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Orando como hijos

Pastor Alfredo Aponte

Martes 10-05-2022

Jesús es nuestro mayor ejemplo en todas las cosas, de Él aprendemos a orar; sus discípulos entendiendo la necesidad de la oración les pidieron que los enseñase a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos (Juan 11:1). La Palabra dice que a Dios nadie le vio jamás, pero que el Unigénito lo dio a conocer, Él nos vino a mostrar al Padre. Moisés, estando en el monte, le dijo al Señor que quería verle, y Dios le dijo que lo escondería en una peña, porque no hay hombre que lo haya visto y viva, y Jehová Dios le mostró sus espaldas (Éxodo 33: 18, 20-23).

Efesios 1:3-6: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.”

Cada vez que nos acercamos a Dios para orar, Él nos recibe cómo a sus hijos, y se complace de nuestra presencia.

Juan 17:5: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”.

Jesús dejó toda su gloria para venir a la Tierra y estar entre nosotros, pero nunca dejó la comunión y relación con su Padre, dijo en una oportunidad: “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21).

Un padre cuando habla con su hijo no le da la espalda, sino que lo hace cara a cara, y así es Dios con nosotros, porque Él se complace de cada uno de nosotros, y cada vez que nos acercamos para orar, somos recibidos como una ofrenda de olor fragante, nos recibe como a su propio hijo Jesús; nunca vayamos ante Dios con la conciencia de que Él se desagrada, ya Él le dio la espalda a nuestros pecados, así que nuestra oración siempre debe ser la de un hijo, no somos advenedizos ni personas extrañas para Dios, somos reconocidos por Él. El Espíritu Santo nos anhela celosamente, Él nos está esperando.

Mateo 7:11: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”

Todo el que se acerca a Dios en el nombre de Jesús recibe lo que pide, porque el Padre nos ama como a su único hijo, es decir, como a Jesús.