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Orando con la ayuda del Espíritu Santo
Pastor Yobany Blanco
Martes 01-06-2021
Juan 14: 15-17, 26: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”.
El Espíritu Santo es el primero que desea que nuestras oraciones sean respondidas; Él está dispuesto a revelarnos todas las cosas con el fin de que nuestra oración sea eficaz. Al orar, debemos hacerlo acompañados de la presencia del Espíritu Santo, siempre pediéndole a Él que tome el control de nuestra oración.
Cuando le damos al Espíritu Santo el lugar que merece en oración, se nos revelan en nuestro corazón las frases correctas que debemos decir, así como las peticiones y la voluntad de Dios; recibimos un don de fe, optimismo y pasión.
El Espíritu Santo tiene la capacidad de unir a la Iglesia en oración conforme al deseo del corazón de Dios, porque Él es quien nos revela la palabra, las promesas y los tiempos de Dios para nuestras vidas. Debemos estar en sintonía con el Cielo, y solo el Espíritu Santo puede ayudarnos a conectarnos directamente con Dios, pero primero debemos buscar Su presencia y dirección en cada petición que presentamos.
Hechos 2: 1-4: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”.
Podemos insistir en una oración, pero cuando llega el Espíritu Santo de Dios cae el fuego y la unción en nuestras bocas para pedir conforme al corazón del Padre. El Espíritu Santo nos enseña un nuevo lenguaje para orar, pero debemos prepararle el ambiente, e irnos despojando de nuestras cargas para que el marque un antes y un después en nuestra vida.
Cuando el Espíritu de Dios llega, nuestros deseos por el Padre aumentan, cambian nuestras motivaciones naturales para entonces buscar de Dios, y se enciende el fuego de la pasión para preservar una vida llena de fe, sin desmayar. En el pentecostés, se marcó en los ciento veinte que estaban en el Aposento Alto la dependencia absoluta del Espíritu Santo, empezando cada uno de ellos a vivir una vida de poder por causa de conocerle. Si hay algo que la Iglesia necesita, es la manifestación del poder del Espíritu Santo.
Romanos 8:26: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”.
Cuando oramos dirigidos por el Espíritu de Dios, nuestro milagro se acerca y los tiempos se acortan, se nos revela la voluntad del Padre y nos mantenemos cerca de ella. Podemos estar rodeados de tentaciones que intenten robarnos nuestro propósito, pero si seguimos en fidelidad y en negación a nosotros mismos, el Espíritu Santo nos levantará y dará nuevas fuerzas por medio de una oración dirigida por Él.
1 Corintios 12: 7: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas”.
Si una oración es dirigida por el Espíritu Santo, se nos otorgan los dones, y por medio de ellos logramos discernir los tiempos de Dios, aumenta nuestra fe en tiempos de oposición, el don de sanidad se manifiesta en nuestra vida y los milagros están a nuestro alcance, esos son los grandes beneficios de darle cabida al Espíritu Santo en nuestro tiempo con Dios.