Project Description
La Tierra será llena del conocimiento de Dios
(Domingo 04-10-2020)
Pastor Javier Bertucci
Mateo 9:35-38: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “A la verdad la mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.
Lo que predicaba Jesús no era un Evangelio personalizado, sino el Evangelio de Reino, muchos erramos en la idea de que el Reino es la Iglesia, ella es parte de él, pero reino es la influencia del rey, en este caso, es la de Dios sobre una Iglesia o congregación, así que el Reino es más que una congregación. Dios no solo quiere influenciar a las personas que asisten al templo, sino a quienes están fuera de él; ahora bien, es cierto que la Biblia dice que Jesús enseñaba dentro de las sinagogas, pero también predicaba en las ciudades y aldeas (Mateo 9:35), es decir, no limitaba su influencia a las sinagogas, sino que influenciaba en las calles, en las casas, y en todos los ámbitos sociales del momento.
El Reino es la influencia de Dios, y si nosotros como Iglesia solo pensamos en influir en quienes asisten al templo, y nos encerramos en ello, jamás tendremos Reino, solo iglesias, congregaciones y organizaciones, pero no Reino, porque este va más allá de un lugar físico, sale del él e influencia todos los ámbitos de la sociedad. Jesús dijo “yo he venido a salvar al mundo” (Juan 12:47), es decir, al planeta completo, y eso tenemos que entenderlo, porque es necesario ampliar nuestra visión, no podemos seguir pensando tan pequeñamente, sino en la población entera de nuestra ciudad, y si no hacemos eso, seguiremos siendo una minoría.
Dios es tan grande, que no podemos llegar a pensar que siendo tan gigante, solamente va a quedarse con un pequeño grupo, Juan dijo que él vio el número de los redimidos y eran millones de millones (Apocalipsis 7:9), no se podían contar a causa de la multitud. El Padre Creador no manda a su Hijo al mundo a morir por un pequeño grupo de personas, así que no podemos tener una mentalidad pequeña, el asunto de la pequeñez está en la mente nuestra, pero cuando hablamos del Espíritu de Dios, es algo grande, entonces no tratemos de amoldar la grandeza de Dios a nuestra visión minúscula, porque no funciona así. La Tierra será llena del conocimiento del Hijo de Dios (Habacuc 2:14), por eso Jesús andaba predicando el Evangelio por las calles y aldeas, y sanando enfermedades y dolencias en el pueblo (Mateo 9:35), porque una persona que tiene visión de Reino, atrae multitudes.
Las multitudes deben ser vistas con la compasión y amor correcto para que no sean abusadas. Jesús entendió que las multitudes estaban desamparadas y que no había nadie que se preocupara de forma genuina por ellas (Mateo 9:36). El pastor debe ver a sus ovejas con compasión y amor, no de otra forma. En un momento Jesús le dice a sus discípulos “rueguen al Señor de la cosecha, porque los obreros pocos y la cosecha es mucha” (Mateo 9:38), en otras palabras, hay una falta de relación entre la cantidad a cosechar y los cosechadores. Dios es grande y la cosecha es grande, es por eso que no debemos pensar en pequeño.
Todo lo que Dios es tiene que ver con grandeza, no con pequeñez, entonces pensemos en cosechar algo grande. Una persona que no tiene visión o que su visión es pequeña, cuando se le habla de salir a pescar, se va con un anzuelo y va a pescar pocos peces, eso está bien, pero otro que tiene una visión más grande, toma una red, y si hay muchos peces, va a sacar una gran cantidad, es decir, hay dos mentalidades frente a un mismo escenario, entonces van a ver dos resultados. En el mandamiento de ganar almas para Dios, debemos usar un método que genere frutos, y que esté aprobado por Él, porque necesitamos ser eficientes con el llamado que el Cielo nos ha hecho. Si algo no está creciendo, revisemos el plan que estamos utilizando, y si no es correcto, rectifiquemos, no defendamos algo que no tiene explicación lógica, porque Dios no nos llamó a algo pequeño. Tenemos que animarnos a creer por la grandeza, y para ello hay que corregir nuestra mentalidad y visión, para que entonces ella pueda sostener un acceso a la grandeza que Dios tiene para nosotros, debemos salir de esa visión minúscula para ser empujados hacia algo más grande.
Nuestro pensamiento constante debe ser cómo podemos ser más eficientes para lo que Dios nos llamó. Tenemos el derecho de pensar en grande, porque tenemos un Dios grande, Él fue quien creó el universo, entonces debemos relacionar lo que Dios quiere hacer con nosotros con algo grande.
Habacuc 2:14:“Porque la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar.”
Así como el mar está inundado de agua, de la misma forma Dios quiere inundar la Tierra, pero en vez de agua, con el conocimiento de su gloria, así como las aguas cubren el mar. Debemos entender a qué Dios nos llamó y de qué tamaño es la visión que Él nos entregó, ahora, una de las razones por las cuales somos ineficientes en el asunto del cumplimiento del llamado de Dios, que es la predicación del Evangelio, y no solo eso, sino la extensión de su Reino, es porque no hemos entendido que debemos estar llenos del Espíritu Santo, porque de lo contrario, va a ser difícil hacer esta obra.
1 Reyes 18:24-38: “Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses; yo invocaré el nombre de Jehová. El Dios que responda por medio del fuego, ese es Dios. –Bien dicho –respondió todo el pueblo. Entonces Elías dijo a los profetas de Baal: «Escoged un buey y preparadlo vosotros primero, pues sois los más. Invocad luego el nombre de vuestros dioses, pero no le prendáis fuego». Ellos tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía. Decían: «¡Baal, respóndenos!». Pero no se escuchó ninguna voz, ni hubo quien respondiera; entre tanto, ellos seguían saltando alrededor del altar que habían hecho. Hacia el mediodía, Elías se burlaba de ellos diciendo: «Gritad con voz más fuerte, porque es un dios. Quizá está meditando o tiene algún trabajo o se ha ido de viaje. ¡Tal vez duerme y haya que despertarlo!». Seguían ellos clamando a gritos, y se hacían cortes, conforme a su costumbre, con cuchillos y con lancetas, hasta que les chorreaba la sangre. Pasó el mediodía y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecer el sacrificio, pero no se escuchó ninguna voz, ni hubo quien respondiera ni escuchara. Entonces dijo Elías a todo el pueblo: «Acercaos a mí». Todo el pueblo se le acercó, y Elías arregló el altar de Jehová que estaba arruinado. Tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había sido dada palabra de Jehová diciendo: «Israel será tu nombre», y edificó con las piedras un altar al nombre de Jehová. Después hizo una zanja alrededor del altar, en que cupieran dos medidas de grano. Preparó la leña, cortó el buey en pedazos, lo puso sobre la leña, y dijo: «Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña». «Hacedlo otra vez», dijo; y lo hicieron otra vez. «Hacedlo la tercera vez» dijo de nuevo; y lo hicieron la tercera vez, de manera que el agua corría alrededor del altar, y también se había llenado de agua la zanja. Cuando llegó la hora de ofrecer el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: «Jehová, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu siervo y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, Jehová, eres el Dios, y que tú haces que su corazón se vuelva a ti». Entonces cayó fuego de Jehová y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y hasta lamió el agua que estaba en la zanja.”
El único que puede manifestarse con fuego es Dios, por eso en el Antiguo Testamento ocurría esto, pero en el Nuevo Testamento ese fuego está representado por el Espíritu Santo, por eso Jesús dijo “yo los bautizaré con el Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11). No podemos conseguir que alguien sea eficiente en el ministerio si no tiene fuego de Dios, el cual tiene que ver con pasión, la cual nos hace ser diligentes y persistentes, y convierte a cobardes en valientes, gente así entiende que la predicación del Evangelio debe ser realizada desde la pasión del Espíritu Santo, y con las herramientas que Él provee, pero con visiones muy grandes, y es allí cuando se manifiesta lo sobrenatural de Dios.
Jeremías 23:29: “¿No es mi palabra como un fuego, dice Jehová, y como un martillo que quebranta la piedra?”
La pasión y la entrega deben venir de una relación estrecha con el Espíritu Santo, porque Él no es una opción, sino una obligación para ser eficientes en lo que Dios no ha llamado a hacer. No podemos defender nuestros fracasos o falta de resultados, sino asumirlos, enfrentarlos y cambiarlos, pero nunca justificarlos, y alguien que los asume y corrige, entonces comienza a caminar en el fuego del Espíritu Santo.
Hechos 2: 3: “Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.”
La Iglesia debe entender que iniciamos en el fuego, y así debemos terminar.
Mateo 3:11: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.”
Hay personas que quieren apagar todo fuego que se enciende, con agua, no debe ser así, esa pasión que trae el fuego del Espíritu Santo, en vez de ahogarnos o apagarnos, deben avivarnos, y ese es el llamado de todo buen líder, porque ese fuego no viene para calentarnos, ni para hacernos sentir bien, viene para que nuestro trabajo sea eficiente, y para que podamos serle testigo a Él con pruebas indubitables.
Si la Tierra va a ser llena del conocimiento de Dios, entonces Venezuela es parte de esa Tierra, y nosotros debemos trabajar para que esto ocurra con todo este ejercito de cosechadores, para que podamos hacer la voluntad de Dios y agradar su corazón. Un Dios grande no llama a recoger cosechas pequeñas, lo que Él nos llamó a hacer es tan grande, que necesita muchos cosechadores.