Project Description

Que nada estorbe tu oración

(Martes 14-04-2020)
Pastor Javier Bertucci

No solo se trata de orar, se trata de hacerlo bien. La oración no solo es una práctica, sino que está estrechamente ligada a una actitud del corazón, la cual es más importante que la misma acción de orar. Hay una mecánica de la oración, y hay una sustancia de la oración; la mecánica es la acción misma, pero la sustancia es el corazón del que hace la oración, el cual determina la eficiencia de la misma. Un corazón alineado a lo que establece la Palabra de Dios en cuanto a la oración va a conseguir milagros y avances, no solo en tiempo, sino en manifestación.

Lo primero que debemos asegurarnos al orar es de no hacerlo con un corazón altivo, con uno que cree que merece lo que está pidiendo y orando, o que tiene un concepto de sí mismo más alto del que debería tener. Aunque somos hijos de Dios, debemos entender que todo lo que recibimos y tenemos es por gracia, la cual es un favor inmerecido de Dios.

Salmo 51:17: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.”

Cuando tenemos un corazón que está totalmente humillado ante Dios, en el que no hay altivez, y que reconoce que nada merece, obtenemos Su favor, porque Dios no puede despreciar un corazón contrito y humillado. Cuidémonos de no tener un corazón altivo al orar. Además, al orar no debemos tener una actitud egoísta, como muchos que solamente oran por ellos y por los suyos.

Santiago 4:2-3: “Codiciáis y no tenéis; matáis y ardéis de envidia y nada podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, pero no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.”

Debemos orar por los nuestros, pero es muy peligroso solo pedir para nosotros y los nuestros, porque podríamos estar cayendo en egocentrismo. Ampliemos nuestro territorio de oración y oremos por otras personas de las que quizá no vamos a recibir ninguna retribución. Hagamos una oración que no solo pida por nosotros, sino también por los más necesitados.

1 Juan 3: 18-23: “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. En esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él, pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas. Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidamos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.”

Debemos orar con un corazón que ama, y que no guarda rencores venenosos que terminan por estorbar la oración. La Biblia aclara que cuando queramos dar una ofrenda, pero tengamos algo contra nuestro hermano, el mismo Jesús dijo: “deja la ofrenda allí”, es decir, no la traigas, y ve y pídele perdón a esa persona con la que tienes diferencias, y después regresa y da tu ofrenda (Mateo 5:23-24). No podemos permitir que una disputa o discordia con nuestro hermano nos vaya a traer un estorbo en nuestra oración, así que, cuidemos nuestro corazón. Velemos de cuando vayamos a orar lo hagamos con corazones que aman y que están llenos de perdón.

1 Pedro 3:7: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.”

Debemos evitar los roces, pues, es necesario tener relaciones conyugales bien manejadas y sabias, porque de no hacerlo, las oraciones serán estorbadas. Pidamos sabiduría, porque quien la pide, Dios se la dará abundantemente y sin reproche (Santiago 1:5). Sabiduría no es tener la razón, es tener convivencia y paz. No permitamos que los roces con el cónyuge estorben nuestra oración.

Lucas 18:10-14: “Dos hombres subieron al Templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano”. Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.”

Debemos orar sin arrogancia y acusación. Cuidado con orar pensando que somos mejores que otros, porque este es un gran error, todos somos iguales ante Dios, cualquiera que se le ocurra pensar que es mayor que otros caerá en el error de la arrogancia.

Santiago 1:5-7: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.”

Debemos orar sin dudar nada. Cuando oremos asegurémonos de hacerlo con fe, no dudando, porque el que duda no recibirá nada. Cuando pidamos no pensemos en dudar, sino creamos que nuestro Dios lo puede hacer, que Él tiene el poder de dárnoslos. No dudemos, solo creamos.

Efesios 3:20: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros.”

Debemos orar adueñándonos de la petición. Dios es poderoso para hacer cualquier sanidad, provisión y conversión de nuestra familia, y de hacer no solamente lo que queremos, sino mucho más allá de lo que podamos imaginar. Dios va más allá de nuestras capacidades y necesidades, Él nos dará más allá de lo que podamos necesitar, Él supera nuestras necesidades y peticiones.

Lucas 11:11-13: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”

Nuestro Padre es bueno, y cuando oramos Él nos da mucho más de lo que pedimos e imaginamos. Cuando nos adueñamos de la petición, la petición se adueña de nosotros, así que, cuando terminemos el tiempo de oración, debemos seguir con ella presente en nuestras mentes.

Lucas 18: 7: “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?”

Nuestra petición debe convertirse en un estilo de vida, ella debe ocupar nuestra mente todo el día, y cuando esto pasa, prontamente esa oración se convertirá en una petición respondida. Oremos de forma eficiente y eficaz, que sea oída en el Cielo y que nada la estorbe.