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La oración que afecta al cielo
Pastor Javier Bertucci, 20 de octubre de 2024
La oración no es una opción dentro de una cantidad de disciplinas que forman y tampoco es algo que se pueda omitir pensando que todo está hecho y no hay necesidad de orar.
Esta herramienta es una de las más poderosas que tiene una persona de fe, porque la oración no es solo para pedir sino también para construir una relación con Dios dejando de lado mis necesidades materiales o físicas y concentrándome en mi amor por el Padre y mi necesidad de estar con Él.
Un corazón necesitado de la presencia de Dios hace de la oración una parte vital en su diario vivir, sabiendo que el único lugar para conocerle profundamente es a través de la oración.
No debemos conformarnos con una vida llena de bendiciones por medio de su gracia sin conocer a quien las otorga, hay que ir más allá y poder conocer su corazón, por eso la oración es ese intercambio perfecto de ideas y revelaciones entre Dios y usted, y no solo para personas que consideramos especiales como pastores y líderes de una iglesia.
No hay mejor manera de conocer a Dios que por medio de Su palabra y de la oración, la cual día a día nos forma con la ayuda del Espíritu Santo, porque nada sucede sin que antes alguien haya orado.
“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” – Mateo 6:26 (RV1960).
No podemos pensar que una oración puede afectar mi entorno si no causa en mi un cambio notorio, y aunque tengamos defectos, eso no puede afectar nuestra oración.
“Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses” – Santiago 5:17 (RV1960).
No necesitamos ser perfectos o completamente santos para que dios pueda escuchar nuestra oración, sin embargo, la búsqueda constante del Señor produce en nosotros cualidades significativas que nos hacen destacar del resto, como el desarrollo por vías sanas de una vida en santidad y que honre al Padre.
Si conocemos el poder de la oración, tendremos claro que esa oración no puede afectar a la Tierra si no afecta al Cielo primero. Es la misma herramienta que nos produce valentía, fortaleza y seguridad personal en cualquier situación, no por quien somos sino por quien está con nosotros, Dios.
Quien ora constantemente a Dios empieza a adquirir en la Tierra una autoridad que no es normal, en la que es notable el poder del Señor para obrar y proteger a quien clama y confía en Él.
“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” – Salmos 51:17 (RV1960).
“Oye, oh Jehová, una causa justa; está atento a mi clamor. Escucha mi oración hecha de labios sin engaño” – Salmos 17:2 (RV1960).
La oración hecha con un corazón contrito y humillado, sensible a la presencia de Dios debe vivir lo que confiesa con su boca por medio de la fe, no se puede proclamar algo que el corazón no cree que realmente Dios pueda cumplir, debes atreverte a llamar las cosas que no son como si fuesen, con la seguridad de que el Padre escuchará mi clamor.
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” – Filipenses 4:6 (RV1960).
Vivamos cada día agradecidos con Dios por sus interminables bendiciones, que a veces son tan comunes para nosotros, provocando que nuestro corazón se mantenga en un estado de gratitud constante con el Padre que nos sustenta y nos sostiene, y de inmediato no solo nuestra oración cambiará sino también nuestra manera de ver el mundo y a Dios en Él.