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Ungidos en medio del conflicto
Domingo 10-07-2022
Pastor Yobany Blanco
Lucas 4:1: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto”.
Antes de hacer algo para Dios, tenemos que enfocarnos en conocerlo íntimamente, de manera que nuestras acciones sean de provecho para cumplir Su voluntad. El gran ministerio de Jesucristo y toda obra de Dios, empieza con la unción y la llenura del Espíritu Santo.
Mateo 3:13-17: “Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.”
Cuando somos ungidos por el Cielo, nuestro propósito es más claro y contamos con la aprobación de Dios. Jesús buscó ser bautizado para conseguir la unción y cumplir con toda justicia. Al bajar a las aguas del Jordán, su deseo era ser lleno del Espíritu Santo, porque Él sabía que en la unción se encuentra el fluir del Espíritu de Dios. Ese bautismo que experimentó Jesús, nos permite ver obras sobrenaturales en nuestra vida, aprender a pelear contra la adversidad, y ver la huida de la enfermedad y el enemigo.
A Jesús solo le importaba la opinión del Padre, porque solo Él daba orden a su vida. Los títulos y cargos no le entregan valor o poder a un ministerio, porque al final todo se trata de Jesús. Él es quien puede bautizar en fuego y en espíritu. Debemos anhelar ser una Iglesia que desee ser bautizada en las aguas del Espíritu Santo, una que sienta desesperación por sentir el poder de Dios. La promesa dada en Joel es que su Espíritu será derramado sobre toda carne (Joel 2:28), quiere decir que nadie está excepto de recibirlo, solo tenemos que desearlo.
La unción viene para que se haga la voluntad de Dios y para enfrentar al reino de las tinieblas. Aun cuando debamos enfrentar grandes batallas, contamos con la promesa de que venceremos, porque la unción es como un cerco de protección sobre quien la tiene. Ser una Iglesia ungida provocará la confrontación directa con el reino de satanás, pero al tener la unción, lograremos conseguir victoria en áreas, en la que otros han experimentado derrota.
Salmos 23:4: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.”
Lucas 11:22: “Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín.”
Todo ungido debe experimentar el valle de sombras, conociendo que no está solo, porque Dios ha prometido estar con nosotros en el tiempo de oscuridad. Dios camina con sus ungidos, les prepara un banquete de victoria, puesto que Él les entregará la cabeza de sus enemigos.
Es de suma importancia que tengamos estas verdades claras al momento de entrar en la batalla, ¡cuando confiamos en las promesas de protección y unción de Dios, ganaremos en el desierto! La unción nos hace pelear, pero ganar nos entrega autoridad y poder.