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“Señor, bendíceme”

(Domingo 30-09-2020)

Pastor Javier Bertucci

Para que la maldición toque o se acerque a alguien, esa persona no tiene que hacer nada, debido a que el sistema de este mundo está bajo una constante maldición, producto de las enfermedades, la escasez, la pobreza, el hambre, la muerte, la violencia y los bajos comportamientos del hombre; así que, es imposible que Dios no vea estás cosas, pero también es imposible que la maldición no se acerque a la humanidad por causa de estos excesos donde el ser humano le ha dado la espalda a Dios, actuando y caminando por interés, y no por sus convicciones.

Nadie diga que el virus por el cual atraviesa la humanidad viene del Cielo, Dios no envía enfermedad, sino sanidad, porque por las  heridas de Jesús, nosotros hemos sido sanados (Isaías 53:5), Jesús murió en la cruz para llevar nuestro dolor en ella, así que la gente se enferma por sus propias acciones, en sentido contrario de Dios, las cuales le abren puertas a la maldición.

1 Crónicas 4:9-10: “Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos, al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor. E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió.”

Jabes entendió que su camino y futuro, así como todo lo que tenía que ver con él, no dependían de su nombre, el cual significaba “dolor”, sino de su Dios, y entendió que si quería cambiar su futuro, en vez colocarse otro nombre, tenía era que conocer bien a su Dios. No es lo correcto buscar culpables y terceros de lo que nos ocurre, es mejor enfrentarlo con gallardía y valentía, y pelear con nuestras convicciones hasta ganar, porque no somos de la naturaleza de perdedores o fracasados, somos en Cristo Jesús, más que vencedores (Romanos 8:28), idicando esto, que la derrota de un individuo no depende de las circunstancias que le rodean, sino de la convicción con que las enfrenta.

La vida de Jabes inició con una profunda y determinada marca por su nombre, seguramente que cada vez que se le nombraba, esto le acarreaba burlas, por estar asociado con el dolor, y nadie quería eso en su vida, quizá le acarreó problemas en su estima y con sus oportunidades, así como en su conducta. Pero, mientras sigamos culpando a nuestros fracasos y marcas de la vida, jamás avanzaremos o alcazaremos el éxito, sin tener en cuenta que la cultura de este hemisferio occidental es burlesca, en la cual se dirige a los demás en base a sus defectos o de acuerdo a palabras que tienen que ver con ofensas, así que si dependemos de lo que la gente nos diga, vamos caminando hacia un fracaso. La actitud burlesca o de algunos padres que se dirigen a sus hijos con palabras que los descalifican, hacen de ellos personas inseguras, fracasadas, teniendo como resultado que ellos acepten eso en su vida, y lo peor es que se puede llegar a conocer a Jesús y quedar aún presos de esos cajones de las marcas de la infancia, sin entender que al que al Hijo del hombre libertare, sería verdaderamente libre (Juan 8:36), y que conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Juan 8:32). La libertad es un común denominador de la fe cristiana, y debemos entender que esa libertad a la que Jesús nos llama, involucra o incluye salir de las marcas de la infancia, y todo comienza con una decisión, clamar desde el cajón y decir: “Señor: bendíceme, estoy cansado de vivir así”, fue lo que hizo Jabes, él vio donde estaba, analizó su circunstancia de vida, alzó sus ojos al Cielo, y dijo: “yo me revelo contra esta marca, y con esta mala suerte”, y entendió que no podía seguir siendo víctima de lo que había vivido, que tenía un Dios más grande, que al bendecirlo, lo sacaría de ese lugar.

Es tan poderosa la decisión que Jabes toma, que dice la Biblia que él era más ilustre que sus hermanos, y lo describe como un hombre influyente, quien decidió ser alguien diferente a lo que las circunstancias le obligaban a que fuese, y no solo decidió clamar a Dios, sino cambiar su destino clamando a Él desde la seguridad de que Dios le iba a responder, porque también se puede clamar desde la inseguridad, no creyendo, ni teniendo paciencia para esperar. Como nadie en la tierra le dio honor a Jabes, él buscó honor en Dios, entendió que si alguien tenía honor, era Dios, y la honra que el Padre podía darle, venía de una convicción, de una gallardía, y que esa era la ruta para llegar a la honorabilidad, también descubrió que esa posibilidad solo podía llegar por medio de la oración, y se dedicó a esa voluntad y conocimiento del Padre que podían cambiar su destino, presente y futuro, entendía que solo era Dios, prefirió conocerlo, porque si conseguía su bendición, sería enorme en su vida.

Jabes también pidió ser guardado del mal, que la mano de   Dios estuviera con él, que su radio de acción de influencia fuera ensanchado, en otras palabras, dijo, quiero ser una persona que influencia en el medio ambiente en el que vivo, fue una petición de Jabes: “Señor, ensánchame”. Nadie logra una gran influencia afuera, sino se ensancha dentro, él entendió que parte de la bendición, es la influencia que tiene que ver con un ensanchamiento interno de corazón y mente; el espíritu sectario y minúsculo no tiene nada que ver con lo que Jesús enseñó y su visión para la Tierra, pero viene de una mente y corazón minúsculo, por eso Jabes entendiendo esa mala actitud, dijo: “Señor, ensancha mi territorio”, lo que le permitiría ver diferente a los demás. El principio del ensanchamiento de nuestro territorio, es pedirle a Dios su bendición, y entender que nada sucede afuera, si primero no sucede adentro. Jabes no colocó cerca entre sus hermanos, sino que empezó a tender puentes entre ellos y entre quienes le atacaban, y a ganarse con una influencia de liderazgo a todas esas personas.

No dependemos del barrio o la clínica en que nacimos, o de las conexiones que tengamos en algunos lugares de poder, hay personas con muchos títulos fracasados o que han llegado al suicidio teniendo la mejor carrera universitaria o académica, tiene que ver con una conexión con Dios y entendimiento de que vivimos entre gente, y no podemos hacernos alérgicos a ellos o sectarios, sino una influencia positiva.

Otra de las cosas que Jabes pide, es que Dios esté con él, qué importante reconocer y desear la presencia de Dios en nuestra vida, que podamos atribuirle a Él nuestro caminar, andar y acostar, nuestros éxitos, la gracia y favor que ha desatado sobre nosotros constantemente,

Jabes pedía y decía contigo todo y sin ti nada. Dios quiere estar con nosotros, la gran pregunta es, ¿queremos nosotros estar con Él?, la persona del Espíritu Santo va a permanecer fiel a Jesús, permaneciendo presente con nosotros, aunque le demos la espalda y lo ignoremos, porque Él nos ama; el consultarlo y obedecerlo, es clave en el asunto de ser bendito.

Es importante entender que para lo que Dios quiere hacer y lo que deseamos que Él haga, se va a requerir más de nuestras fuerzas y habilidades, aunque nosotros las tengamos, que vamos a necesitar la gracia y el favor de Dios sobre nuestra vida, y usualmente cuando una persona logra la gracia y el favor de Dios, logra todo en la vida. Cuando logramos la gracia, el favor y presencia del Señor, tenemos garantizado el éxito.

Necesitamos que la mano y presencia de Dios esté constantemente con nosotros, para sostenernos, protegernos y proveernos, eso es éxito, porque tiene que ver con andar de Jesús agarrado de su mano, lo que no quiere decir que no vendrán pruebas, pero todas serán vencidas. La gente de éxito tal vez no son los más inteligentes, ni los mas agraciados, son los que viven  asidos a la mano de Dios y nunca la sueltan.

Finalmente, Jabes pide que Dios lo libre del mal. El asunto de ser librado del mal no depende de nuestro olfato, ni de nuestras habilidades o astucias, porque solo Dios puede librarnos, y no solo del mal que viene hacia nosotros, sino del mal que hay dentro de nosotros, de esas malas actitudes que pueden hacernos caer una y otra vez, Jabes pidió y reconoció que él no era suficiente para ser protegido, y que Dios era el único que podía hacerlo.

Es importante también que entendamos, que ese clamor hacia Dios pidiendo que nos guarde de mal, también nos librará de cuando estemos en un lugar de éxito que Dios nos puede dar, pues, ese es un lugar de mucho peligro, porque cuando estamos abajo no hay peligro, pero cuando estamos en el pináculo, cuando la gracia y el poder de Dios nos han exaltado, ese es el lugar donde hay que tener mayor cuidado, lo difícil será bregar con los que nos alaban y nos aman, porque ellos nos pueden hacer caer en orgullo, la humildad y dependencia a Dios debe ser más grande y pronunciada cuando estemos en un lugar alto. Jabes entendió que el éxito y toda la victoria que estaba pidiendo, podían terminar siendo su destrucción si no aprendía a manejarla. Muchos trabajan para subir, pero pocos trabajan para mantenerse arriba. El éxito debe mantenerse en las manos y jamás debe subirse a la cabeza, es para administrarlo.

Tenemos la historia de un hombre que no tenía casi la posibilidad de alcanzar el éxito y lo logró con Dios, de su mano, con su bendición y protección, y finalmente se le otorgó lo que pidió. Las circunstancias de la vida no determinan el éxito en nuestra vida, sino el Dios que nos salvó, que nos llamó y que hizo todo lo que pudo hacer como hombre y como Dios.

Cada uno de nosotros debemos entender claramente que a parte de la oración y de la fe, deben haber acciones correspondientes, no le vamos a pedir a Dios nos bendiga sin accionar, porque Dios no va a poder bendecir la obras de nuestras manos si no hacemos nada, porque no habrá nada que bendecir. Jabes comenzó a orar, a buscar a Dios, a conocerle, a accionar, a ganar liderazgo, respeto y la consideración de los demás, entonces fue creciendo hasta que se hizo el más ilustre, así logró posicionarse como el líder principal de todo el lugar, económica, social, y políticamente, en todos los aspectos Jabes fue más ilustre que sus hermanos.

No culpemos a terceros de nuestros fracasos, sino nunca los enfrentaremos. La valentía comienza en reconocer nuestros errores, corregirlos y avanzar, así que nunca nos olvidemos que todo camino comienza con el primer paso, que con Jabes inició: “Señor, bendíceme”.