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Permaneciendo en el amor de Cristo

(Sábado 26-09-2020)

Pastor Javier Bertucci

Jesús no nos ha dejado, por eso no debemos pensar que Él nos abandonó, Él nos tomó a nosotros, y no nosotros a Él, nos conoció, nos vio, y nos salvó cuando nosotros ni siquiera pensábamos en Él, eso se llama gracia. Que nadie piense que se separó de Jesús, que le dio la espalda, porque Él nunca nos ha dado la espalda y jamás nos dejará, y es Jesús quien decide dejar a alguien o no, salvarlo o no, y ha dicho “yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20), lo dice nuestro dueño, quien nos compró a precio de sangre. La presencia de Dios está disponible para todos en cualquier lugar, y no depende de un templo, sino de un Jesús que habita por la fe en nuestros corazones, y de nuestra relación con el Espíritu Santo.

El amor de Jesús es tan profundo y real, que es imposible no verlo o no disfrutarlo. Necesitamos permanecer en el amor de Dios, no salirnos de Él, podemos dejar de asistir a la iglesia por algo circunstancial, pero su amor sigue permaneciendo dentro de nuestros corazones. El amor de Jesús se manifiesta es dándolo, no recibiéndolo, es decir, si le predicamos a 20 personas cara a cara, vamos a sentir las mismas veces el amor de Jesús en nuestras vidas, si oramos una sola vez, solo una vez lo sentiremos. Es más importante tener el amor de Jesús en nuestro corazón, que asistir a un templo, ese amor es lo más trascendental. Dios no es sentimientos ni poder, tampoco electricidad, pero Él es amor, nosotros somos carne y hueso, pero Dios es amor (1 Juan 4:8).  Si decimos tener a Dios y no caminamos y permanecemos en Su amor, podemos ser los más hipócritas de la religión, porque la religión es hipocresía; podemos predicar a Jesús, pero si no tenemos amor, nada somos (1 Corintios 13:1).

Juan 15:9: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.”

El amor no es para cantarlo u ostentarlo, es para darlo. La única forma de practicar el amor, es dándolo, no hay otra forma, nos encanta recibir y exigir amor, pero no darlo. Lo más importante para estos tiempos que estamos viviendo, es permanecer en el amor de Cristo, podemos orar, ayunar, predicar, pero sin amor, nada somos. Estamos obligados a amarnos los unos de los otros, pero en la misma forma que Jesús nos amó.

Cuando alguien comete algún error a nuestro alrededor, guardamos enojo contra esa persona por un tiempo, y usualmente tendemos a hacer un concepto diferente, lo cual nos hace que cambiemos de actitud, ahora, la gran pregunta es cuántas veces nosotros le hemos fallado a Jesús. Hacemos muchas cosas y pensamos mal en nuestro corazón sobre ciertas personas, y aun así, vamos a orar y sentimos el amor de Jesús, porque Él es el mismo, no cambia, pero nosotros sí.

Permanecer en el amor de Dios quiere decir que Él no quiere que caminemos en nuestra clase, forma, o concepto de entender el amor, sino en el de Dios, porque el amor de nosotros se contamina con el interés, pero el amor de Dios es el más puro que vamos a conocer en la vida. Hay clasificaciones de amor según los psicólogos, “eros”, que es el amor entre parejas, el cual existe mientras ambos estén bien, pero cuando empiezan a haber diferencias, se termina en un divorcio. El amor “filial”, es más puro que el de parejas, porque puede ser el que siente un padre o una madre hacia sus hijos y hermanos, y eso es sangre. El amor “storge”, que es el amor entre amigos. Y por último, está el amor más importante registrado en la Biblia, es el amor “ágape”, que es el amor de Dios para con la raza humana, dice la Biblia que “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Es importante saber que ese amor de Dios por nosotros, Él exige que lo demos a otros, y de la forma en que damos el amor, es que permanecemos en él. Cómo permanecemos en el amor de Dios, dándolo de la misma manera que lo hemos recibido, si no lo hacemos de la misma manera, empezamos a perder propiedades de ese amor, y lo peor, es que tenemos una Biblia, asistimos a una iglesia y tenemos un tiempo de oración, pero no estamos permaneciendo en el amor de Jesús.

El amor de Dios se nos da sin esperar nada a cambio de nosotros, ahora, somos nosotros quienes decidimos si por agradecimiento damos algún tipo de retribución, pero Él no la exige, porque cuando da amor, simplemente lo hace. La base del amor de Dios es darlo, no acapararlo, y no recibirlo. Vayamos al centro de la gran verdad de la fe cristiana que es el amor, eso es lo que nos mantiene de pie ya caminando cada día. Nos debe mover el amor de Dios, el cual nos dignifica, somos dignos por lo que tenemos en el corazón, y su amor habita en nuestro corazón.

Romanos 5:5: “Y la esperanza no nos defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”

Nadie puede decir que no puede dar amor, porque si tiene al Espíritu Santo, tiene amor. Si no tuvimos un buen padre o madre, tenemos dos opciones, decir “jamás voy a dar amor a mis hijos”, o “jamás seré un padre como el que tuve”, nosotros decidimos. Todo problema de carácter psicológico o emocional, lo corrige el amor de Dios cuando llega. La fe cristiana es la más completa, porque el eje central y la base es el amor, y quien tiene amor, tiene perdón, quien no perdona no ama.

1 Corintios 13:13: “Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.”

Gálatas 5:22:Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe.”

Efesios 3:19: “Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.”

El amor de Jesús debe ser conocido cada día, y lo hacemos cuando nos relacionamos con nuestro Señor, la plenitud de Dios no solo la conocemos orando, ayunando y asistiendo a la iglesia, sino por conocer el amor de Cristo. Debemos ser santos para Dios, no para humillar a nuestros hermanos. En las acciones de perdonar, amar y salvar, Dios es el campeón, nadie puede competir con Él. Cuando logramos tener una experiencia con el amor de Cristo, el cual con nuestra mente humana no podemos entender, empezamos a ser llenos de toda la plenitud de Dios.

1 Juan 4:7-10: “Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.”

Si el amor es de Dios, el odio, el rencor y la falta de perdón no lo son. El fundamento del amor de Jesús no es lo que nosotros somos, sino lo que Él es, no lo que hacemos, sino lo que Él hizo, porque aunque nosotros le seamos infieles, Él será siempre fiel, y aunque le intentemos dejar, Él estará con nosotros todos los días de nuestra vida hasta el fin del mundo, y así como el Padre amó a Jesús, nos amará a nosotros, y ese amor excede todo conocimiento. Nunca podremos ganar el amor de Dios, porque ya Él nos los entregó, solo debemos de dar gracias todos los días por ese amor, y ese amor permanente, no reprocha restaura.

El amor puro solo proviene de Dios, es único, no tiene comparación, y nadie nos va a amar como Él, y lo más importante, es que Dios nos va a seguir amando hasta que nos vayamos al cielo, el límite de ese amor no existe, y como no hay límites, no podemos limitarlo a cómo nos ama. El amor de Dios no cobra, no avergüenza, no echa nada en cara, y nos los da todos días; Él no nos ama por lo que hayamos hecho, sino por lo que Él hizo en la cruz por nosotros. Jesús nos amó antes, así que, nos hay manera de que retribuyamos ese amor, no puede ser comprado, igualado, de ninguna forma recompensado, porque es amor excede todo conocimiento, así que no podemos pagar lo que no tiene valor, ese amor es infinitamente costoso, y lo único que puede hacer Jesús es dárselo a aquellos que lo reciben con acciones de gracias.

No podemos andar en odio, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo. Tenemos el amor de Dios en nuestro corazón, y eso nos hace ser superiores a otros, y esa es nuestra dignidad, no es el dinero, ni la posición que podamos tener, sino el amor de Dios en nuestros corazones, y en esa permanencia del amor de Dios debemos vivir todos los días.

Romanos 8:35-39: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? Como está escrito: «Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero». Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.”

Que nadie se deje dañar por nada que no sea el amor de Dios, que es lo único que nos puede impulsar hacia la grandeza que Dios tiene para nosotros. Todo lo que vivimos en el tiempo presente va a pasar, pero nosotros no seremos los mismos, las circunstancias difíciles harán que cobremos más fuerzas, más fe, más pasión y sobre todo, terminaremos con un corazón hinchado de amor para amar a nuestra gente, y decirles a todos que el amor de Cristo inunda nuestro corazón. Nada podrá separarnos del amor de Dios.