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Situaciones injustas

Pastor Francisco Barrios, domingo 30 de junio de 2024

“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” – Lucas 18:1-8 (RV1960)

La oración debe convertirse para el ser humano en una necesidad ante un mundo sumergido en la injusticia, no para salir de ellas sino para ser transformado de mente y corazón sabiendo que aun creyendo en Dios las injusticias pueden acontecer para fortalecer la fe y la comunión con el Señor.

A quien le acontece la injusticia a pesar de haber sembrado cosas buenas, no puede acudir a la queja sino direccionar su corazón hacia la oración buscando el favor de Dios y fortalecimiento de la fe para no caer en la victimización, la ira, la falta de perdón y la amargura.

Por ello, la oración no debe ser considerada como un escudo protector de la injusticia sino como una herramienta poderosa para fortalecer la vida en medio de ese tipo de momentos, confiando en que la justicia de Dios obrará a tu favor.

“Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca” – Lucas 6:48 (RV1960).

No fuiste creado para la autocompasión y el victimismo, tampoco para adaptarse a las circunstancias que aquejan la vida y sacuden las emociones buscando tu permanencia en la cárcel de tus propios pensamientos, Dios ha depositado un propósito alto y digno, con linaje de vencedor.

“Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.” – Juan 5:1-9 (RV1960).

Para que Dios pueda obrar en la vida de alguien, primero debe haber una transformación en su estilo de vida, tener sentido de responsabilidad en pensamientos y acciones. Por eso, para poder ser libres de la injusticia debe haber un accionar del poder del Espíritu Santo, el cual está dentro de cada persona, rompiendo cadenas y otorgándole la victoria si está dispuesto a dar el primer paso, porque a Dios no le mueve la lástima, sino la fe.

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” – Filipenses 4:13 (RV1960).

Las personas no tienen la culpa de las injusticias que le acontecen en la vida, pero si la responsabilidad de cómo reaccionar ante ellas con el poder de Dios.

Atrévete a caminar sobre la palabra de Dios para ser liberado del peso de la injusticia y recibir la paz que sobrepasa todo entendimiento.