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Tengo derecho de estar sano

Pastor Javier Bertucci

Domingo 17-07-2022

 

 

Efesios 1:15-23: “Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.”

Hay tres cosas que debemos resaltar en el capítulo 1 de Efesios, para así comprender el derecho a estar sanos. Estas tres cosas son: La esperanza a la que Él nos ha llamado, la riqueza de su gloria y la supereminente grandeza de su poder. El apóstol Pablo oraba con el fin de que estas cosas les fuesen reveladas a la iglesia de los efesios. Él pedía que todos los creyentes tuvieran espíritu de revelación y sabiduría, para que pudieran conocer a Dios, y supieran que, por causa de esas verdades, todos tenemos derecho a la sanidad.

1 Pedro 1:3: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.”

La esperanza es todo aquello que podemos anhelar como consecuencia de creer en Jesús y en su pacto de gracia. Dios nos llamó a la esperanza de estar sanos, de forma que logremos hacer su voluntad; sin embargo, el diablo busca enfermarnos, para cortar nuestro propósito en la Tierra. Jesús nos entregó una esperanza viva, dada por su resurrección de entre los muertos. El sacrificio de Cristo cumplió a la perfección la expiación que debían hacer los israelitas, siendo Él, el Cordero intachable que salvaría de la condenación a la humanidad. Cuando el Cielo aceptó la resurrección, demostró que Jesucristo entregó un sacrificio perfecto y santo, y es por esa aceptación que tenemos derecho a estar sanos.

Fue por la supereminente grandeza de su poder que Jesucristo resucitó y se sentó a la derecha del Padre. Por la fe, la supereminente grandeza de su poder actúa en nosotros, sacando toda enfermedad y renovando nuestro tiempo en la Tierra. Estas dos cosas nos dan esperanzas de vivir con sanidad, nos entregan el derecho legal a morir en paz, con salud, y la certeza de haber cumplido con nuestro propósito en la Tierra.

Debemos levantarnos ante las amenazas del diablo, confiados en la legalidad que tenemos en Cristo; por la fe en su muerte y resurrección podemos estar sanos, y permanecer sanos, ya que ese derecho fue ganado en una cruz, en el Gólgota. Si Dios no negó a su único Hijo, no nos va a negar la sanidad. El deseo del Padre es que tengamos una abundante vida, pero no recibimos más del Reino, porque no creemos que lo merecemos.

La muerte debe llegar a un cristiano únicamente cuando Dios lo ha destinado, no cuando el enemigo lo haya derrotado. Debemos levantarnos del engaño de Satanás, porque el propósito divino es que vivamos saludables, prósperos, en paz, y haciendo la voluntad de Dios. Estamos llamados a disfrutar la vida en la Tierra, y cuando llegue el momento establecido por Jehová, estaremos con Él en el reino de los cielos. Nos fue entregada una esperanza viva y una abundante salvación, con el fin de experimentar abundante gracia, y darle a Él las riquezas de su gloria.

Romanos 8:11: “Si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”

Efesios 1:22-23: “y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.”

Efesios 5:27,29: “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia.”

Es por El Espíritu Santo que recibimos conexión con Dios, que tenemos respaldo del cielo en la tierra, y que nuestros cuerpos son vivificados. Efesios 1 y 1 Corintios 12, nos dejan claro que nosotros somos el Cuerpo de Cristo vivificado. Por otro lado, vemos que en Efesios 5 se explica la manera en que Jesús es con su Iglesia, porque esta es su propio Cuerpo; y así como nadie aborrece a su propia carne, Jesucristo cuida de nosotros y nos sana, porque somos miembro de su carne y de sus huesos.

– Hay tantas verdades en la Biblia que no hemos entendido. –

En el momento en que estemos orando, apelemos al derecho de sanidad que hay en su Cuerpo, porque somos uno con sus huesos y su carne glorificada. Él nos hizo miembros de su cuerpo sano, por lo tanto, tenemos autoridad sobre todas las cosas que fueron sometidas bajo los pies de Jesús. Nuestro bienestar es importante para Dios, y quien conoce su pertenencia al cuerpo de Cristo, no puede ser enfermado. Oremos con el espíritu de conocimiento y de revelación en estas verdades.