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La Gracia que te abraza

Pastora Rebeca de Bertucci

Domingo 04-12-2022

 

 

Lo que podamos alcanzar en esta vida no se debe solamente a nuestra fuerza o capacidad, se debe también a que Jesús nos ama y su gracia nos abraza.

Daniel 3:2,15-18: “Y envió el rey Nabucodonosor a que se reuniesen los sátrapas, los magistrados y capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado. Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”.

Cuando atravesamos por un horno de fuego, y salimos en victoria, el enemigo tiene que huir, porque ahora no habrá nada que pueda separarnos del Señor. Debemos entender que en medio de la prueba está el Consolador con nosotros y que Él nunca nos va a fallar. En medio de ese momento no nos quejemos, más bien levantemos las manos y adoremos a Jesús.

No debemos culparnos por sentirnos solos, Jesús en un momento se sintió de esta manera cuando estaba en la cruz, y clamó diciendo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Él también sintió la soledad y el abandono, pero no se enfocó en lo temporal, conocía que ese sufrimiento iba a ser cambiado por una gloria venidera.

¡No estamos solos en la prueba que atravesamos hoy, Dios nos va a ayudar y a sacar en victoria!

2 Corintios 4:8-10: “que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”.

Dios nos cuida y nos sustenta y su gracia cada mañana nos va a hacer sentir que no estamos solos.