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Las puertas que la oración abre
Pastor Francisco Barrios
Martes 25-01-2022
Hay una clase de ataduras que solamente salen con la oración y el ayuno (Marcos 9:29), que solo un clamor constante puede abrir. Jesús les enseñó a sus discípulos la necesidad de orar siempre y no desmayar (Lucas 18:1), porque cuando nuestra oración está sumada a una permanencia, se abrirán puertas y romperán cadenas. Uno de los secretos que Jesús nos enseñó para ser exitosos, es que permanezcamos en Él, porque solo así podremos llevar mucho fruto (Juan 15:4).
Hechos 10: 1-6: “Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio. Él, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas”.
Dios cuenta nuestras oraciones, conoce claramente si somos permanentes en ellas; dice la Palabra que claman los justos y Dios los oye (Salmo 34:17). La oración que abre puertas requiere el enfoque de la mente y el peso del espíritu, así que necesitamos comprometernos a orar de forma tan enfocada que lo hagamos hasta lograr nuestro objetivo. Hay milagros que no hemos conquistado no porque Dios no desee dárnoslo, es porque Dios necesita que nos comprometamos a orar por ello, y en el camino no desistamos, permanezcamos, porque muchos han abandonado minutos antes de que se abra la puerta.
Quien tiene un corazón dador va a llamar la atención del Cielo; además, es muy poderoso combinar la oración constante con las ofrendas, no importando si nos agradecen o no, porque cuando damos esperando recibir, no lo estamos dando para Dios, sino para nosotros. Hay personas que nos van a agradecer y otros que no, pero eso no debe condicionar nuestro dar. No soltemos la oración, aunque veamos un fracaso, porque hay milagros que requieren de un gran compromiso. Job se presentaba todos los días ante Dios por sus hijos y ofrecía ofrendas y oraciones constantemente por ellos (Job 1:5). Todo lo que queremos, podemos lograrlo, tenemos la llave en nuestras manos y es la oración. ¡Mantengamos nuestra oración porque viene un milagro para nuestras vidas!