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Resurrección y propósito

(Domingo 12-04-2020)
Pastor Javier Bertucci

La resurrección es la base principal de la fe cristiana, quiere decir que nuestra sustentación en la fe no está basada en conceptos humanos ni en ningún tipo de líneas horizontales, sino que está fundamentada en lo sobrenatural, en la resurrección de Jesús de los muertos, como el primogénito en hacerlo e ir al cielo en una especie de material que todavía no se ha podido constatar. Nuestro Señor es el único que ha muerto en la tierra, ha resucitado en ella, ha ascendido al cielo, y se ha sentado a la diestra de Dios, y ahora como hijo del Padre, y como Dios absoluto también, posee un cuerpo glorificado, como el que nosotros algún día tendremos, y esa es la base de nuestra fe.

Hoy no solo celebramos la resurrección de Jesucristo, sino que estamos apuntalando y anclando nuestra fe, la cual se basa en lo sobrenatural, en que Jesús resucitó y hoy está vivo. Así como nuestro Jesús vive, viven también nuestras esperanzas y nuestro futuro. Estamos en una posición de vencedores, porque tenemos a un Dios que vive, y estamos plenamente convencidos de que puede ayudarnos.

Romanos 8:11: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros.”

Nosotros podemos creer en lo sobrenatural, tenemos el derecho divino de tener y creer por nuestra salud, porque el mismo Espíritu Santo que levantó a Jesús de los muertos, vivificará nuestros cuerpos mortales. El Espíritu Santo no le teme a nada ni a nadie, Él no se mueve en miedo, y lo más importante es que habita en nosotros, y fue el responsable de la resurrección de Jesucristo. Ese Espíritu Santo es amor, poder y dominio propio (2 Timoteo 1:7), y no le tiene miedo a la enfermedad, porque ha vencido a todos los obstáculos en la vida. El mismo Espíritu Santo que levantó a Jesús de los muertos promete vivificar nuestros cuerpos, esa es la ventaja de creer en nuestro Señor Jesucristo. Vivimos en victoria por medio de ese Espíritu que levantó a Jesús de los muertos, que demostró su poder que no tiene comparación.

Jesús nunca vio la muerte como algo definitivo, sino como algo transitorio, lo que tiene que ver con pasar de un plano natural a uno espiritual desconocido, y no por eso es menos real. Jesús con sus heridas pudo haberse bajado de la Cruz, pero sabía que era necesario cumplir con toda justicia, así lo hizo desde el inicio de su ministerio (Mateo 3:15). Jesús también descendió al infierno y predicó su Evangelio en ese lugar, y prácticamente vacío el infierno en esos tres días, pero al tercer día resucitó de entre los muertos con sus heridas en las manos, en los pies y en su costado (Juan 20:27). Dice la Biblia que por esas heridas de Jesús nosotros hemos sido curados (1 Pedro 2:24).

Tenemos innumerables beneficios de esa resurrección de Jesús en la Cruz, y una de ellas es victoria, en Él somos hechos más que vencedores (Romanos 8:37), no deberíamos de tener angustia, frustración o fatalismo, somos llamados a vivir constantemente en victoria, y no es que en determinado momento no podamos caer, pero debemos levantarnos y vivir en victoria, porque nuestro Jesús venció a la muerte. Tenemos una fe que se basa en la resurrección.

Apocalipsis 1:17-18: “Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: «No temas. Yo soy el primero y el último, el que vive. Estuve muerto, pero vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.”

Jesús muere, desciende a las profundidades del infierno, predica a las almas perdidas, y allí es cuando le quita las llaves del Infierno a Satanás, desde ese día nadie entra a ese lugar sin ninguna justicia, ahora toda alma que entra allí es porque merece entrar, antes no era así. La segunda llave Jesús se la arranca a la muerte, Él hizo referencia a que “tengo las llaves de la muerte y del Infierno”.

Mateo 16:18-19: “Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.”

La misma autoridad que Cristo obtiene por medio de la resurrección, es trasladada a nosotros por medio de la fe, y esa autoridad es sobre todo lo que Jesús venció, que incluye el Infierno, la muerte y la enfermedad. Jesús cargaba la vida, el mismo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6), y “el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25), los que creemos en Jesús pasamos a una vida eterna con Él. Todas las promesas de Jesús vienen a nosotros por medio de la fe, consumadas en la resurrección de Jesucristo.

Hebreos 2:14-15: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.”

El que le teme a la muerte no ha creído en Jesucristo, porque en Jesús el morir es ganancia, dejar de existir en la Tierra nos lleva a la eternidad con Él, porque todos somos eternos detrás de este cuerpo. Estaremos en esta Tierra el tiempo que nuestro Dios estime que debemos estar, pero mientras más útiles seamos a los intereses del Cielo, más duraderos seremos en la Tierra. Si nuestro plan en la vida es solamente vivir, no tiene sentido, debemos vivir para el Cielo y para la resurrección de los muertos. Si somos cristianos solo para vivir en esta carne, de nada sirve ser cristianos, nosotros que hemos probado la vida de Jesús, creemos que nada sirve vivir para la carne. Queremos vivir en el cielo una eternidad, y por ello estamos trabajando, no estamos peleando solo para alimentar una carne. Cuando ponemos nuestra mirada en la eternidad, nuestras prioridades cambian, no nos frustramos por lo que queremos, sino que estamos preocupados en lo que Dios quiere, y lo más importante, cuando estamos en esa posición, vivimos en paz.

Pablo dijo: “para mí el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Qué triste es vivir sin un propósito de vida. Vivimos en esta Tierra para un propósito más grande que solo alimentar el cuerpo, debemos enfocarnos en algo más alto y más grande. La Iglesia se ha acomodado mucho en sus templos, y ella debe despertar y entender que tiene un llamado más alto. Dice la Biblia que la tierra espera la manifestación de los hijos de Dios (Romanos 8:19), y dónde están esos hijos de Dios, ellos deben manifestarse como hombres y mujeres influyentes, porque entonces para qué creemos en Jesús, necesitamos predicar este Evangelio y que hayan esas manifestaciones de fe y poder. Debemos preguntarnos qué estamos haciendo. Debemos revisar nuestros propósitos de vida, porque si estamos viviendo solo para nosotros y para los nuestros, debemos tener cuidado, porque estamos teniendo solo una fe nominal. Pablo decía que la fe sin obras es muerta (Santiago 2:17), necesitamos más obras de fe.

Romanos 6:4: “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”

Por medio de la resurrección de Jesucristo tenemos el derecho de una vida nueva, un nacimiento nuevo. Debemos meditar todos los días en las cosas que Dios nos ha dicho, porque eso nos hace recordar sus promesas, puntos de vista, y nuestro propósito. Vamos a llegar al cielo, pero debemos darle significado y dignidad a nuestra vida, debemos darle un propósito más alto.

1 Pedro 1:3: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.”

Podemos tener una vida nueva, pero es necesario conocer que renacemos para una esperanza. La resurrección de Dios nos da un renacimiento, y renacimos no para una derrota, sino para una esperanza viva.

1 Tesalonicenses 4:16: “El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero.”

Hagámonos importantes e imprescindibles para el propósito de Dios en la Tierra y tendremos vida, salud, protección, y además, cuando lleguemos al cielo tendremos dignidad, porque no solo es salvarse, es llegar al cielo con dignidad. Tengamos un propósito más alto que nuestros propósitos personales, si logramos eso, habremos sido valiosos para el cielo y para la tierra. La vida en esta Tierra debe tener dignidad y propósito, y si no las tiene, no tiene sentido. Debemos vivir de forma productiva. Pablo entendió que había sido agarrado por Jesús para algo, Él nos tomó y nos dio un propósito. Cada creyente fue tomado por Jesús para hacer algo valioso para Él.