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Persistiendo en la oración

(Domingo 14-03-2020)
Pastor Javier Bertucci

Entrar en pánico no es pecado, pero persistir en él si lo es. El pánico le impide a una persona creer, ejercer fe, y mantenerse sobrio, ecuánime y racional en sus pensamientos, lo que puede afectar la salud, las decisiones, y finalmente, a su familia. Si nos mantenemos en una comunión con Dios, una de las cosas que puede suceder es que: “caerán mil y diez mil a mi diestra, más a mí no llegarán” (Salmo 91:7), es una de las promesas que tenemos. Por supuesto que vamos a orar por otros, pero sentirte debilitado en la carne no es pecado; la gente piensa que si siente algo que no es lo normal de un creyente, está en pecado o desalineado de la verticalidad de Dios.

Hebreos 5:7: “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.”

Jesús sufrió todos los sentimientos que podemos sufrir en un momento difícil de nuestras vidas (miedo, temor, agonía, o desesperación), Él de alguna manera los sintió; ahora bien, no caminó ni se mantuvo en ellos, pero los sintió, y esa es nuestra mayor seguridad, que si Jesús los sintió y los venció, también nosotros los podemos vencer en Su nombre. Así que, tenemos el derecho, y también el deber de vencer estos sentimientos que pueden estar en nuestra carne, y seguramente tocarán la puerta de nuestro corazón, pero recordemos que tenemos todas las herramientas, todo el ejemplo en nuestro Señor Jesús para vencerlos. Si hemos sentido miedo o desesperación, no estamos en pecado, podemos acudir a la oración, y hacerlo como nuestro Señor Jesús, y vencer como Él, porque ese es nuestro derecho como hijos de Dios, y hermanos menores del Señor Jesucristo.

Queremos orar como Jesús para poder alcanzar lo que Jesús alcanzó en sus momentos en la carne, porque dice la Biblia que “Cristo en los días de su carne” (Hebreos 5:7), y cuando leemos esto nos damos cuenta de que nuestro Señor Jesús venció los sentimientos en esta misma carne que tenemos nosotros, pero la clave estuvo en que se fortaleció como hombre de Dios, y fue de esta manera que logró vencerlos. En medio de las circunstancias difíciles, por medio de la oración y la fe permanecemos en Cristo Jesús quien es nuestra roca, así que, ejerzamos fe, porque sí la tenemos. Ejercemos fe entendiendo que nuestro Señor Jesús en la carne oró, con miedo, en agonía, con temor, y con el sentimiento de no saber lo que le venía, Él oró y pudo vencer.

Jesús no solamente venció a los sentimientos, sino que se sometió a la voluntad de Dios orando, por eso debemos desear orar como Jesús, para lograr los mismos resultados que Él obtuvo. Lo primero que debemos reconocer es que tenemos y estamos en un cuerpo de carne, y en ella debemos vencer. Aunque tenemos sentimientos, no se supone que ellos nos venzan, no nos pueden ni nos van a vencer, ¡vamos a ganar! Jesús sintió la misma desesperación que nosotros podemos sentir, Él se sintió amenazado por las circunstancias, y de manera tal, que sus ruegos súplicas eran con gran clamor y con lágrimas. Ahora, estamos habilitados y autorizados por nuestra Biblia para orar como Jesús lo hacía. Si sentimos temor, oremos; y si en medio de la oración sentimos angustia, lloremos; y si en medio de esa angustia sentimos alguna amenaza, gritemos; pero sabemos que al final de la oración ese Espíritu que está dentro de nosotros, y que no es de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio, va a imponerse y vamos a salir con un coraje santo que nos va a ayudar a enfrentar el miedo, la angustia y la desesperación. Vamos a salir victoriosos, porque Jesús triunfó, y nosotros también lo haremos en Su nombre.

Nuestro clamor y lágrimas deben ir dirigidos a Aquel que nos puede librar de la muerte. Oramos a un Dios vivo, que no está ocupado para respondernos, sino que está comprometido a atendernos cada vez que oremos a Él. Oramos a un Dios sobrenatural y poderoso que no duerme para oírnos, sino que está atento a la voz de nuestro clamor, que no está ajeno a nuestros problemas, angustias y temores, y que el viene al rescate y ayuda cuando clamamos a Él, porque sabe que somos hijos vulnerables que le necesitamos. Él es el único que puede librarnos, así que no dejemos de orar.

Jesús fue oído, es decir, que alguien que se siente vulnerable, amenazado, con algún temor o miedo, no es rechazado por un Dios tan grande como el nuestro, sino que Él es capaz de ser misericordioso y entender nuestros miedos y temores, y venir a nuestro socorro en medio de un clamor sincero que puede ser con gritos, con lágrimas o en el silencio del temor, pero con toda decisión y fe al único que puede librarnos de la muerte. Una persona que es tan valiente para reconocer su vulnerabilidad, es tan valiente para recibir un milagro, cuidado con que la fe nos dé dureza de corazón.

Hebreos 5:8: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.”

El ser hijos de Dios no nos exime de alguna situación, por todo lo contrario, ser hijos nos mete en un gran compromiso y responsabilidad con la tierra, porque dice la Biblia que: “la tierra clama por la manifestación de los hijos” (Romanos 8:22). Jesús tuvo angustia, miedo, hambre y sed estando en la carne, pero nos demostró que con nuestra fe podemos ganar, que no estamos destinados al fracaso, o a la derrota, pues, todo lo podemos en Cristo, no es por nuestra propia fuerza, es porque Él es en nosotros es la esperanza de gloria (Colosenses 1:27), y en Él somos más que vencedores (Romanos 8:37). La valentía y la fe de Jesús se transfiere a nosotros por medio de la oración, y cuando esto ocurre no es que seamos muy valientes, sino porque la valentía de Dios opera en nosotros por medio del Espíritu Santo. Estamos llamados a imponernos frente al caos.

Hebreos 5:9: “Y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen.”

Por medio del padecimiento Jesús aprendió la obediencia. El miedo en quien no cree lo tira a un precipicio, pero en quien tiene fe, lo perfecciona, así que, cuando nosotros sintamos miedo no saldremos avergonzados, sino perfeccionados, porque lo habremos vencido. Cuando padecemos y pasamos por los sentimientos que vienen estando en la carne, no somos avergonzados, sino perfeccionados, porque hemos vencido en medio de ellos. No queramos hacer sin antes ser, primero debemos ser, y luego hacer. Para Jesús poder convertirse en el salvador de la humanidad, tuvo que padecer, pasar por circunstancias muy difíciles y vencer.

Jesús, la mayoría de las veces oró en un lugar apartado sin ninguna compañía humana, solo algunas veces se llevó a tres de sus discípulos, por eso, a la soledad no hay que temerle, hay que aprovecharla. Nunca nadie es perfeccionado en grupo, somos perfeccionados en la soledad. Todos sabemos que Jesús es sanador, pero, quien lo sabe con mayor profundidad es aquel que fue sanado, la mejor forma de tener un legado que dejar, es tener la experiencia, es poder decirle a otros que vencimos, porque lo estaremos diciendo desde la victoria, y no desde la derrota.

Hebreos 5:10: “y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.”

Dios unge al que Él declara, y cuando Dios no lo declara, no lo unge. No busquemos que alguien nos declare, busquemos que Dios nos declare.

Hebreos 5: 11-12: “Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que os vuelva a enseñar cuales son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.”

Hay que atravesar y padecer los procesos de Dios para poder llegar a ser, y además ser declarados. Necesitamos salir robustecidos en nuestra fe en medio de las adversidades. Si tenemos que padecer, padezcamos, porque de allí tenemos la oportunidad de salir victoriosos, y así poder ser de ser de bendición para otros. La bendición de muchos depende del padecimiento de pocos. Muchos quieren ser bendecidos, pero pocos quieren padecer, para poder bendecir a muchos hay que pasar por padecimientos solos, y así poder ser autores de bendición para otros. Dios está reclutando a gente que quiera padecer para ser de bendición a otros.

Tenemos que tener la mejor fe, pero debemos estar listos para lo que sea.