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Orar cada día por una victoria continua
Jesús antes de hacer cualquier cosa siempre fue primero a verse con su Padre, Él sabía que el éxito de la comisión que Dios le había encomendado dependía de orar cada día para una victoria continua.
Salmo 55:17: “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz”.
Tenemos que ver la oración como una necesidad que nadie puede hacer por nosotros. Quienes oran por nosotros lo hacen para que Dios nos fortalezca y responda nuestras peticiones, pero la oración que nosotros hacemos tiene otro propósito, y es para conocer a nuestro Dios, estar en su presencia, y sufrir cambios radicales en nuestra vida, de forma que podamos ser un mejor instrumento y no un obstáculo para lo que Dios quiere hacer en esta Tierra.
Mateo 11:28: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.
Debemos orar cada día para una victoria continua, no podemos dejar ni una pequeña rendija al diablo para que entre a nuestra vida. La oración es a Jehová Dios nuestro Padre, en el nombre del Señor Jesús y con la asistencia del Espíritu Santo, quien nos ayuda en nuestra debilidad. Ningún pastor podrá tener una Iglesia que ora si Él no ora. Todo lo que empieza con oración se mantiene con oración.
Salmo 25:12-15: “¿Quién es el hombre que teme a Jehová? Él le enseñará el camino que ha de escoger. Gozará él de bienestar, y su descendencia heredará la tierra. La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto. Mis ojos están siempre hacia Jehová, porque él sacará mis pies de la red”.
Dios quien es el Padre de nuestro espíritu, anhela atraernos hacia Él. El mayor deseo de Dios es tener relación con sus hijos, porque si Él logra esto, nos apartará solo para Él. Dios quiere lograr con nosotros una comunión en la que pueda revelarnos sus secretos, y dirigir en cosas que creímos que Dios nunca se interesaría. Para tener victoria diaria debemos tener oración diaria.
Dios quiere que nos demos cuenta de lo débil y anémicos que somos para ser santos por nosotros mismos, lo que no quiere decir que seamos flojos; debemos esforzarnos en nuestra salvación con temor y temblor, pero entender que estamos vestidos de humanidad y fragilidad. Cuando no oramos nos engañamos a nosotros mismos pensando que tenemos nuestra vida bien organizada. Quien no ora tiene una opinión propia más grande que cualquier otra cosa, pero Él que ora mantiene su dependencia de Dios. Ahora bien, cuando entramos en contacto con Dios nos sentimos como Isaías quien dijo: ¡ay de mí que soy muerto! (Isaías 6:5), nos damos cuenta del orgullo que aún cargamos. Oramos para descubrir que necesitamos la misericordia de Dios y su gracia para conocerlo y crecer en su santidad y poder.
Salmo 5:1-3, 7: “Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; Adoraré hacia tu santo templo en tu temor.”
No permitamos que nuestras debilidades y pecados nos impidan acercarnos al trono de la gracia, porque este no es trono de juicio, además, la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Dios nos está buscando para tener un banquete con nosotros. Oramos no para predicar, oramos para vivir, para respirar, para seguir siendo santos, para continuar oyendo a nuestro Padre y bendiciendo a una humanidad. Oramos porque Dios quiere hacernos sus socios en la salvación, y Él necesita gerentes responsables.
Recordemos que Dios gobierna al mundo por medio de la oración de sus hijos, porque ella (la oración) es un tipo de asociación entre Dios y el hombre para salvar y santificar a la humanidad. La Iglesia tiene que aprender a orar la oración del Reino, a pedir que el Reino de Dios venga a la Tierra, para que venga su justicia, y de esta manera haya paz y gozo.
Oramos para que Dios pueda suplir todas nuestras necesidades y de esta manera estemos libres de afanes y ansiedades, porque por nada debemos estar afanosos. Cuando el Reino de Dios viene no hay afán por nada, la queja sale de nuestras vidas y la paz de Dios, aquella que no se pierde ni siquiera recibiendo malas noticias, guarda nuestros corazones en Cristo Jesús. Dios es un Padre que desea suplir nuestras necesidades, pero el suministro de nuestras necesidades está condicionado a la oración, no porque Él no lo pueda hacerlo de otra forma, sino porque Dios sabe que es la única forma de que algunos vuelvan a Él.
En la oración entendemos que Dios quiere darse a nosotros antes de darnos lo que Él posee. Es preferible tener al dueño del tesoro y no al tesoro, tener al dueño de los milagros y no los milagros, porque si lo tenemos a Él lo tenemos todo. Oramos cada día para que Dios pueda revelarnos sus planes y nos dé sabiduría para cumplirlos. Hay gente que no conoce la voz de Dios, pero es porque no tienen comunión con Él, recordemos que la comunión íntima de Jehová es con los que le temen.
Necesitamos una vida de oración para recibir el poder de Dios y así hacer las obras mayores que Jesús hizo y que prometió que haríamos. El diseño perfecto de Dios es que todo lo que un creyente hace en la Tierra sea hecho en el poder del Espíritu Santo. Si Dios nos diera poder sin orar en humildad y fe, nos volveríamos egocéntricos, arrogantes e independientes, y entonces no le serviríamos a Dios.
Dios no puede darnos el poder hasta que pueda confiarlo. En oración aprendemos obediencia, la que nos califica para cargar el poder y la gloria del Espíritu Santo para bendecir a una nación.