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Solícitos hasta el fin

(Domingo 13-09-2020)

Pastor Javier Bertucci

Lucas 1:26-35: “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado el Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”.

María recibió las palabras del ángel Gabriel, quien le dice el alcance del misterio que tendría, a lo que ella le respondió, “no conozco varón”, el ángel le explicó que lo que daría a luz, era de Dios. Aunque María no entendía mucho lo que el ángel le estaba diciendo, se entregó a la palabra de Dios, y esa palabra hizo que se gestara en su vientre el fruto de  Dios, al decir: “Hágase en mí conforme a tu palabra”, quedó  embarazada, y no fue por el ángel, sino por la palabra de él, la cual se convirtió en un ser humano.

Hebreos 6:7-8: “Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierva provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”.

La palabra que se le dio a María, la embarazó, debido a que ella es la semilla incorruptible de Dios. La palabra esperma significa “semilla”, por eso María queda embarazada por la palabra de Dios.

Juan 1:1: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”.

La Palabra de Dios no solo es palabra escrita, es semilla capaz de embarazar  nuestro espíritu del milagro que esperamos. La palabra de Dios es Jesús mismo, desde el libro de Génesis 1 hasta Juan 1, lo explica claramente.

Todo lo que Dios quiere hacer en esta Tierra, lo hará a través de un vientre humano, no con seres celestiales, sino a través de humanos.

La palabra de Dios es eterna, y le da estabilidad al que la posee y la guarda en su corazón; además, puede embarazar nuestro vientre espiritual, el cual puede darnos milagros.

Hay dos clases de terrenos en los que la palabra de Dios puede caer, en los terrenos de los que beben de la lluvía y producen hierba provechosa y son bendecidos, y los que producen espinos, abrojos, y son reprobados y maldecidos.

Isaías 55:10-13: “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída”.

La Palabra de Dios va a producir buena hierba en algunos, pero en otros, esta misma Palabra será para germinar madición y mala hierba. Quien decide ser bendito, es aquel que se decide a hacer lo correcto de acuerdo con la Palabra de Dios. Para que haya buena tierra, primero debemos trabajarla, sacar las piedras, para de esta manera dejar el terreno fértil, el cual dará buenos frutos. No creamos que este asunto es automático, se requiere limpiar y sacar de nuestro corazón lo necesario para que podamos recibir la Palabra de Dios, y se puedan ver los frutos correspondientes, no es solo leer y oír, sino preparar el corazón, sacar las piedras de orgullo, resentimientos y maldad.

La maldición se alcanza como consecuencia de lo que llena nuestro corazón, al igual que la bendición. Hay una clase de corazón que cuando recibe la palabra, produce  buenas cosas. La palabra de Dios es como un buen mango, que nos alimenta hoy, y nos permite sembrar la semilla para mañana, es comida para hoy y semilla para mañana. Nuestra vida debe estar asentada en la Palabra de Dios, porque ella es comida para hoy y siembra para el mañana.

La Palabra es estable y sobrenatural, las personas que no leen y reflexionan en ella cada día, al acercarse a la fe, se pueden volver místicos, viviendo solo de experiencias. La Palabra de Dios nos trae estabilidad, y nos aclara que Dios estará con nosotros hasta el final de los días.

Nuestras vidas deben estar dirigidas por la Palabra de Dios y el Espíritu Santo, quien nos recordará todas las cosas, pero cómo nos puede el Espíritu Santo recordar la Palabra si nunca la leemos, no puede Él hacernos recordar lo que nunca hemos leído.

Quienes están fundamentados en la Palabra, están convencidos de que mañana amanecerá, que vienen cosas mejores, no son fatalistas, son positivos, y en ese sentido, soportan, aguantan y toleran, porque sus expectativas son buenas, y eso les hace soportar, esperar y alcanzar un buen mañana. Debemos estar convencidos de que algo mejor viene, esa debe ser nuestra expectativa de todos los días. Creamos por aquello que nos hace falta; si estamos en conflicto, creamos por la solución,

Dios no necesita tiempo, necesita fe. Podemos traer un milagro ahora mismo, porque Dios transacciona con fe, y no con tiempo, porque “es pues la fe, la sustancia de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). La fe es la sustancia que construye todo lo que necesitamos, y adopta el material de lo que necesitamos para hacerlo llegar. Debemos estar convencidos de que lo mejor está por llegar, y si algo mejor llega, lo agradecemos y disfrutamos, pero algo aún mejor siempre debemos esperar, si vivimos con esa expectativa, viviremos como dice la Biblia, “la senda del justo crecerá como la luz de la aurora” (Proverbios 4:18), de gloria, en gloria.

Vamos a creer por lo mejor, ¿por qué creer por lo malo?, ¡creamos por lo bueno!, vamos a creer por la bondad, misericordia, restauración y sanidad de Dios en nuestras vidas. Nuestra Biblia dice, específicamente en el Nuevo Testamento, que Jesús anduvo sanando a los enfermos, qué sentido tendría haber muerto en una cruz para que hoy estemos enfermos, Él desea nuestra sanidad. Debemos conocer que lo que Dios dice con su boca, lo cumple con sus manos; no tiene ningún sentido que Jesús haya dicho “vine para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10), y luego desear matarnos y castigarnos. Tenemos el Espíritu Santo para enseñarnos todas las cosas por fe, pero debemos conocer la Palabra de Dios y sus promesas.

Es necesario tener un buen conocimiento de la Biblia, porque en el corazón se atesora, y ella es agua fresca, es todo lo que necesitamos para hoy, y para el mañana. Es poderoso el ejercicio de la meditación de la Palabra. Dios, el Creador de todo el universo, dijo que nos bendeciría, y que con Él somos más que vencedores (Romanos 8:37). Conocemos la Palabra, leyéndola, y a Dios lo conocemos estando con Él en oración.

La mente es un gran problema, por eso Dios no la incluye en la ecuación de la fe, la mente es solo un conductor, el medio por donde llega la Palabra.

La fe no se entiende, porque es un espíritu, no viene por lo psíquico o mental, así que solo creamos, porque dice la Biblia que “con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:10). La mente no cree, razona, creamos con el corazón. Nosotros decidimos si creemos lo que Dios nos dijo, y eso debemos hacerlo en nuestro corazón y no en nuestra mente.

Hebreos 6:10: “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún”.

Dios no actúa como nosotros que guardamos odio en  nuestros corazones  para ser descargado, ¿tendrá algún sentido que ese Dios de amor quiera lastimarnos a diario? Dios nos disciplina, pero lo hace con amor y en amor, Él no es odio ni rencor, es amor, pero esa percepción de Dios dependerá de nosotros.

Dios no es injusto para olvidar la obra de amor que hemos hecho, y Él se basa en nuestras buenas obras para obrar en nosotros, por eso Jesús murió en la cruz, no para condenarnos, sino para expiarnos, ese es nuestro Señor Jesús, y Padre bueno y misericordioso. El Espíritu Santo está aquí con nosotros, no porque seamos muy buenos o muy malos, sino por causa de Jesús, quien está hoy al lado del Padre.

Lo que Dios usa para recompensarnos, no son nuestras malas obras, sino las buenas. Una mala obra no anula una buena, ni viceversa; recibiremos recompensa de nuestras malas y buenas obras, pero la una no anula a la otra, porque todo lo que el hombre sembraré, eso mismo segará (Gálatas 6:7); si sembramos mal, cosecharemos mal, pero si sembramos bien, cosecharemos el bien, y ese bien será el que Dios use para bendecirnos, porque

Dios no maldice, bendice

Leamos la Biblia para que podamos construir una vida verdaderamente estable. Nosotros nos maldecimos solos cuando decidimos pecar, y la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23), pero cuando hay arrepentimiento y comenzamos a caminar en las obras de la fe, comienzan a venir los buenos frutos, y esos frutos vienen para afectar la condición de los frutos ya sembrados, pero tiene que ver con una determinación.

Mostremos solicitud hasta el fin, esto habla de la  persistencia hasta el final, que tiene que ver con una verdadera conversión, la cual es de una vida y no un acto de momento. Este es un camino para convertir derrotas, en victorias, para hacer cambios diametrales y dramáticos en nuestras vidas y de los que nos rodean, que nos permitirán vivir en victoria absoluta; y si llega un nuevo día malo, hay una fórmula que ya descubrimos para llegar a la victoria.

Lo importante no es dónde nos encontramos, sino cómo luchamos desde ese lugar. El águila que lucha desde las alturas,  que tiene esa elegancia y superioridad, comenzó por ser un pequeño huevo, sorpréndente el primer paso para la vida que tiene que dar ese gran águila, que es romper ese duro cascarón; lo que hace la diferencia no es la cáscara, sino la insistencia del polluelo. Si nosotros, al igual que el polluelo, con esa fe minúscula rompemos el cascarón, vamos a vencer, esa es la gente que vence, que gana, que alcanza su milagro.

El asunto de crecer, viene de una fe pequeña, de insistir para prevalecer, y aunque nuestro primer estado haya sido pequeño, el postrer estado será muy grande (Job 8:7)