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La oración que cambia al mundo

(Domingo 25-10-2020)

Pastor Javier Bertucci

La oración es poderosa, tiene la capacidad de que el Cielo venga a la Tierra e intervenga en ella, la Biblia dice: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Lucas 11:2), indicando esto, que la voluntad del Cielo en la Tierra, depende de la oración que se haga en ella. Es importante entender, que nada ocurre sin oración previa, si no hay oración, no hay acción, influencia y cambio, pues, ella es una de las más poderosas herramientas que el pueblo cristiano tiene, es el vínculo que une a la Tierra con el Cielo, y hace entonces de ambos, un equipo, es decir, el Cielo hace los cambios necesarios en la Tierra, para que ella se eleve al nivel del Cielo, es matemática espiritual. Si creemos que vamos a lograr grandes victorias sin oración, es un autoengaño, la oración es la base para ello, la que nos va adecuando para la victoria.

La oración cambia al mundo, y si algo la Iglesia debe recuperar urgentemente, es la oración, porque a través de ella sometemos la carne a la voluntad del Espíritu. Cada vez observamos cómo el mundo se deteriora, y se debe al alejamiento de la raza humana de Dios, así que, la responsabilidad de la maldad del hombre, está en él, no en Dios, el hombre ha abrazado más la maldad, que la bondad de Dios, y es allí donde radica el problema, en la falta de relación con Dios. Después de que nuestro Señor Jesús muere en la Cruz, escoge 12 discípulos, de los cuales, uno le traiciona; ahora bien, después de 2.000 mil años, tenemos 2.400 millones de cristianos en el mundo, eso equivale al 40% de la población del mundo entero que cree que Jesús es Dios, y, en el segundo lugar de la población del mundo, hay unas 2.200 personas de la fe musulmana; las dos grandes religiones o credos del mundo, están divididos en los musulmanes y los cristianos. Debemos estar alerta con estas cifras, porque tenemos que ver más allá de nuestra casa, empezar a ver más hacia afuera, muchas veces nos olvidamos de que el mundo nos afecta, y de que si no queremos ser afectados por él, nosotros debemos afectarlo. Dios nos llamó a ser luz del mundo (Mateo 5:14), sal de la Tierra (Mateo 5:13), y cabeza y no cola (Deuteronomio 28:13).

Nuestro compromiso no es solamente el de orar, sino accionar de acuerdo a la dirección que recibimos por medio de ella, es totalmente ilógico que oremos para seguir estando encerrados en cuatro paredes, pareciera que queremos que Dios haga el trabajo que nosotros debemos hacer, eso es un grave error. Tenemos que salir de la mentalidad cavernícola, la cual cree que encerrarnos en casa va a traer la solución, y que olvidarnos del mundo, y ocuparnos del minúsculo lugar donde vivimos, no nos va a afectar, cuando en realidad nos afecta; si seguimos pensando de forma individual, vamos a morir de forma general. Debemos entender que la oración que cambia al mundo, tiene que tocar al mundo, si no lo hace, entonces seremos tocados nosotros; hay que buscar la dirección de Dios para tocar al mundo, y no seguir aislados como si fuésemos independientes de él.

La oración que cambia al mundo, es la que primero nos cambia a nosotros, porque si no lo hace, no puede cambiar a otros. No oramos para cambiar a otros, sino para cambiar nosotros, porque cuando cambiamos, las cosas que acontecen a nuestro alrededor podemos mirarlas de forma diferente. Dios brega primero con corazones, antes de que con posiciones, Él primero observa el corazón. No podemos orar desde el egoísmo, la crítica o el señalamiento, sino desde la humildad y del reconocimiento de que necesitamos un cambio. Mientras que estemos en una posición para controlar, jamás podremos bendecir, el llamado que Dios nos hizo como pastores no fue a controlar, sino a bendecir, y a velar por el bienestar de las almas; no es control es responsabilidad.

Lucas 9:29: “Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.”

Jesús cambió al mundo, dividió la historia en antes y después de él, cosa que no logró Mahoma, la tumba de nuestro Señor Jesús, en Jerusalén, está vacía, Él resucitó, el cristianismo es la fe en lo sobrenatural, en que nuestro Señor murió y resucitó para que fuese el primero entre todos, indicando que nosotros continuaremos ese camino, y en esa línea debemos movernos. Los cambios y transformaciones del individuo, pueden y deben ser dramáticas, no basadas en un sistema de normas y dogmas, sino en una relación con Dios por medio del Espíritu Santo, nuestra Biblia dice que quien comenzó tan buena obra en nosotros, la va a perfeccionar hasta el día de Jesucristo (Filipenses 1:6), entonces estamos claros de que los cambios los realiza el Espíritu Santo por medio de una relación, que debe ser hecha a través de la oración.

Si nos acercamos a Dios creyendo que somos autosuficientes, no abra ningún cambio ni relativo ni sustantivo en nosotros, debe haber un reconocimiento humilde de nuestra humanidad, de reconocer que no somos capaces, y que nuestra capacidad proviene de Él, de nuestro Señor. Sabemos que somos humanos, por ello no debemos catalogarnos como perfectos, pero queremos caminar hacia esa perfección, nuestra humanidad nos hace saber que las cosas que podamos hacer en el mundo, deben ser hechas para Dios, de manera que puedan tener un propósito más alto que el egoísmo o el individualismo. Debe haber una especie de reseteo en la Iglesia, con el objetivo de que pueda entender su rol y llamado, que es el de ser luz del mundo, eso se llama influencia. El mundo sin la Iglesia no tiene sabor y está a oscuras, por tal  motivo no debe esconderse en templos, recordemos que somos sal, pero si esa sal no sala, no sirve para nada, por eso el llamado de la Iglesia no es ser una minoría, sino una mayoría que influencie, que decida, que se imponga, eso debe ser la Iglesia de Jesús.

Mateo 24:14: “Y será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”

Daniel 6:10: “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban a Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.”

La oración que cambia al mundo, es la que no cambia con el mundo; si el mundo cambia, nuestra oración no, sigue en pie, porque el mundo cambia por la oración, pero él no va a cambiar nuestra oración, y llámese mundo el sistema, lo que nos rodea. Debemos cambiar lo que nos rodea, pero lo que nos rodea no nos debe cambiar a nosotros, si nos cambia, nuestra oración no está basada en la roca inconmovible, que es Jesucristo. Toda oración debe ser hecha al Padre, en el nombre de Jesús, de lo contrario, estaría basada en nuestras emociones. La oración es un acto de fe.

La oración que cambia al mundo, es la que se hace desde la seguridad de que algo va a pasar, no perdemos el tiempo orando por algo que no va a suceder, oramos por algo que va a suceder. Oramos por nuestro país, porque sabemos que va a cambiar, no sabemos cuándo ni cómo, pero va a pasar, y la situación difícil, mañana no estará, porque cuando somos insistentes, Dios cumple nuestra petición. No podemos determinar el tiempo en que algo acontezca, porque el tiempo no es un limitante para Dios, Él es eterno, por eso no está sujeto a tiempo ni a espacio, por eso a nuestra seguridad debemos agregarle paciencia, que tiene que ver con persistencia.

Lucas 18:1: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar.”

La oración que cambia al mundo, es la que no abandona. Debemos orar, pero también accionar y avanzar, porque Dios va a dirigirnos con su Espíritu Santo, pero Él lo va a hacer con alguien que camina, no le gusta que nos frenemos, sino que nos ajustemos a su ritmo, ¡movámonos hacia nuestro milagro!

Finalmente, la oración que cambia al mundo, es la que se hace para cumplir la voluntad de Dios, y no para torcerle su brazo, Él es Dios, no nosotros, así que, debemos estar dispuestos a que Dios nos dirija, y a ajustar nuestro rumbo si no es el correcto, porque quien reconoce una equivocación, no es menos, siempre será más. Ser líder es tener la capacidad para que otros nos oigan y sigan, y en la medida que somos responsables con ese liderazgo, Dios nos da más. Un líder es aquel que se debe a su llamado, y que dice lo que tiene que decir, hace lo que debe hacer, y después mira hacia atrás a ver si alguien lo sigue, ese es un líder cristiano, no debemos estar más preocupados por lo que dicen los hombres, porque entonces no seriamos siervos de Dios, lo dijo Pablo.

Gálatas 1.10: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.”

¿Cómo orar para hacer la voluntad de Dios si no la conocemos? Quien ora y quiere cambiar al mundo, debe saber cuál es la voluntad de Dios. Cuando oramos, no lo hacemos para cambiar la voluntad de Dios, sino para que nuestra voluntad se alinee a la de Dios.

Mateo 26:36-39: “Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: “Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pasa de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como tú.”

Debemos orar para saber cuál es la voluntad de Dios, y una vez que la conozcamos, debemos cumplirla. Jesús tuvo que orar tres veces para vencer Su voluntad, así que, cuántas veces debemos orar nosotros para someter nuestra voluntad, muchas veces. Nuestro Señor Jesús, el día que se bautizaba para perdón de pecados, sin haber cometido ninguno, sufrió el escarnio público, porque Él decía que no tenía pecados, y se estaba bautizando para perdón de ellos, pero Él se bautizaba para obedecer a la voluntad del Padre, diciéndole a Juan: “Bautízame ya, porque me es necesario cumplir con toda justicia” (Mateo 3:15), eso indica, que “toda justicia” significaba requerimientos de su Padre que tenía que cumplir, y aunque no estaba a gusto con la acción, si estaba a gusto con obedecer a su Padre. Siempre que sepamos y conozcamos de la voluntad de Dios, podremos hacerla, pero si no sabemos cuál es, jamás podremos aceptarla. Oremos para conocer la voluntad de Dios, y no para hacer que Dios haga la nuestra, esa es la única manera de poder avanzar hacia el propósito que Dios nos ha llamado.