milagro, la cual viene cargada de fe.
La fe puede conquistar lo sobrenatural, lograr lo imposible, puede hacer que el diagnóstico que dieron los médicos, cambie, y un milagro de sanidad pueda actuar en nuestra vida, la fe en nuestra boca puede lograrlo, pero es la fe en la palabra de Dios, por eso las promesas de Dios deben estar constantemente en nuestra boca. La fe que Dios nos quiere dar, no es para lo común, fue creada para los momentos difíciles, así que lo que hoy vivimos, es una oportunidad para ver lo milagroso de Dios en nuestra vida.
Romanos 10:8: “Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos.”
Conforme a nuestra fe y a nuestra confesión, así será lo que nos acontezca, así que no hablemos lo que vemos, sino lo que creemos, porque así es la fe, llama las cosas que no son, como si fuesen (Romanos 4:17b). Lo que Dios quiere darnos, ya está hecho, su palabra es el comprobante de que ese milagro viene y que nada lo puede detener. Cuando la palabra llega, el milagro está hecho; cuando Dios habla, es porque ya Dios lo hizo. Hay milagros que ya salieron de lo eterno a lo humano, y nosotros vamos a provocar que se acelere su llegada, lo que otros pronosticaron que pasarían años para acontecer, Dios lo va a hacer en meses, porque Él apresura su palabra para cumplirla cuando hay hombres y mujeres que creen y confiesan su palabra. Lo que vemos tiene fecha de vencimiento, pero lo que Dios dijo, es eterno, es permanente y dura para siempre.
Dios creó el mundo físico desde el mundo espiritual por medio de su palabra, así que un milagro cruza el umbral de lo eterno a lo temporal con la palabra de Dios. Hay que sacarle a Dios una palabra sobre nuestra familia, acerca de nuestra sanidad, y de nuestro país, porque la fe mueve al Dios de los milagros, Él se agrada de los que creen. Dios creó el universo con su palabra, y lo más sorprendente es que Él ha puesto su palabra en nuestra boca, para que podamos moldear nuestro mundo a través de ella.
Hebreos 11:3: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que no se ve, fue hecho de lo que no se veía.”
Dios no habla una cosa y se manifiesta lo contrario, el mundo natural se parece a la palabra espiritual de Dios, y nuestro mundo se parece a la palabra espiritual que hay en nuestra boca, porque ahora Dios nos ha dado poder creativo para crear nuestro mundo con la palabra de Dios, vivimos hoy en la palabra que declaramos y creímos ayer, nuestro mundo se parece a la palabra que hemos creído y confesado, así que no importa cuánto aparente la fe, los frutos nos van a decir cómo hablamos y creemos, lo bueno de esto es que podemos cambiar nuestra manera de hablar y creer, y entonces nos va a cambiar nuestra manera de tener, vivir y actuar.
Provocamos nuestro milagro con nuestra fe. Dios ha transferido su palabra a la boca de sus hijos, pero en lo primero que se conoce nuestra identidad e imagen, es en nuestro lenguaje, no un lenguaje ocasional, es un lenguaje permanente y diario, un estilo de vida que es capaz de darle nombre a lo que cree, aunque no lo vea. En donde queramos ver un milagro, debemos hablar todos los días la misma promesa de Dios. Dejemos de esperar cosa pequeñas y empecemos a esperar cosas grandes, porque el Dios nuestro es grande, no tratemos de conquistar basado en lo que tenemos en nuestro bolsillo, empecemos a conquistar lo que Dios ha dicho que nos pertenece, y busquémoslo del tamaño y de la forma que Dios ha dicho. Cuando Dios nos dice: “confiesa la palabra”, es porque Él es quien lo va a hacer, no nosotros, así que solo debemos creer, y Dios lo hace, Él nos va a dar determinación, valentía y un espíritu aguerrido para buscar lo que es nuestro. Esperemos conforme al Dios que nosotros creemos.
Lucas 1:28-29,34-38: “Y entrando en ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tu entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó con sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? Pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada es imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.”
Hoy Dios está enviando su ángel para hablarnos, y nosotros decidimos si creemos o no. Si creemos en el Dios sobrenatural, somos benditos. Cuando estamos esperando un milagro, y el ángel nos habla, aunque no entendamos, nuestra fe se levanta y decimos: “este mensaje es conmigo”. No nos turbemos ni asustemos con lo grande que Dios nos quiere dar, digámosle: “Bendíceme en grande como tú lo quieres hacer”. Los milagros no pasan primero por las cosas naturales que podemos hacer, sino por las espirituales que podemos creer. Aquel que cree en la fe para un milagro, le trae gloria a su Dios.
Creamos por encima de nuestra mente, porque los milagros no se entienden, se creen y se reciben. Si alguien cerca a nosotros no está conectado a la palabra que estamos creyendo, nos sentimos incomodos con él, pero cuando en el otro vientre espiritual está la misma palabra, dos que se encuentren, saltan, y dos son mejor que uno, y la fe de dos puede crear algo sobrenatural (Eclesiastés 4:9). Que no se vaya hoy el milagro con el mensajero, que se quede en el corazón nuestro, ¡levantémonos a creer milagros sobrenaturales!
Lucas 1:11-13,20: “Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.”
Cuando el milagro demora en llegar, corremos el peligro de quedar en religión, y de perder la vigencia de la fe. No puede ser que nosotros esperando lo sobrenatural, se aparezca Dios, y nos turbemos porque no habla cómo nosotros hablamos; el miedo da lugar a la incredulidad y paraliza. Hay gente experta en matar su milagro y su fe, debido a que hablan mal del mensajero, de Dios y de ellos mismos, debemos hablar lo que Dios quiere hacer con nosotros, somos hijos de Dios redimidos por la Sangre del Cordero, salvos, sanos y benditos, tenemos identidad en Él. Nuestro milagro tiene un radio de influencia, con él vamos a tocar a la gente de la que estemos hablando bien; cuando confesamos la palabra de Dios sobre nuestra gente, sobre los que nos rodean, cuando el milagro llegue, los va a tocar también a ellos. Los grandes hombres de Dios, han sido grandes, porque han caminado cerca de la presencia de Dios. Si queremos transferir nuestra fe, hablémosle. Se va a acabar el tiempo de nuestra vergüenza, de nuestros escases y de la tristeza.
Romanos 4:17-21: “(como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. El creyó esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.”
Hay gente que ya guardó en el cofre de los recuerdos, un milagro de salvación sobre su familia, pero la realidad es que Dios le da vida a lo que está muerto. Antes de tener cosas, Dios nos habla para que seamos lo que Él ha dicho de nosotros, así que los milagros suceden cuando nos transformamos en lo que Dios ha dicho de nosotros; y es fácil tener cosas cuando somos lo que Dios ha dicho de nosotros; así que esforcémonos para llegar a ser lo que Dios ha dicho de nosotros.
Mateo 8:5-10: “Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.”
Podemos desatar un milagro para una persona que no esté cerca de nosotros, hoy, lo que tenemos es que desatarle a Dios una palabra. Hay una palabra de sanidad, de vida, de salud divina para nosotros hoy.
Marcos 5:24-34: “Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban. Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe he hecho salva, vé en paz, y queda sana tu azote.”
A veces más que hablarle a las circunstancias, tenemos que hablarnos a nosotros mismos, porque vamos a tocar es lo que confesamos, si confesamos a Jesús como nuestro Sanador, lo tocaremos como nuestro Sanador. Jesús está caminando cerca de nosotros, y quiere que le toquemos con nuestra fe, tenemos que provocar nuestro milagro. Nosotros somos quienes le colocamos el tamaño y la medida a nuestro milagro.
Marcos 10:47-52: “Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que se callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.”
Hay gente que están muy calladas y necesitan un milagro, así que es necesario abrir nuestra boca, no dejemos que Jesús se aleje, llamémosle con nuestra confesión, y no dejemos que nadie calle nuestra boca, porque Jesús nos va a oír. Dejemos de agarrar las limosnas y de aferrarnos a ellas, y aferrémonos a nuestro Proveedor, al Autor de la vida. No soltemos a Jesús, caminemos de cerca de Él, porque cada vez que necesitemos un milagro, Él lo va a hacer por nosotros.