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Tu fe necesita tu deseo

(Domingo 28-06-2020)
Pastor Javier Bertucci

Una persona que no desea nada en la vida, es una persona que seguramente no vive a plenitud, debido a que una de las cosas que genera la vida por sí misma, es deseo, pues esto corresponde a la naturaleza del ser humano. Ahora bien, la descomposición del ser humano hace que sus deseos vayan orientados en direcciones negativas que no le darán vida eterna.

Todos tenemos derecho a desear lo que nos parezca, pero cuando hay deseos fuera de los valores y estándares de lo que debería un ser humano lograr en la vida, habrá consecuencias. Recordemos que no solamente existimos, cada persona que nace en este mundo tiene un propósito que debe conseguir y desarrollar, pero en el asunto de decidir somos nosotros los que lo hacemos. Cada uno coloca o no en las manos de Dios su vida; entregarla a Jesús es nuestra decisión, nadie nos obligó, fuimos nosotros quienes entendimos que la mejor manera de vivir, es hacerlo en Dios.

Es necesario que entendamos la responsabilidad del asunto del deseo. Todos estamos obligados a desear en la vida, pero debemos tener cuidado qué deseamos, porque un mal deseo puede alcanzarse también. En primer lugar, el deseo debemos enfocarlo hacia lo correcto, y en segundo lugar, mantener la fe necesaria para concretarlo. Al tener un buen deseo y confesarlo, logrará ser para bendición de muchos.

Salmo 27:4: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.”

Lo que David deseó, eso buscó; lo que deseamos, eso es lo que vamos a buscar, si no deseamos a Dios, no lo buscaremos, pues esa no será nuestra prioridad. Si nuestra prioridad es algo material, eso buscaremos con desesperación, pasión y con trabajo. Muchos creen también que por buscar el fin pueden hacer cualquier cosa, es allí cuando muchos por un deseo se desvían; no está mal conseguir algo material, pero está mal estafar a otros para conseguirlo. El deseo de una persona puede hacer que haga el bien o que haga el mal, es una decisión que responsablemente debemos entender y tomar.

David deseó más que cualquier otra cosa estar en la casa de Dios, y lo buscaba, tanto que se alegraba con los que le decían a la casa de Jehová iremos (Salmo 122:1); dice otro Salmo que prefería estar un día en la casa de Dios que mil fuera de ella (Salmo 84:10). David era un apasionado por la casa de Dios, y asistía al templo para contemplar la hermosura de la santidad de Dios, y para inquirir en ella.

Hay que meditar en cuál es el motivo por el cual vamos al templo, y para qué queremos regresar a él, porque si queremos asistir a ese lugar para criticar a los hermanos o con diferentes intenciones equivocadas, hay que replantear nuestras motivaciones. En el caso de David, él deseaba ir a la casa de Dios para una sola cosa, y era para contemplar la hermosura de Dios, y para inquirir en esa presencia de Él. Si alguien va a la casa de Dios con otra intención, está diametralmente equivocado.

Es importante que hoy entendamos que el asunto del deseo tiene que ver directamente con el corazón y con las intenciones de él. Hay deseos muy egoístas e individualistas, y hay deseos que se alinean al corazón de Dios y a su voluntad, que tienen que ver con bendecir y ayudar a la mayoría de las personas.

Quien alcanza algo en la vida, es porque lo deseó intensamente. Ahora bien, hay una diferencia en el deseo natural de la gente, y el deseo que proviene de la fe en Dios basado en valores. Hay gente que quieren muchas cosas, pero al final no hacen nada, y es porque no lo desean. La gente no hace lo que dicen, hacen lo que desean.

Cuando un hombre logra algún deseo en Dios, empieza algo grande, porque para él, el límite es el cielo.

Salmo 38:1-9: “Jehová, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira. Porque tus saetas cayeron sobre mí, y sobre mí ha descendido tu mano. Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira; ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado. Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí. Hieden y supuran mis llagas, a causa de mi locura. Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el día. Porque mis lomos están llenos de ardor, y nada hay sano en mi carne. Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de la conmoción de mi corazón. Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi suspiro no te es oculto.”

Dios no brega con grandes hombres de forma suave, pues, no hay manera de lograr lo grande exigiendo lo común; es necesario exigir mucho para conquistar lo bueno. A David Dios lo reprendió y castigó, atravesó por situaciones muy negativas para alcanzar lo que Dios le prometió.

Es necesario saber que la victoria de una persona es una lucha de fe permanente, en decir: “voy a seguir adelante, aunque no vea ni sienta”, en avanzar por el deseo que Dios colocó en su corazón, el cual le impulsa a no detenerse. David pasó por muchas cosas, y la condición de nosotros no es peor que la de este hombre, y él tuvo un deseo de avanzar a pesar de estar enfermo, en pecado y humillado, a pesar de ello, su deseo seguía permanente y estable. Si dejamos nuestro deseo a un lado por una circunstancia, no lograremos nada, la Biblia dice que cualquiera que tenga esa ambigüedad en la vida no recibirá ninguna recompensa (Santiago 1:6-7).

Debemos desear, porque no hay nada peor que una persona pesimista y conformista. Esta vida es para ganar, pero también para luchar, dice la Biblia que en Dios haremos proezas (Salmo 108:13). Un Dios grande no nos llama para propósitos pequeños, nos llama para desear cosas grandes en Él.

Proverbios 10:24: “Lo que el impío teme, eso le vendrá; pero a los justos les será dado lo que desean.”

Ya que Dios nos da lo que deseamos, es necesario cuidar nuestros deseos; deseemos aquello que beneficie a la mayoría. Dios quiere bendecir a aquellos que tienen grandes deseos en Él. Un justo se supone que desea justicia, no para alardear ante los demás, pues las cosas que Dios le da son para compartirlas con otros.

Lo primero que debemos hacer es desear, pero importante es la motivación del deseo, el cual debe ser bueno para Dios y para la tierra, no podemos partir del deseo egoísta en el que siempre pensamos solo en nosotros mismos.

Hay muchos hombres y mujeres que lograron grandes cosas en la Biblia para su generación y para esta raza humana, y fue porque se atrevieron a ir mucho más allá de sus estándares personales. El egoísmo tiene secuestrado a personas con grandes llamados y propósitos. Desarrollemos el dar con una gran alegría en el corazón, y descubriremos que dando se alegra más el corazón que recibiendo. Debemos desear el bien continuamente.

Salmo 73:25: “¿A quién tengo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.”

El deseo de David no estaba en las cosas de esta tierra, sino en Dios. Debemos empezar deseando a Dios sobre todas las cosas, porque de esta manera, obtendremos las demás cosas que anhelemos; jamás anhelemos que cualquier otro deseo en nuestra vida esté sobre Dios, porque el deseo no debe estar ni sobre algo ni sobre alguien que no sea Dios.

El primer deseo de Dios es que toda la tierra sea llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren la mar (Isaías 11:9).

Salmo 37:4: “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.”

Cuando anhelamos a Dios sobre todas las cosas, lo que deseamos personal y familiarmente, Él lo hará, porque cuando Dios tiene planes con alguien, siempre irá mucho más de las expectativas humanas.

Hay metas que se pueden lograr en la vida, que aunque sean muy famosas, no le hacen bien a la humanidad. Uno de los deseos principales que debe tener el creyente, es que el nombre de Dios sea conocido, que la gente tenga experiencias con Jesús que no sean religiosas, sino de vida, que le cambien el corazón, que lo impulsen a una vida productiva y saludable.

Mateo 15:22-28: “Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y si hija fue sanada desde aquella hora.”

Debemos ser tan decididos en lo que queremos, que aunque en oportunidades el Cielo nos diga que no, insistamos hasta alcanzarlo.

Si deseamos cosas que se alineen a la voluntad de Dios, lo vamos a lograr. Lo que hoy vemos va a cambiar, veremos un futuro grande y prometedor, este país nunca más será igual. No nos entreguemos a lo que veamos, luchemos hasta ver lo que deseamos.