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La oración genuina

Martes 23-08-2022

Pastor Alfredo Aponte

 

 El fuego purifica al oro, por medio de él se desintegra todo lo que no es verdadero. Ahora bien, a medida que nos acercamos al fuego del Espíritu Santo, todo lo que es fachada y apariencia, se consume; es entonces cuando solo queda lo legítimo y lo puro.

 

Juan 12:3: “Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume”.

 

Dice la Biblia que el perfume que trajo la mujer del frasco de alabastro ante Jesús era nardo puro, posteriormente quiebra el frasco, y es entonces cuando sale el perfume que impregnó toda la sala, ella llega al nivel de quebrantamiento y tanto es su llanto, que con sus lágrimas lava los pies de Jesús, y los seca con sus cabellos. Esta es una de las muestras de mayor adoración que hay en la Biblia, y que debe servirnos de ejemplo.

 

Lucas 18:9-14: “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.

 

A la hora de orar seamos sinceros y genuinos, expresemos lo que realmente estamos sintiendo, que no tiene nada que ver con nuestro comportamiento, apariencia o fachadas, recordemos que es a través del sacrificio de Jesús que somos justificados y santificados (Romanos 3:24-26). No somos perfectos, es el Señor quien por su gracia nos ha hecho aceptos en el amado (Efesios 1:6).

 

Vamos a presentarnos ante el Señor tal cual somos, Él no nos va a rechazar, así que entremos con confianza ante Él, dice su Palabra en Hebreos 4:16: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Dios ama cuando nos presentamos ante Él de manera sincera y genuina, por eso se acerca a los humildes (Salmo 138:6), a aquellos que reconocen que no son lo mejor, ni lo que Dios espera de ellos, pero que a través de esa cercanía, empiezan a ser uno con Él, y es en ese momento que las debilidades, errores e imperfecciones empiezan a desaparecer.

 

¡Ser sincero ante Dios es mostrar lo que realmente somos, y cuando nos mostramos a Él sin fachadas ni apariencias, nos recibe como una ofrenda de olor fragante!